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Capítulo 2
Faltaban cinco minutos para las doce cuando llegué al edificio de la empresa donde daría el golpe, la aguja del estacionamiento se abrió al detectar la credencial de Cecilia, como lo suponía, siendo cerca de la media noche, el lugar estaba prácticamente desierto. Habría poca gente en el edificio que se entrometiera en misión, pero aun así yo venía preparada para enfrentarme a cualquier cosa que me encontrara. Bajé del auto y caminé por el estacionamiento, donde solo había cuatro vehículos aparte del mío, hasta la entrada principal del edificio. En la puerta saqué la credencial de Cecilia y la metí en el lector óptico, reconociendo la identificación la entrada se abrió y pude ingresar al lugar.
-¿Quién eres tú? Me preguntó la guardia de seguridad que estaba en el puesto de control cerca de la entrada, era una mujer bastante alta y de piel negra.
-Hola, me llamo Raquel Mendoza- respondí dando un nombre falso. -Cecilia tuvo un contratiempo y se reportó diciendo que hoy no podía entrar al trabajo, me enviaron a mi para suplirla esta noche.-
-Vaya, no me lo habían informado, pero dado que tienes la tarjeta de entrada no tengo motivos para dudar de ti. Yo me llamo Olivia- dijo mientras me estrechaba la mano.
-Mucho gusto.- respondí con una amable sonrisa.
-Bueno, supongo que como tú jefa debo decirte como funciona aquí la cosa, trabajamos en pareja para acompañarnos. -explicó. -Yo tengo el turno de 8 de la noche a cuatro de la mañana, a esa hora llegará mi remplazo que estará contigo las siguientes cuatro horas. A las ocho de la mañana es cuando acabará tu turno.
-Si, me dijeron eso, ¿estás sola ahora?
-No, la otra guardia está haciendo su última ronda, pero debe estar a punto de irse. -Respondió. - Salvo que haya algún problema, cosa que nunca ha ocurrido, nuestro trabajo consiste fundamentalmente en hacer rondas por el edificio y en vigilar las cámaras de vigilancia. -me señaló las pantallas en el cubículo donde estaba sentada. -desde aquí observamos todo lo que pasa alrededor.
-Muy bien, lo tengo.
Dejé mi mochila, en la cual traía todo mi material de trabajo, en el suelo y saqué un par de revistas que dejé sobre la mesa, cerca de Olivia.
En ese momento llegó la otra guardia.
-Bien, el edificio está limpio como de costumbre.
-Sandra. -dijo Olivia. -Esta es Raquel, Cecilia tuvo un contratiempo y ella la reemplazará esta noche.
-Suerte para ti. -dijo la recién llegada estrechando mi mano. -Que solo te toca una noche, es un trabajo sencillo pero muuuuuy aburrido.
-No debe ser para tanto. -respondí sonriendo. -un trabajo como este siempre puede darte alguna sorpresa.
-Lo dudo, pero en cualquier caso, yo no estaré aquí para averiguarlo, que se diviertan.
-Espera Sandra. -la detuvo Olivia. -Alguien tiene que enseñarle el lugar a la recién llegada.
-¡Vamos!, no es por no ser amable, pero llevo aquí ocho horas y mi turno ya acabó, estoy seguro de que puedes olvidarte de las cámaras unos minutos mientras tú le muestras el lugar. Aquí nunca pasa nada.
-No Sandra, si trabajamos en parejas es para que una haga rondas y la otra vigile las cámaras, no podemos descuidarlas, enséñale el lugar y después podrás irte.
-Mmmm, está bien jefa. -dijo con tono enojado. -bueno Raquel, mientras más pronto empecemos más pronto acabaremos, adelante.
Saliendo tras ella la seguí. Cuando nos fuimos Olivia tomó mis revistas y empezó a leer.
Sandra era una chica muy joven, tenía el pelo rubio y corto y era tremendamente guapa, ya que nos alejamos de Olivia le hablé.
-Lo siento por retenerte aquí.
-No te preocupes, no es tú culpa. -Dijo viéndome amistosamente. -Pero después de tanto tiempo aquí sin que nada ocurra cuando llega la hora de salir estoy ansiosa por irme. Olivia se toma todo mucho más en serio y a veces es un poco mandona, eso es todo.
-Ok.
-Bueno. -Me dijo. -Lo mejor será que te enseñe el lugar donde yo me distraigo un poco cuando me toca hacer mis rondas, ven.
Al poco llegamos al final de un pasillo y Sandra abrió una habitación con su tarjeta.
-Aquí está el cuarto de juegos. -Me mostró al entrar al amplio salón donde había desde mesas de juego hasta maquinitas. -Olivia me mataría si supiera que paso mis rondas aquí, pero es lo único que me permite distraerme y pasar el rato una vez que este lugar queda desierto después de las ocho.
-Genial. -Dije viendo a mi alrededor. -Estoy segura de que me divertiré mucho por aquí.
Empecé a sentir calor así que desabroché mi chamarra, cuando bajé el cierre una de las cuerdas que cargaba conmigo cayó al suelo, Sandra volteó a verla y yo me quedé congelada esperando su reacción.
-Puedo ver que vas a tener una sesión de sexo fetichista saliendo de aquí. -Señaló para mi sorpresa mientras se agachaba a recoger la cuerda para devolvérmela.
-No. -Respondí. -Pero tengo pensada una sesión de ataduras en este instante.
Mientras le decía eso saqué la pistola de shocks eléctricos que era parte del equipo de las guardias y solté una descarga en la nuca de Sandra antes de que pudiera incorporarse, el impacto fue suficiente para dejarla inconsciente.
-Y tú vas a protagonizarla. -Añadí. La chica no sospechó nada de mi aun después de ver las cuerdas, y estaba ansiosa de irse del lugar y olvidarse completamente de el, pude haber simplemente esperado a que se fuera para continuar con mi trabajo y no importunarla, pero eso no habría sido divertido.
Me agaché a desvestir a la chica, primero le quité sus zapatos y sus pequeñísimos calcetines, luego le quité la chamarra y la blusa y me sorprendí al ver que no llevaba sostén, finalmente le quité los pantalones y vi que tampoco llevaba bragas, además su pubis estaba recién y totalmente rasurado. Esto y el comentario que me había hecho sobre el sexo fetichista me hizo suponer que tenía a alguien esperándola para tener toda una noche de diversión. Bueno, odiaba interrumpir sus planes, pero iban a tener que reagendar.
Pensando donde podría dejar amarrada a la chica caminé hasta una mesa de billar y quité todas las bolas de su superficie, luego cargué el cuerpo de Sandra y la llevé hasta ella colocándola boca arriba, después volví por la cuerda que se me había caído y la até alrededor de su muñeca derecha, llevé el extremo de la cuerda hasta la esquina de la mesa, donde la até de nuevo alrededor de la pata de la mesa; a continuación saqué el resto de las cuerdas que había cargado conmigo y repetí la operación amarrando su muñeca izquierda y sus dos tobillos de la misma manera, cuando terminé la dejé en una segura, aunque no severa posición de spread-eagle, es decir con sus cuatro extremidades extendidas hacia cada extremo.
A continuación se me presentaba un pequeño problema, dado que la traviesa chica no llevaba ropa interior, no tenía que meterle a la boca para amordazarla, me puse a buscar apresuradamente por el cuarto de juegos algo que me sirviera para silenciarla antes de que despertara y a gritos echara toda mi misión a perder, finalmente encontré en uno de los juegos lo que podía usar, una pelota de hule espuma; me acerqué a ella y se la metí en la boca, quedé satisfecha al ver que la pelota se la llenaba totalmente, además tenía la ventaja de que al ser de un material suave no le resultaría muy incómoda, cuando Sandra despertara podría apretar la mandíbula y comprimir la bola, pero en cuanto dejara de hacer presión esta se expandería de nuevo, así que podía estar confiada de que no podría hablar hasta que alguien la encontrara.
Faltaba acabar de asegurarme que la chica quedara completamente indefensa, tomé un rollo de vendajes elásticos que también llevaba conmigo y lo abrí, lo envolví fuertemente alrededor de su cabeza, utilizándolo primero para vendarle los ojos y después para completar su mordaza de modo que no pudiera escupir la pelota.
La mayoría de la gente en mi profesión utiliza cinta adhesiva para amarrar a sus víctimas, pero yo siempre prefiero los vendajes elásticos, no solo cumplen la misma función, sino que son menos molestos para mis prisioneras. Así cuando son liberadas no sufren el dolor que provocaría el despegar la cinta de sus cuerpos desnudos. Siempre hay opciones a la hora de inmovilizar a un prisionero, y yo siempre elijo procurarles placer, sobretodo cuando mis víctimas van a estar inmovilizadas por largos periodos de tiempo, como casi siempre era el caso; además de que la experiencia sería más agradable para ellas, era posible que pasaran el tiempo concentrándose en el placer que recibían en vez de en buscar como escapar, lo cual funcionaba mejor para mi.
Hablando de placer, me quedaba un detalle antes de acabar con Sandra, yo siempre cargaba conmigo algunos vibradores que pudiera usar en mis prisioneras, llevaba uno conmigo y lo ajusté sobre la vagina de la todavía inconsciente chica, ajustándolo con las correas alrededor de su cintura y muslos, cuando vi a la chica indefensa con el aparato entre sus piernas recordé a Cecilia y pensé en cuantos orgasmos habría tenido hasta ahora que llevaba hora y media amarrada. Metí mis manos entre las piernas de Sandra y prendí el vibrador el cual puse en una potencia media, de este modo le sería posible alcanzar muchos orgasmos durante toda la madrugada, pero no serían inmediatos y tendría que usar un poco de imaginación para estimularse y alcanzarlos, esto haría que su tiempo en bondage fuera mucho más interesante; sentía que estaba en deuda con la chica, después de todo se iba a perder toda una noche de fiestas en centros nocturnos y diversión con su pareja solo porque yo quería amarrarla. Así esperaba pagar esa deuda.
Tomé las esposas de Sandra y también me lleve sus calcetines, antes de irme volteé a ver de nuevo a la chica atada. Solo el sonido del vibrador rompía el silencio. Sentía muchas ganas de quedarme ahí y ver como reaccionaba cuando finalmente despertara, pero tenía trabajo que hacer y más personas que amarrar antes de llegar a mi objetivo, la noche no duraría por siempre así que salí del cuarto a continuar con mi misión.
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