28 de septiembre de 2010

Historia Perdida. Capítulo 1

Hace unos días les hablé de las historias que me encantaban, pero que no guardé y ahora solo tengo como recuerdos, también les dije que empezaría a escribirla aquí de acuerdo a como la recordaba. Hoy publico el primer capítulo de una de esas historias. No se quien fue el autor original pues hace años que desapareció de la red, pero no es un trabajo original, solo una versión libre. Espero que les guste y déjenme saber lo que piensan.


 Todas las historias de bondage en el blog están aquí




Capítulo 1

Eran las diez y media cuando bajé de mi auto y me metí al edificio de apartamentos. Yo trabajaba como espía industrial y esta noche iba a dar un golpe que llevaba un tiempo preparando y por el cual me iban a pagar muy bien, como era mi costumbre no había pedido muchos detalles, pero esencialmente tenía que infiltrarme en una empresa y robar algo de información que, aparentemente, era muy valiosa y por la cual quien me había contratado estaba dispuesto a darme una buena cantidad de dinero, eso era realmente lo único que me importaba. Antes de dirigirme a la sede de la compañía tenía que dar un primer golpe, para lo cual estaba vestida como una repartidora de pizzas.
Subí las escaleras hasta encontrar el departamento que buscaba, toqué el timbre y esperé, al poco oí que ponían la cadena a la puerta y una mujer, recién bañada y cubierta solo con una bata y con una toalla envuelta en la cabeza, la abrió; por mis investigaciones sabía que ella se llamaba Cecilia Barrientos, que era una guardia de seguridad en la empresa y que tenía el turno de media noche. Lo que ella no sabía era que un imprevisto le impediría presentarse al trabajo y en su lugar mandarían a una suplente, la cual por supuesto sería yo.
-¿si? me dijo en cuanto me vio.
-Hola señorita, le traigo su pizza. Dije con una amplia sonrisa.
-Yo no ordené ninguna pizza.
Volteé a ver el paquete térmico de la pizza y leí la dirección.
-¿estoy en calle Juan Jiménez #32 - 201?
-Sí, es aquí.
-¿El teléfono es 57883605?
-No, lo siento, pero está equivocado.
Se disponía a cerrar la puerta cuando solté una pequeña maldición y le dije.
-por favor, espere, mire esta pizza es probablemente para uno de sus vecinos, pero deben haberme dado mal el número, ¿podría usar su teléfono un segundo para hablar a la pizzería y comprobar la dirección?, de lo contrario no voy a poder entregar esto a tiempo-. Ella me vio con un poco de desconfianza y pareció dudarlo, por lo que puse el gesto más suplicante que me fue posible. -Por favor, solo me tomará un minuto.-
-Está bien.- dijo finalmente, y emparejó la puerta para poder correr el cerrojo, tras lo cual me dejó pasar. -El teléfono está en ese buró-.
Había cometido un grave error al dejarme pasar, uno que seguramente no repetiría después de esta noche. Caminé al teléfono y, tras colocar el empaque de la pizza junto a mi, me senté en el sillón y marqué un número falso. Mientras fingía esperar a que contestaran señalé la pared y pregunté.
-¿ese reloj tiene la hora correcta?
Sabía que instintivamente Cecilia voltearía a verlo.
-Sí, está bien.
Cuando volteó de nuevo a verme se encontró con que le estaba apuntando con una pistola.
-¡Dios mío!… ¿qué quieres? Dijo sorprendida.
-Quiero que levantes las manos y que hagas todo lo que te ordene. No me causes problemas y no te haré daño.
-Ok.- dijo alzando sus brazos. -no dispares.-
- Muy bien, llévame a tú cuarto. Ordené.
Cecilia entró a la habitación y yo la seguí a una distancia segura, en su cuarto encontré lo que quería, en primer lugar su uniforme de guardia estaba colocado sobre una silla, por el otro su cama tenía cuatro postes que pronto me serían de utilidad. Coloqué el empaque de la pizza, dentro del cual no había comida, sino todo el material que pronto usaría en ella, sobre su buró. La mujer me veía ligeramente nerviosa, pero sobre todo curiosa sobre que era lo que quería obtener de ella; no tenía enemigos personales que quisieran hacerle daño, pero se notaba que me había tomado demasiadas molestias para entrar a su departamento para tratarse de un simple robo.
-Muy bien- volví a decirle. -Quítate la bata-.
Hasta ese momento Cecilia no se sentía expuesta con su escasa vestimenta, pero en cuanto le ordené que se desvistiera en vez de obedecerme acercó sus manos a la bata y la cerró lo más posible.
-¿qué me vas a hacer?
-Desde mi punto de vista- contesté, alzando la pistola para darle más énfasis a mis palabras -te voy a hacer cualquier cosa que se me de la gana-.
La chica abrió desató el cordón y dejó caer lentamente la bata al suelo, como si esperara que me arrepintiera y la detuviera. Ya desnuda se cubrió lo mejor que pudo el cuerpo con sus brazos mientras bajaba la mirada avergonzada.
-quítate también la toalla.
Con un brazo hizo lo que le ordené y su largo cabello castaño, aun húmedo, cayó sobre sus hombros. Satisfecha me permití darle una buena ojeada a su cuerpo y luego saqué un par de esposas del empaque de la pizza.
-pon tus manos en la espalda.
Aprehensivamente me obedeció perdiendo la poca protección que todavía le quedaba. Con las esposas en una mano y la pistola en otra me acerqué, y apuntándole a la sien para asegurarme que no intentara nada le encadené las manos a la espalda. Satisfecha de tenerla al menos parcialmente inmovilizada, me relajé y dejé la pistola sobre el buró, después saqué un rollo de vendajes elásticos y me volví a acercar a ella, abrí el paquete y lo usé para vendarle los ojos, al poco estaba segura de que era imposible que la chica pudiera ver absolutamente nada.
-Muy bien, acuéstate boca abajo en tú cama.
Cecilia, al no poder ver nada dudó antes de dar empezar a andar, decidí ayudarla un poco y, tomándola de su brazo izquierdo y de su hombro derecho la dirigí a su cama, una vez arriba, y dado que no podía usar sus manos tuvo que hacer unos movimientos un poco raros para recostarse, pero finalmente logró hacerlo. Sonreí cuando la vi cerrar sus piernas todo lo que le era posible buscando protegerse, no iba a servirle de mucho.
Saqué otro par de esposas del empaque, y, dado que me iban a faltar otras, agarré también las que colgaban del cinturón del uniforme de guardia, con cada una de ella le esposé los tobillos a los postes de la cama, obligándola a abrir completamente sus piernas, ahora estaba inmovilizada en una posición de Y invertida y estaba totalmente expuesta, al verla saboreé lo enormemente vulnerable que se debería estar sintiendo.
-¿qué quieres de mi?- preguntó, ahora visiblemente alterada.
-no te preocupes por eso- le dije, y continué con mi trabajo.
Había algunas cosas que no había cargado conmigo, porque sabía que tendría material de sobra una vez que estuviera en su habitación. Caminé hacia su armario y abrí el cajón de hasta arriba, ahí estaba justo lo que quería; todos las bragas de Cecilia. Seleccioné dos de ellas y entonces un objeto brillante llamó mi atención, lo saqué y vi que era lo que suponía. Un vibrador, el mejor amigo de toda mujer soltera, algunas cosas simplemente estaban destinadas a ser. Lo dejé afuera del armario y, haciendo bola sus calzones, me volví a acercar a mi indefensa prisionera, la tomé de la barbilla y le ordené.
-Abre tú boca.
Suponiendo lo que iba a hacerle Cecilia apretó sus labios todo lo que le fue posible.
-Recuerda que tengo una pistola.
-¡Oh, vete al demonio!-. Me gritó.
-tss, tss, tss. Esa no es una linda forma de hablar, lo vas a pagar.-
De hecho no iba a hacerle nada más aparte de lo que ya tenía pensado, pero ella no necesitaba saberlo. Le metí sus dos calzones en la boca, cuando acabé sus mejillas estaban abultadas, su lengua oprimida hacia abajo y no podía cerrar su quijada, era una dura mordaza, pero todavía no acababa, tomé un nuevo paquete de vendajes y los usé para envolverle completamente la boca, de esa forma no tendría modo alguno de poder escupir sus bragas.
Faltaba poco para terminar ahí, con Cecilia ya absolutamente vencida e indefensa me acerqué a su mesita de noche y prendí el radio, lo sintonicé en una estación de jazz suave para relajarla y dejar que la música le hiciera compañía, lo puse a un volumen bajo, nada que fuera a molestar a un vecino en medio de la noche.
Después levanté la bata de la chica del suelo y le quité el cordón, lo usé para amarrarla un poco más atándolo alrededor de sus codos, acerqué estos todo lo que pude asegurándome de no lastimarla, ahora sus brazos estaban completamente inmovilizados, y la atadura la obligaba a curvar su espalda, lo que la hacía oprimir sus pequeños pechos contra la cama. Incapaz de moverse, ver o hablar mi trabajo con Cecilia estaba terminado, pero si bien no era necesario le iba a hacer algo más, un toque final a mi obra de arte.
Volví a ir a su ropero y esta vez traje su vibrador el cual coloqué sobre su clítoris, cuando hacia esto sentí que sus genitales ya estaban húmedos, tal vez le excitaba estar indefensa, tal vez antes de esta noche no se había dado cuenta de ello. La chica soltó un leve gemido en cuanto coloqué el vibrador en su pubis, probablemente reconociendo el aparato por el tacto, yo tomé las correas del aparato y las ajusté alrededor de su cintura y muslos asegurándome de que se quedara firmemente colocado en su lugar sin importar cuanto pudiera Cecilia intentar librarse de el.
Lo que seguía le daría a mi víctima mucho placer y también me mostraría que tan efectiva era su mordaza.
-Espero que le hallas puesto nuevas baterías-. Susurré a su oído.
-mmmppphhh, mmpphh.- contestó ella mientras negaba con su cabeza, rogándome que no lo hiciera, pero su suerte estaba echada; metí mi mano entre sus piernas y puse el vibrador a máxima potencia.
-MMMMPPPPHHHH- gritó ella mientras su aparato comenzaba a estimularla.
Finalmente dejé a Cecilia y me puse a hacer mi trabajo, me quité el uniforme de repartidora y me puse el de guardia de seguridad que había venido a llevarme, revisé que todo lo que necesitaba estuviera a la mano, la tarjeta de estacionamiento de la empresa y la identificación de la chica para poder infiltrarme. Después salí del cuarto y tiré el uniforme de repartidora a la basura; se lo había quitado hace unos días a una pobre chica a la que también tuve el gusto de amarrar y, si en algún momento me hacía falta un nuevo disfraz, sería divertirlo volver a robárselo a otra. Para terminar limpie cuidadosamente mis huellas digitales del teléfono, del timbre y de todo lo que había tocado.
Era hora de irme, pero antes volví a entrar al cuarto de Cecilia para ver como le estaba yendo, la vi con su cuerpo cubierto de sudor, con sus piernas completamente tensas, moviendo su cadera rápidamente de arriba hacia abajo y haciendo ruidos que parecían unos mugidos de vaca, pocos segundos después alcanzó el orgasmo y estalló en placer, pero, sin darle un momento para relajarse, el vibrador que trabajaba a máxima potencia comenzó una vez más a estimularla. Cerré la puerta para dejarla gozar sola, le quedaba una larga noche y la que había visto no era sino la primera de muchas explosiones de placer. Suponía que a la mañana siguiente, cuando alguien averiguara el desastre que pronto iba a provocar en su empresa, mandarían a alguien a ver donde estaba, y solo entonces la encontrarían y liberarían. Por mi parte me había divertido mucho con ella, pero era tiempo de seguir con mi trabajo.

Continuará.

2 comentarios:

  1. buena la historia hermano, estoy leyendo un poco tu blog y me da mucho gusto encontrar gente que piense como vos sobre este tema... comparto...
    AMOR!

    ResponderEliminar