31 de octubre de 2014

La ladrona

Perdón por retrazar un día la actualización del blog. Pero no pude acabar de traducir una historia que hoy ya les tengo lista.
Es una que leí hace mucho en una página de un cuate que tenía dos fetiches, el bondage y los impermeables de plástico. La historia siempre me gustó mucho, a pesar de los elementos de los impermeables que a mi me daban absolutamente lo mismo. Pero la relación de lso dos personajes a través del bondage me encantó.

La he traducido reduciendo al mínimo los elementos del PVC, espero la disfruten.


Todas las historias de bondage del blog están aquí



La Ladrona


Por Mason septiembre de 2007.



-¡Hey!- Mi grito furioso resonó por toda la tienda mientras la pequeña mujer de cabello negro corrió hacia afuera antes de que tuviera tiempo de bloquear la salida. Me asomé hacia afuera: no tenía oportunidad de alcanzarla, había desaparecido entre el viento y la lluvia como si hubiera sido un espejismo. Sólo me quedaba esperar que por lo menos apreciara el costoso impermeable negro que se había robado. Sin duda la mantendría seca, era de calidad.

Así me gano yo la vida, vendiendo impermeables de todo tipo, y últimamente me iba bien pues estaban de moda. Sólo se había necesitado que la celebridad de moda apareciera con un chubasquero amarillo en la alfombra roja del último festival de moda, para convertir lo que era un accesorio pasado de moda en algo que todas querían vestir. Nunca hay que subestimar el poder de las celebridades. Es curioso que hasta ahora nunca hubiera pensado en ello.

El relanzamiento de los impermeables plásticos como un artículo esencial en el guardarropa de las jóvenes, coincidió con la apertura de mi pequeño establecimiento en una calle poco transitada cerca de la zona de mi ciudad dónde se instalaban las tiendas de las más grandes marcas. Mi negocio es más un asunto de gusto por lo que hago y no un intento de aprovechar esta moda. Pero para mí era un deleite que estos días me fuera tan bien con las ventas.

La vida era buena, aunque siempre estaba en el horizonte el problema de que si las ventas bajaban tendría problemas para mantener abierto el negocio, ya que los gastos como la renta continuaban aumentando. Por esa razón estaba bastante molesto al no poder impedir que una pieza de diseñador que costaba más de mil pesos desaparecía por la puerta. La mayoría de la gente es buena, pero nunca faltan aquellos que prefieren salirse con la suya y no pagar por nada, sin importarles que estén poniendo en riesgo el negocio y el modo de vida de otras personas.

Probablemente era el momento de apechugar e instalar un sistema de seguridad. Yo no podía vigilarlo todo, todo el tiempo. Y unas cámaras harían que todas las ladronzuelas se lo pensaran dos veces antes de llevarse algo.



Dos días después mi pequeña tienda se había convertido en una fortaleza. Nada obvio ni intimidante, sólo un par de cámaras colocadas en lugares ostentosos, y un monitor que los clientes podían ver al entrar a la tienda, junto a una advertencia que indicaba que  se estaba grabando. Asimismo, reordené los estantes para eliminar algunos puntos ciegos. Dicen que la prevención es la clave para evitar robos, y la gente que instaló el sistema eran expertos que me enseñaron que cosas vigilar. Sobre todo me advirtieron que me fijara en personas que llevaran abrigos o bolsos grandes, y en comportamientos sospechosos como estar viendo constantemente a su alrededor. Los verdaderos clientes se dedican a ver los productos en venta, no a monitorear la posición de los empleados. También me dijeron que era muy importante que saludara a toda persona que entrara en la tienda, no sólo por amabilidad y cómo una buena práctica de negocios, sino para que supieran que estaba al tanto de su presencia. Después de todo mis ojos y mi instinto eran la mejor herramienta de seguridad que tenía.

Me causó un poco de molestia que durante las siguientes semanas nada pasara, pues quería comprobar la calidad del sistema, aunque claro, todo debía significar que el nuevo método de prevención estaba haciendo que los potenciales ladrones se lo pensaran dos veces. Mi inventario computarizado no había detectado ninguna disminución inusual en mis productos, así que todo iba bien. Si la disuasión la clave del éxito, entonces aquí estaba funcionando de la mejor manera posible.

Todo fue sin problemas hasta el día que una chica, con un largo cabello decorado con luces púrpuras y naranjas se asomó a mi negocio. Si bien sabía que no se debe juzgar a nadie por sus apariencias (una aparentemente noble anciana puede robarte tanto como la adolescente de peor aspecto), inmediatamente sentí desconfianza por esta joven. Vestía pantalón con estampados militares, un par de botas negras y una chaqueta naranja sobre una camisa blanca y ajustada que dejaban ver muy bien su par de bien formados pechos.

Tragué saliva antes de darle la bienvenida, sus inteligentes ojos azules se posaron insolentemente sobre los míos y yo dejé entrever una sonrisa no del todo falsa preguntándole si podía ayudarla.

La chica no parecía feliz al verme, su respuesta fue corta y parca –sólo… estoy viendo.-

-Muy bien, déjame saber si necesitas algo.-

Asintió y me dio la espalda. Fue entonces cuando noté que también llevaba una gran bolsa de compras que apenas llevaba nada adentro. Inmediatamente me puse en estado de alerta, esta mujer significaba problemas. Tuve ganas de pedirle que se fuera, pero no me atreví, ¿qué tal si era una cliente auténtica? Su interés por unas gabardinas al fondo de la tienda era real por lo que podía apreciar en el modo en que los admiraba. Pasaba de artículo en artículo sintiendo cada uno de ellos y estudiando hasta sus más mínimos detalles.

Finalmente eligió un impermeable naranja, que llevaba capucha y varios bolsillos. Hasta ahora se había comportado como cualquier cliente, ignorándome por completo mientras tomaba la prenda en sus manos. La luz de la mañana se metía por las ventanas y la bañaba con un brillo dorado, ella alzó la vista viendo a su alrededor, con un gesto casi culpable. Nuestras miradas se cruzaron por un momento, pero ella desvió la suya casi de inmediato, y colocó de nuevo el impermeable en el estante, para luego caminar a otra zona de mi tienda. En ese momento la puerta se abrió y una pareja entró.

Contrario a la otra chica, los recién llegados sabían exactamente lo que querían y me lo pidieron. Me di cuenta de la penetrante mirada de la joven mientras me alejaba de la caja para mostrarles los artículos que querían ver, tras observar varias opciones eligieron uno y se lo probaron, observé a la pareja mientras se observaban en el espejo, y fue en este momento de distracción que la chica actuó. Se abalanzó hacia la puerta con rapidez tal que casi no la veo. Su bolsa se veía mucho más llena, y la prenda que tanto le había interesado ya no estaba entre sus compañeras de estantería.

-¡Hey!- dije con repentina furia mientras ella abría la puerta que daba a la calle- ¡Detente!

Se frenó por un instante, viéndome con culpa, antes de retomar su carrera. Olvidándome de los sorprendidos clientes, corrí detrás de ella. Vi como desaparecía momentáneamente por una esquina, pero la volví a ver al seguir su dirección. Su colorido cabello se agitaba mientras aumentaba su velocidad esquivando al resto de los peatones cómo si fuera Pelé buscando un gol, por lo cual no me era difícil seguirla a pesar de la distancia.

-¡Detengan a la ladrona!- Grite.

No tenía oportunidad de alcanzarla, además de la ventaja que llevaba, yo no tenía la mejor condición. Sin embargo la ira me dio un par de alas con las que no contaba y mantuve el trote.

Entonces, un milagro ocurrió, se tropezó y cayó sobre los brazos de una mujer obesa que, intentando mantener el equilibrio se agarró de ella frenándola en seco. Las dos cayeron al suelo y en mientras se levantaba pude alcanzarla y agarrarla por su cabello morado al momento que intentaba reemprender la carrera.

La chica gritó sorprendida e indignada, dando un violento giro con el que pretendió escaparse de mi mano, que ahora la agarraba por la muñeca.

-No tan rápido perra- Gruñí -¿dónde crees que vas?-

-¡Suéltame!- exigió.

-Creo que tienes algunos artículos que me pertenecen- contesté con una tranquilidad que no sentía.

-Déjame en paz -gritó- No tengo nada.

-Entonces no te importará que revise tu bolsa- contesté fríamente. Ella luchó por soltarse con más fuerza, pero yo la mantuve prisionera, estaba decidido a que no se me escapara.

Cerró los ojos mientras negaba con la cabeza –No tienes derecho- dijo débilmente –Te demandaré

-La ley dice que puedo usar fuerza razonable para detener a cualquiera que me esté robando- Dije con seguridad –te soltaré una vez que vea tu bolsa. De lo contrario no me dejarás otra opción que llamar a la policía.

-¡Está bien, está bien! ¡Tú ganas!- exclamó mientras me daba la bolsa con ira. –siento mucho haber tomado ese impermeable. Ahora por favor déjame ir-

-No lo creo- dije mientras agarraba con más fuerza su delgado brazo por arriba del codo –estoy harto de gente como tu que me roba, además no sólo has sido grosera, sino que mentiste. Ahora vamos de vuelta antes de que pierda el temperamento.

-Oh, vamos. Ya me disculpé ¿no?-

-Un lo siento no te va a sacar de esta, vuelves conmigo a la tienda te guste o no.-

Se levantó sola, y me permitió escoltarla de vuelta a la tienda. De pronto recordé que había dejado la tienda vacía, con varios clientes que no habían pagado sus compras. Probablemente ya se habían ido con miles de pesos en mercancía, si es que no habían aprovechado para llevarse todo con ellos. Me entró una terrible urgencia de volver al negocio, y apurando el paso di fuertes jalones a mi indispuesta acompañante mientras giraba la esquina.

La pareja aún estaba ahí, en la calle, viendo en mi dirección. Solté un suspiro aliviado al acercarme y sonreírles. –Hola- dijo la chica al verme.

-Hola- sonreí sin saber que decir –uh. Gracias por cuidar mi tienda-

-Fue un placer- dijo- además no íbamos a irnos sin pagar por estos adorables impermeables-.

Sonreí de nuevo, mientras mi obligada acompañante se tensó con incomodidad.

-Gracias de nuevo, ahora con mucho gusto les cobro antes de encargarme de… ella-

La pareja asintió mientras veían con desaprobación a mi prisionera, que trataba de contener unas lágrimas producto de su frustración.

-Gracias a ti por atendernos tan bien, recomendaremos tu tienda a nuestros amigos-



Después de despedir a la pareja, a quienes les di un 25% de descuento, cerré la puerta y colgué el letrero de CERRADO. Entonces volteé a ver a la chica que temblaba un poco, y que había perdido toda su descaro anterior.

-Muy bien- dije –te gustaría explicarme porque sentiste que era necesario robar mi impermeable.

-Um… porque… me gustó- dijo murmurando antes de agregar –es muy bonito.-

-Eso no es suficiente razón- respondí secamente – robar algo que no te pertenece no sólo está mal; también es un crimen perseguido por la ley –Me detuve y la vi unos segundos antes de continuar- Trabajo muy duro para ganarme la vida, para poder comer, beber y pagar mis cuentas, algo que parece a ti no te gusta hacer.

-Lo siento mucho- murmuró –Ahora por favor déjame ir.

-No tan rápido jovencita- le dije enojado -¿Crees que te vas a librar de esto tan fácilmente? Creo que lo mejor es que te entregue a la policía, de lo contrario no vas a aprender nada.

-¡No!- me interrumpió abruptamente –no por favor, no me entregues a la policía.

-Bueno- dije con deliberada lentitud –si me das una buena razón por la cual no debo entregarte a la policía y demandarte… ¿has estado en problemas con la justicia antes ¿verdad?, no me ha gustado tu actitud chica, yo diría que estás en muchos problemas.

La chica hundió el rostro en sus manos .Lo siento, de veras que lo siento, se que lo que hice… robar y todo eso… se que está mal.

-Sólo lo sientes porque te atrape- dije con sarcasmo –ya me cansé, vamos con la policía.

-¡No!- gritó desesperada agarrando mi brazo para enfatizar sus palabras –Yo… haré lo que sea, cualquier cosa que me pidas pero por favor… no me entregues a la policía.-

-¿lo qué sea?- pregunté

-Sí… lo que sea- dijo esperanzada mientras sus hermosos ojos azules me suplicaban que le diera otra solución al asunto.

-No voy a dejar que te vayas de esto sin consecuencias- dije con cuidado –no puedo dejar que te vayas así o de lo contrario no aprenderás ninguna lección. Y si lo que me estás ofreciendo es sexo, olvídalo.

-Ok- dijo asintiendo –Entonces… ¿qué quieres que haga?-

-Tengo una idea- dije sin aliento mientras mis pensamientos elucubraban un plan que dudaba en llevar a cabo. Estaba mal, y lo sabía, pero probablemente nunca iba a tener una oportunidad así en la vida. Además sabía que ella no tenía otra opción más que aceptarlo. Sí, me estaba aprovechando de ella. Pero bueno, la vida no es justa, y no estaría en esta situación si no hubiera intentado robarme. No necesité otra justificación para llevar a cabo mi plan.

-¿Cuál idea?- dijo suspirando resignada.

-Cómo te dije, no puedo dejar que te vayas así nomás, así que he decidido que te vas a quedar aquí hasta que cierre la tienda, como si estuvieras detenida. Cuando cierre la tienda te dejaré ir… pero sólo si te has portado bien.

-Oh- dijo en una pequeña, casi inaudible voz, podía ver que intentaba ver si había gato encerrado.

-Si ya lo sé- dije haciéndome el conocedor –Debes pensar que soy un tonto o algo semejante, crees que será muy fácil salir por la puerta en cualquier momento que esté ocupado ¿no?

La expresión en su rostro me mostró que había dado en el clavo.

-Pues no es así, y para evitarlo te voy a tener apresada.

-¿Huh?... ¿apresada?

-Así es, prisionera. Te voy a amarrar.

-¿QUÉ?- dijo incrédula –no puedes… te voy a demandar por abuso, por violencia, por secuestro.

-No vas a hacer nada de eso- le dije con seguridad –te atrapé en el momento en que me robabas, y está todo grabado ¿lo quieres ver? Después intentaste huir y yo efectué un arresto ciudadano. Si te vas y buscas acusarme, simplemente diré que te amarré mientras buscaba ayuda y que te escapaste, nadie te va a creer a ti.

Vencida, bajo la cabeza.

-Todo esto es tú culpa- dije sin remordimiento –es tu castigo por robar, por ser grosera y por mentir. Lo mejor que puedes hacer es aceptarlo, verlo desde un punto de vista positivo y todo terminará antes de que te des cuenta. De lo contrario… -No concluí la frase, pero ella sabía que su única alternativa era esto o la policía.

-Está bien, está bien. Me puedes amarrar- dijo con resentimiento y resignación –pero no entiendo por qué es necesario.

-Porque yo lo digo- dije, sintiendo lástima por unos segundos por la chica antes de ignorar esos sentimientos. Le vi su triste cara. Era bonita, muy bonita… si la hubiera conocido en otras circunstancias… Sacudí esas ideas de mi cabeza y continué.

-Esto es un castigo, recuérdalo- el miedo en sus ojos era notable –No te preocupes, no voy a lastimarte, sólo te voy a dejar quietecita para que puedas pensar en tu comportamiento.

-Sí, está bien- dijo suspirando.

-Así está mejor, la cooperación es la mejor manera de que esto acabe pronto. Por cierto ¿cómo te llamas?

Pensó por un momento, antes de contestar desganada –Melisa.

-Es un lindo nombre, yo soy David. Desearía que nos hubiéramos conocido en circunstancias más agradables.

-Una pequeña sonrisa apareció en su rostro pero se desvaneció instantáneamente. –sí, yo también.

No sé porque, pero no podía evitar que esta vivaz y expresiva criatura me agradara, a pesar de su comportamiento anterior. Había algo en Melisa que generaba simpatía y tuve que esforzarme para seguir con mi papel.

-Bueno… si eres tan gentil puedes venir conmigo- dije con exagerada cortesía –y comenzaremos.

-Uh… ¿a dónde vamos?- Preguntó un poco nerviosa.

-Yo vivo aquí, en un piso sobre la tienda de hecho, pero aquí atrás hay un pequeño almacén, con baño y cocineta. Te voy a amarrar ahí.

Suspiró con fuerza. –Ya veo… ¿es esto realmente necesario? No quiero estar amarrada.

-Es necesario- contesté cortante –Es tu castigo ¿recuerdas? Pero aún puedes arrepentirte si prefieres explicarte con los policías.

Melisa hechó la cabeza para atrás con cierta desesperación. –Ok, ok, tú ganas. Sólo amárrame y terminemos- dijo algo desafiante.

-¿alguna vez has estado atada antes?

-Errr… No

-Bueno, siempre hay una primera vez- dije burlón –no te preocupes, no tengo ninguna intención de lastimarte. Inmovilizarte sí, hacer daño, no.

-Vaya, muchas gracias por ser tan considerado –contestó con sarcasmo- Cómo si tuviera elección.

-La tuviste, y elegiste robar- dije mientras señalaba la puerta –después de ti- añadí con falsa cortesía.

-Wow- dijo Melisa al entrar al almacén, que estaba lleno de mercancía que aún no salía a la venta.

-Son hermosos- dijo con unos ojos que acusaban su deseo de tenerlas, mientras olvidaba por unos segundos porque estaba allí.

-Sí, lo son. A lo mejor, si te portas bien, te deje probarte algunos antes de que te vayas a casa.

-¿en serio? Gracias.

Contra todos mis instintos empecé a sentir afecto por esta extraña chica, mientras veía a su alrededor con la mirada de una niña en una tienda de caramelos.

-Será más tarde- dije, mientras colocaba una silla al centro de la habitación. Era una silla vieja con un respaldo curvo, formado a base de una serie de barras separadas por unos centímetros, sus cuatro patas eran firmes y estaban unidas por otras barras tanto delante como atrás. Noté como Melisa la veía con aprehensión mientras la colocaba en su sitio.

-Muy bien, desvístete- dije con una tranquilidad que no sentía.

-¡Qué?

-Ya me escuchaste, desvístete, quitate la ropa- Contesté.

-P… pero ¿por qué?- expuso.

-Porque quiero estar absolutamente seguro de que no estás escondiendo nada más.- Expliqué. –Es un procedimiento estándar… -eso era una absoluta mentira, lo único que quería era observar su hermoso cuerpo.

Melisa exhaló con una fuerza que pudo haber movido las prendas colgadas en las perchas. -¿por qué tendría que obedecerte?

-Cómo quieras, ya sabes que si no obedeces te toca la policía, y quien sabe a quien asignarán para que te revise.

Su mirada llena de furia me atravesó como dagas, al tiempo que dejaba caer su chamarra al suelo. Si las miradas mataran yo habría fallecido en ese momento. Hizo una pausa y hundió su mirada en el suelo mientras con una fría voz preguntó -¿todo?

-Todo- dije asintiendo, y guardando silencio unos segundos antes de añadir –Bueno, puedes quedarte con tu sostén y tus calzones.

-Caray, muchísimas gracias- añadiendo en tono de queja –eres malo.

-Ni la mitad de malo que las robatiendas- le recordé.

Me sorprendió ver que Melisa asentía. –Sí…- Cerró sus ojos e inhaló profundamente. –Ok, voy a hacerlo- Exhaló antes de hincarse y desatar las agujetas de sus botas. El espectáculo que procedió es uno que no voy a olvidar en la vida. Después de descalzarse y colocar sus botas a un lado, Melisa, aparentemente sin vergüenza, se quitó los pantalones, mostrando un par de calcetas color crema y unas bragas de encaje color naranja. Lindo… Mi garganta estaba seca. Melisa continuó quitándose su top blanco rápidamente, quedando semidesnuda y con un sostén que hacía juego con sus calzones, su ropa interior era lo único que protegía lo que le quedaba de modestia.

-¿ya estás contento?- Preguntó secamente –¿Ya viste suficiente?

Hice un gesto incómodo. Melisa era una de las mujeres más hermosas que había visto. Sus curvas hacían de su cuerpo un sueño hecho realidad. Sus pechos redondos estaban alzados firmes y orgullosos, como si estuvieran ansiosos de llamar la atención. Yo esperaba que no alcanzara a notar lo mucho que me gustaba.

Para distraerla la dejé probarse una de las prendas.

-Oh… dijo la chica, y tímidamente eligió una que se puso y se probó.

-Wowwww- es lindo, y se siente muy bien.

-Tienen calidad 100% garantizada- dije con mi mejor voz de vendedor.

Por primera vez Melisa rio –Me llevaré uno sin duda.

Decidí que no era el momento apropiado de recordarle que ya lo había intentado y sólo dije –ese modelo es muy popular.

-Puedo ver por qué. Lo adoro.

Melisa se veía hermosa, la chica estaba admirando su reflejo en un espejo empotrado en la pared y yo sonreí de nuevo antes de proseguir.

-Lamentó acabar con la fiesta, pero es hora de continuar.

-Sí, está bien- dijo suspirando mientras clavaba los ojos en una caja que había sacado de un armario mientras ella se ponía la prenda. Estaba llena de cuerdas y otras cosas de esas que uno va acumulando y nunca utiliza.

-¿me vas a amarrar ya?

-Sí- dije feliz, - te voy a amarrar, quítate la ropa que te estabas probando y pon tus manos en tu espalda.

Melisa obedeció con sorprendente prontitud y obedientemente cruzó sus manos detrás de ella, listas para recibir la cuerda. Afortunadamente había estado organizando la semana pasada, y seleccionar la cuerda que necesitaba fue cuestión de segundos. Me gusta ser organizado, nunca sabes cuando te va a servir de algo.

Empecé mi trabajo esperando que Melisa no notara lo mucho que estaba temblando mientras sujetaba sus muñecas la una a la otra. Pasé la cuerda varias veces de forma diagonal, anudándola con cuidado antes de completar la atadura con pases verticales que le quitarían cualquier oportunidad de escape. Me fijé muy bien que todos los nudos estuvieran atados dónde sus dedos no pudieran alcanzarlos. A lo mejor exageraba, pero cuando amarro a alguien me aseguro de que se quedará amarrado, había aprendido mucho en mi niñez como boy scout.

-Ooh- dijo en una voz muy bajita mientras sin éxito trataba de aflojar las ataduras antes de rendirse –No creo que me vaya a poder escapar.

-esa es la idea. ¿te lastima?

-No, estoy bien

-Me alegra oírlo, por favor siéntate.

Melisa se sentó con cuidado, y yo la ayudé a pasar sus manos sobre el respaldo, que quedó justo debajo de sus axilas.

-Ponte cómoda, vas a estar ahí un buen rato.

-Sí, sí- contestó un poco cansada, pero luego añadió con una media sonrisa –has lo mejor que puedas.

-Lo haré- dije con una falsa seriedad, mientras sospechaba que la chica había volteado las tablas y controlaba la situación a pesar de su situación. Sus ojos me miraban fijamente y yo tuve la incómoda sensación de que me lía el pensamiento y de qué sabía la verdadera razón por la que hacía esto. Con prisas, tomé otra pequeña cuerda antes de arrodillarme y tomar uno de sus tobillos. Su curiosidad era palpable mientras yo dirigía su pierna izquierda a la correspondiente pata de la silla, para atarla en ese lugar. Lugo hice lo mismo con la otra, dejándola en una poco elegante posición que la mantenía con las piernas abiertas y con su pubis a la vista. Melisa ya estaba atada de pies y manos.

-Wow… Estoy realmente indefensa- comentó mientras probaba las ataduras.

-Odio decirlo, pero creo que no vas a poder ir a ninguna parte en un rato- Sonreí.

-Creo lo mismo- contestó –Y… ¿ahora qué? ¿esto es todo?

-Pensé que preguntarías- respondí mientras seleccionaba nuevos y más largos pedazos de cuerda –Aún no, no he terminado de atarte.

-¿De verdad estás tan preocupado de que me escape?- cuestionó

-Algo así- contesté antes de añadir –además… me gusta amarrar a chicas lindas como tú-

-Lo sabía, sabía que había algo más detrás de esto- dijo –Muy bien, amárrame todo lo que quieras, diviértete. Pero asegúrate de que quede bien sujeta, porque cómo me escape…

-No te preocupes, no podrás- contesté –te voy a dejar bien atadita.

Sin darle tiempo a contestar, doblé la nueva cuerda en dos pasándola sobre sus hombros y colocándola justo debajo de sus hermosos pechos, sus ojos se abrieron conforme apreté la cuerda y alrededor de su pecho, sos brazos y el respaldo de la silla. Melisa estaba firme como estatua conforme la inmovilizaba, sus ojos abiertos como platillos observaban sus senos, que ahora estaban rodeados por cuerdas arriba y abajo, cuerdas que estaban lo suficientemente apretadas para ayudar a que su anatomía se viera mejor aún, al ponerlos más firmes, enfatizando su feminidad. Era una imagen tan bella que me costó separar la mirada de ellos.

Melisa se fijó en mi insistente mirada, y se sonrojo mucho, pero no dijo nada. Para intentar cubrir mi vergüenza y mi confusión rápidamente me puse a terminar de sujetarla a la silla, pero esto sólo empeoró la situación.

Tuve que atar un nudo al centro de las cuerdas, justo debajo de sus pechos, y tocarlos era virtualmente inevitable, a pesar de que lo intenté. Debo agradecerle que ella no hizo ningún comentario. Pasé la cuerda entre sus dos tetas hacia arriba y sobre sus hombros, antes de bajarla por su espalda atándola a la otra cuerda que ya la sujetaba a la silla, y repitiendo el proceso en sentido contrario.

La cuerda era tan grande, que al terminar aún me sobraba un trozo sin usar, así que volví a rodear su cuerpo y el respaldo hasta que me la terminé, antes de atar todo el arnés. Aunque el que escapara era ya física y matemáticamente imposible, estaba decidido a continuar, de modo que cuando terminara con ella no pudiera hacer nada más que mover sus dedos. A estas alturas Melisa estaba completamente resignada a la situación, y no soltaba la más mínima objeción. Si acaso, daba por momentos la impresión de que empezaba a disfrutar de todo esto. ¿Era posible? Traté de no pensar en lo emocionante que sería esa perspectiva, y me concentré en continuar atándola.

Cómo ya no tenía que preocuparme de que pudiera escapar, me tomé mi tiempo para seleccionar la cuerda que necesitaba a continuación, mientras ella me observaba con nerviosismo. Toda su valentía y descaro original se habían ido; creo que se había dado cuenta de que iba a estar aquí por largo tiempo y había visto todas las cuerdas que había en la caja (muchas) de las cuales pensaba usar la mayoría, sino es que todas, en mis amarres. Por mi parte también estaba deseando ver su cara cuando viera la otra sorpresa que había además de cuerdas.

Finalmente seleccione la cuerda que seguía, era enorme, totalmente exagerada. Los ojos de Melisa volvieron a mostrar preocupación.

-¿es eso realmente necesario?- preguntó con una poco habitual inseguridad.

-Sí lo es- contesté en un tono más rudo del necesario, ya que sentpia que debía restablecer mi autoridad. –Esto ya no es un juego, te estoy amarrando para darte una lección ¿recuerdas? Ahora cállate, pues voy a continuar te guste o no.

-Supongo- respondió hoscamente, aceptando que la iba a amarrar aún más.

-Bien- dije mientras doblaba la cuerda en dos, su mirada estaba enojada de nuevo y se me clavó, pero no me importaba lo que pensara. Bueno, si me importaba pero no iba a admitirlo, así que simplemente la ignoré mientras pasaba la cuerda sobre su cabeza para colocarla sobre su cintura, justo sobre el ombligo, dónde la apreté obligándola a hundir su estómago.

La cuerda era tan grande, que me tomó un poco de tiempo anudarla bien, pero no tenía prisa. Una vez lista la primera atadura, y cuidando de no pellizcarle la piel, rodeé su delgada cintura y la silla con más y más cuerda, hasta que me la terminé. Dejándola aún más sujeta a la silla.

Estaba ahora imparable, hacía mucho que mi corazón no se sentía tan pleno mientras continuaba atando a Melisa. A pesar de su poco sutil y falso enojo, había un brillo en lo profundo de su mirada que antes no tenía, también respiraba muy relajada. Casi sin aliento continué, cómo si atar a una chica hermosa fuera lo más común del mundo. Sabiendo que en cuanto la dejara Melisa usaría toda su energía en tratar de soltarse, había apretado cuidadosamente la nueva atadura en su estómago, dejándola en un totalmente impenetrable arnés de cuerdas.

Y ahora, por la parte divertida. Dudé unos segundos, antes de continuar, mi pequeño juguetito atado no estaba en posición de protestar, y Melisa me debía una por la carrera que me obligó a pegar para alcanzarla. Tomé uno de los últimos trozos de cuerda, y até un extremo en el centro de las ligaduras que la sostenían a la silla por la cintura, antes de pasar el otro extremo entre sus piernas. Pude sentir su penetrante mirada estudiando cada movimiento que hacía, pero de momento no había protestado, no creo que hubiera adivinado lo que pretendía hacerle, su inocencia era conmovedora.

De alguna manera logré pasar la cuerda entre la silla y su trasero, lejos de sus ojos acusadores, entonces empecé a tirar apretándola, ella empezó a notar lo que pasaba.

-No, no lo hagas- objetó repentinamente -¿qué haces...? no puedes…

-Si que puedo.- Respondí mientras colocaba cuidadósamente la cuerda entre sus piernas, posicionándola al centro de su pubis. Ignorando su mirada asesina dije –Lo disfrutarás.

-¡No te atrevas!- exigió reencontrando su voz –no tienes derecho.

Ignorando sus cada vez más estridentes protestas, caminé tranquilamente alrededor de Melisa, que ahora si estaba realmente luchando contra sus ataduras sin lograr alterarlas en lo más mínimo. Agachándome a su espalda, tomé el otro extremo de la cuerda y lo jalé con fuerza. El grito de Melisa llenó toda la habitación, mientras la crotchrope la oprimía con fuerza, hundiéndose en sus bragas. Sin embargo no había un auténtico enojo en sus gritos, mientras yo tiraba y apretaba la cuerda aún más, enredando y atando todo en su lugar para que nada se aflojara.

La crotchrope de Melisa no era sólo estética; tenía un papel muy importante a desempeñar al sujetarla con completa seguridad a la silla. Ahora no podía tratar de deslizarse por debajo de las cuerdas, y la sensación placentera que se incrementaba cuando se movía eran un factor que la convencería de ni siquiera intentarlo. Claro que Melisa aún no se daba cuenta de esto, y su cara estaba más roja que un tomate mientras luchaba con las ataduras, hasta que finalmente se rindió.

-No me puedes hacer esto- se quejó indignada –no te di permiso.

-¿de qué? ¿de amarrate así nena?- sonreí mientras le acariciaba el hombre –pero cómo te dije, puedo hacerlo y lo hice, y ya sabes porque tienes que aguantarte.

-¡Oh, vamos!- se quejó –Ya fue suficiente, desátame Ya.

Negué con la cabeza –no lo creo.

-No puedo creer que esto esté pasando- murmuró antes de alzar la voz de nuevo –Hay… leyes contra esta clase de cosas ¿sabes?

-¿Cosas cómo robar tiendas?

-Oh, chinga tu madre-

-Esa boquita- dije sonriendo –compórtate si quieres que te suelte más tarde.

Melisa sonrió antes de verme a los ojos con temeridad –si no me sueltas ahora voy a gritar- me amenazó.

-Las niñas équeñas deben ser vistas, no escuchadas. Guarda silencio…

Nuestros ojos se encontraron

-o te amordazo.

-¿qué harás qué?- El rostro de Melisa era digno de un retrato -¿amordazarme?

-Sí, amordazarte- dije con toda la firmeza que pude.

-No te atreverías

-Sí, me atrevo.

-Inténtalo y verás lo que ocurre, voy a gritar muy fuerte y alguien me rescatará.

-No, no lo harás- dije sonriendo

-¿eso crees?

-completamente- dije asintiendo, y saqué de la caja la mordaza de Melisa

-Ohhhh- dijo, quedándose sin habla, sus ojos estaban como platillos.

-¿no crees que esto te mantendrá bien callada?

Melisa asintió en silencio mientras su mirada sorprendida observaba la mordaza de bola color rojo, que tenía varios arneses de cuero negro en varias direcciones

No le dí tiempo a Melisa de reponerse de la impresión.

-Muy bien, abre la boca

Melisa ni siquiera protestó y por instinto abrió su boca sin que se le ocurriera protestar. Yo le metí la gran bola roja entre los labios, colocándola con cuidado en su lugar detrás de los dientes, antes de pasar las primeras correas detrás de su cabeza, sobre la nuca.

-MmMHHmmMMM- Melisa de repente se dio cuenta de lo que estaba pasando y empezó a sacudir la cabeza mientras protestaba con todas sus fuerzas. Menos mal que todo lo que dijo fue initeligible, pues estoy seguro que no me estaba felicitando por mi trabajo.

-Cállate- dije mientras abrochaba las correas de modo que la mordaza no pudiera safarse. Luego pasé el segundo broche sobre su cara y cabeza, antes de abrocharlo también en la nuca. Me gustaba la manera en que estas correas enmarcaban su nariz con un color negro en forma de V.

Su furiosa mirada me atravesó mientras concluía el trabajo abrochando las últimas correas por debajo de su mandíbula, apretándolas mucho y obligándola a cerrar su quijada sobre la bola roja que salía de entre sus labios.

-El silencio es oro- dije por molestarla -¿no lo sabías?

Melisa, incrédula, sacudió con fuerza su cabeza tratando de librarse de la mordaza antes de rendirse, las bien ajustadas correas se aseguraban de que nada se movería. Me pareció ver un poco de diversión en sus ojos.

–Me gustas mucho más así- dije riendo y luego me incliné sobre ella –pero hablando en serio, esto es un castigo, sin embargo, si tienes algún problema, un problema de verdad, entonces avísame ¿ok? Cómo te dije antes, esto se trata de inmovilizarte, pero no de que sufras.

Asintió, claramente aliviada de que no fuera a lastimarla. Tragué saliva, mi garganta estaba muy seca, había algo muy incordiante en la forma en que su deliciosa mirada se clavaba en mis ojos, capturándolas con una comprensión que trascendía las palabras mientras la veía retorcerse en sus ataduras. Era como una hechicera, que me hipnotizaba con su belleza, y yo no podía resistirla. Cómo si supiera como me afectaba, la chica luchó contra las cuerdas con más fuerza, antes de relajarse y quedarse quieta.

Separando mi mirada de la suya tomé una cuerda más, amarrando sus muslos al asiento. Luego, y a pesar de que ya me había hecho cargo de sus tobillos, decidí que necesitaba más seguridad y amarré más sus piernas a las patas con cuerdas sobre sus pantorillas.

Iba a continuar, pero vi que ya me había acabado odas las cuerdas. Me paré y di dos pasos atrás para admirar mi obra de arte: porque la hermosa Melisa era arte. Ahí sentada, atada de pies y manos mientras luchaba contra las cuerdas y presionaba su crotchrope, gimiendo como una cachorrita en un valiente pero vano esfuerzo de aflojar tan sólo un poco los nudos. Sus ojos eran inexpresablemente suaves cuando se posaron en mi de nuevo. Al igual que ella, no pude hablar, así que simplemente la acaricié en el hombro y dejé la habitación.




Requirió de grandes esfuerzos el volver a abrir la tienda y atender el negocio con normalidad, porque no podía borrar la inolvidable imagen de mi prisionera atada en mi almacén, a escasos metros de mi lugar detrás del mostrador. Si Melisa se decidía, podría lograr que uno de los muchos clientes que tuve ese día la escuchara, pues sólo tenía que sacudir la silla para que las patas golpearan el suelo, o gritar con muchísima fuerza (ninguna mordaza es 100% efectiva), pero en todo el tiempo no hizo el más leve sonido.

Tras un par de horas, tuve un momento de tranquilidad para ir atrás y revisar cómo estaba. Allí sentada, me veía calmada como si estar atada y amordazada fuera lo más normal del mundo, y yo sonreí. -¿estás bien?

Dudándolo y con lentitud, asintió mientras un malicioso brillo aparecía en sus ojos. Melisa entonces empezó a luchar lentamente contra las ataduras, mientras sus dedos buscaban los nudos que estaban fuera de su alcance. La silla rechinó, pero me di cuenta de que no estaba realmente intentando liberarse, conocedora de que me gustaba verla así, pretendía seducirme.

-¡Mmm-hhhhmmm-mmhmmm!- gimió tras sus labios amordazados, pero era un sonido que no mostraba ningún miedo o dolor; si acaso, mostraba un innegable placer, y ¿tal vez algo más? Tuve entonces la inquietante sensación de que había logrado voltear las tablas, y que era yo quien había sido capturado por ella, no sólo eso, me di cuenta de que si no me cuidaba podía enamorarme de esta extraña chica que había entrado a mi vida con la intensidad de un torbellino; pude sentir su mirada sobre mí, pero no me atreví a devolvérsela, temeroso de lo que en sus ojos encontraría. Como un cobarde di la vuelta y huí, dejándola sola de nuevo.

No tengo idea de cómo logré sobrevivir al resto de la tarde, el tiempo pasó sin que fuera consciente de el: responder el teléfono, atender clientes, recibir pedidos, todo eso con pequeñas pausas que usaba para cuidar a mi prisionera, quien cada que me asomaba se ponía a regalarme actuaciones dignas de un premio Óscar para mi placer. En corto, fui una masa de nervios, y aún no me ponía a pensar en el momento en que tendría que liberarla.

Finalmente dieron las seis de la tarde, hora de cerrar tras un largo día. Nunca había estado tan contento de poder cerrar las puertas después de despedir a mi último cliente. Había sido un día muy bueno para las ventas, pero no se podía decir lo mismo de mis nervios.

Después de contar el dinero y cerrar la caja registradora (una buena práctica de negocios), tosí para limpiar mi garganta y caminé al almacén, donde Melisa seguía sentada, atada y amordazada como lo había estado hacer horas. Estaba dormitando, por lo que me di unos segundos para admirarla en bondage por última vez, antes de toser para que supiera que había vuelto.

Melisa parpadeo  y pude notar cierto gusto de verme de nuevo por lo que sonreí. De verdad que me estaba agradando esta chica que había soportado su castigo (si es que había sido realmente un castigo) con tanta dignidad y estoicismo. Después de todo había estado atada y amordazada por entre seis y siete horas. Al verla no pude evitar desear que hiciera o pasara algo que me permitiera quedármela un rato más.

-¿todo bien?- pregunté, y ella asintió con prisa antes de verme con ansiedad en los ojos y sacudirse contra las ataduras. Intenté relajarme y esconder con discreción el efecto que si indefensión provocaba bajo mi pantalón. Esta chica ya sabía cómo jugar conmigo.

-Bueno, son pasadas las seis- dije inseguro. –Prometí que te dejaría ir, y lo haré ya que has sido una niña muy buena y te has comportado.

Los ojos de Melisa brillaron.

Con toda la seriedad que pude juntar, hice la pregunta del millón de pesos -¿crees que aprendiste tu lección?

Su cabeza se movió con seguridad arriba y abajo, por lo menos tenía la gracia de pretender que esto le había servido de algo.

-Bueno… en ese caso ¿quieres que te desate?

De nuevo Melisa asintió, pero con menos ansiedad de la que yo esperaba.

-Bueno… en ese caso… supongo que… te soltaré- respondí, mientras una sensación irrevocable de pérdida se empezaba a sentir en mi corazón.



-Gracias- dijo Melisa después de que las últimas cuerdas cayeron de sus muñecas. Su voz era átona e inescrutable.

-De nada- respondí mientras deseaba saber más sobre la hermosa chica que tenía frente a mi y de quien apenas sabía nada. De pie, examinaba curiosa las marcas rojas que la cuerda había dejado en sus muñecas, como si fueran los tatuajes de una tribu amazónica.

Melisa asintió y dijo –bueno… mira… lo siento, de verdad lo siento por… tratar de… uh… robar tu impermeable esta mañana, sé que no debí hacerlo este… se que estuvo mal-

-Gracias- respondí, notando que por primera vez su disculpa era sincera. Ya aparentaba que la disciplina le había servido de algo.

Pocos minutos después se había vestido de nuevo, y de nuevo se transformó en la chica callejera y ruda que me quiso robar por la mañana. Si no fuera por toda la cuerda regada en el suelo, no habría evidencia de todo lo que acababa de ocurrir.

-Bueno… mejor me voy- dijo incómoda mientras sus ojos observaban a su alrededor mirando todas las prendas de vestir que tanto le habían gustado. Es curioso, pero me dio la impresión de que no tenía ninguna prisa por irse, aunque claro, sabía que no era más que imaginación. Las chicas, por regla general, no quieren la compañía de alguien a quien le gusta atarlas.

-Sí- asentí sin ánimo antes de sonreírle para tratar de relajar el ambiente. Sus ojos se encontraron con los míos, eran indescifrables, pero creí sentir en ellos una melancolía. Esa impenetrable mirada sostuvo la mía por un largo momento, antes de que el hechizo se rompiera cuando el teléfono de la tienda sonó, y el mensaje de mi contestadora se escuchó.

-Por favor… cuídate, y se buena

Melisa salió de la tienda y en el portal se detuvo –sí… este… lo siento de nuevo… y gracias por amarrarme y por todo eso.

-de nad… no pude terminar cuando ella había desaparecido, desvaneciéndose como si nunca hubiera estado ahí. Un cielo nublado oscurecía el atardecer, y yo suspiré hondo. Jamás la volvería a ver.



Epílogo


 


Otro día paso, y otra semana. Había sido complicada porque el mal clima había aumentado las ventas y mi cantidad de trabajo, además de que recibí un par de buenas reseñas en revistas especializadas que atrajeron a algunos curiosos.

El negocio iba bien, la vida iba bien, bueno, casi, pues no podía sacudirme el extraño vacío que la chica me había dejado. Dos semanas después seguía deseando verla de nuevo, pero por supuesto, nunca pasó por la tienda.

Pensaba en eso cuando para mi sorpresa, Melisa entró en la tienda, y se deslizó al fondo del negocio ignorándome, cómo si no me hubiera visto. Mi corazón se agitó… no podía ser tan tonta.

Melisa evitó a toda costa ver en mi dirección, con aprehensión y sospecha, me acerqué poco a poco por su espalda. Vi que tenía en sus manos un par de las prendas más caras de la tienda, y que las metía en un bolso. La chica me vio de reojo y me dejó acercarme un poco más antes de intentar correr.

Pero esta vez estaba listo para atraparla, y apenas cogió impulso para ir a la puerta cuando la alcancé.

-¿qué demonios estás haciendo? Grité iracundo

-No puede ser…- grito ella con sorpresa… -me atrapaste de nuevo

-Claro que sí- respondí furioso- y esta vez…

-estoy en muchos problemas ¿verdad? Dijo mientras me agarraba el brazo como si su vida dependiera de ello

-Sí, lo estás- dije con algo de confusión remplazando mi ira –estás en muchos problemas.

-Oh no- expresó Melisa llevando sus manos a la boca con un gesto teatral -¿quiere eso decir que me vas a amarrar otra vez?

-Esta vez voy a…- interrumpí mi frase cuando me di cuenta de que la chica había venido hasta aquí con el único deseo de que la atrapara robando -…¡Sí!, te voy a amarrar muy fuerte.

-Nooo, por favor no me amarres- se quejó –de verdad que odio estar atada.

-Qué lástima- respondí mientras caminábamos al almacén –porque te voy a amarrar lo quieras o no.





Melisa durmió en mi cama, atada de pies y manos y en un exquisitamente ajustado hogtie.

Al día siguiente se mudó a mi casa, y desde ese día hemos sido inseparables (No es que tenga mucha alternativa, pues por lo general la tengo inmovilizada de un modo o de otro; nunca se puede ser demasiado precavido ¿verdad?

Ella cree que en su caso, el crimen ha pagado muy bien.

Yo debo demostrar que no es el caso.


Fin

27 de octubre de 2014

Bondage del Siglo XVII

Hoy nos ponemos históricos con esta imagen que encontré, que nos muestra una mordaza del siglo XVII. En esos tiempos ya saben que los castigos corporales eran el método preferido de justicia, y la tortura y la pena capital cosa común. Menos mal que eso ya lo dejamos atrás, queda este dibujo de las mordazas que se usaban como uno de los métodos de castigo. Además muy lindas no eran, mejor nuestras mordazas de bola ¿no?

23 de octubre de 2014

Leticia Perdigón atada y amordazada en La Gata

Una de las más recientes escenas de bondage en la televisión mexicana fue en la telenovela La Gata esteralizada por Maite Perroni. En los capítulos 109 y 110 de la novela una amiga de la protagonista es secuestrada y pasa casi todo el episodio 109 y el inicio del 110 atada a una silla y amordazada.
La damisela en esta ocasión fue Leticia Perdigón. La escena sin duda tiene más calidad que lo que hemos visto recientemente en Como Dice el Dicho, vemos para empezar como la amordazan en pantalla, la escena está bien iluminada y hay más de un acercamiento al rostro de la actriz. Aunque a mi parecer Leticia dejó mucho que desear como damisela, pues es una cautiva muy pasiva. En un principio se resiste tantito, pero ya después de que la amordazan no hace nada y se la pasa sin siquiera moverse y con la cabeza hundida. Los gemidos que se le oyen y de los cuales su secuestradora se queja apenas son perceptibles. ¿le hubiera costado ponerle un poco de emoción al asunto? En fin, por lo menos la mordaza valió la pena. Esperemos tener mejores escenas pronto, y ojalá La Gata repita con el bondage y nos vuelvan a mostrar a Maite Perroni atada, cosa que siempre es agradable y que la propia actriz ya ha dicho que le gusta.



20 de octubre de 2014

Revista de cine francesa

Hola a todos.

Primero que nada les debo una disculpa por mi ausencia. Pero ando en el final del máster y el trabajo ha sido mucho. Y ya si dejé todo en México para venir acá es para que todo salga bien, así que eso tiene toda mi atención. Tanta que por primera vez desde que empecé con Bound in Mexico dejé de actualizar, que barbaridad.

Y apenas repuestos del trabajo, para hoy tenemos una actualización pequeñita, en lo que trabajo en material más completo. Saco del archivo esta imagen que espero les guste. Se trata de la portada de una revista de cine francesa de hace algunos ayeres, dedicada al erotismo en el cine, y ¿qué mejor manera de presentar el erotismo que con bondage? Ninguna por supuesto, si el contenido está como el de la portada seguro debió ser una lectura que valía mucho la pena.

10 de octubre de 2014

Mujer ejecutiva atada

Hoy no traigo mucho pero ha sido una jornada de trabajo intensa y ando agotado, así que saco algo del archivo.
Esta imagen me apareció en una búsqueda de Internet, y muestra a una ejecutiva atada y con los ojos vendados.

Ejecutiva atada
¿alguien quiere ser quien la compre?

6 de octubre de 2014

Polaca atada y amordazada

Estando en el extranjero, uno de repente tiene mucho tiempo libre (no ahora que a final de semestre apenas me doy abasto), y aprovechando ese tiempo uno de repente se pone a intentar aprender cosas nuevas. Por ejemplo, un idioma.
En mi caso me dije: si inglés ya sé. Y francés, alemán, portugués e italiano lo puedo aprender en México ¿por qué no aprovechar la oportunidad de hablar un idioma menos común. Y buscando se dio la oportunidad de aprender polaco. Lengua muy difícil pero en la cual logré balbucear unas 50-60 palabras antes de tener que dejarlo por tiempo y porque mi maestra se volvió a su país.

En fin, ya saben como es aprende un idioma. Uno aprende lo básico, a saludar, a presentarse a pedir direcciones. Y claro, como nunca se sabe cuando se puede ofrecer, yo considero básico saber decir atada y amordazada. así que busqué cómo se decía (no, no le pregunté a la chica que me enseñaba pues no quería explicarle porque mi curiosidad por esa frase) y averigüé que se dice związany i zakneblowany. Que suena más o menos svionsane i zakneblovane.

Todo esto es para explicar mi entrada de hoy, pues aprovechando mi recién adquirido vocabulario, decidí buscar en google y ver que ofrecía google buscando ese término, y me encontré una obra de teatro polaca con una trama interesante, se llama Si quieres una mujer, secuéstrala.
No domino suficiente el idioma para enterarme del todo de que va la cosa, pero con ayuda de los traductores online se que la obra es un performance, es decir que sobre una trama general los actores van improvisando un poco, y que todo empieza cuando un muchacho solitario secuestra, de manera púramente accidental. La cosa es que ya teniendo a la mujer atada a una silla y amordazada, sin saber que hacer, el joven se dispone a tratarla como a una princesa, y la cosa creo que le acaba saliendo bien y la damisela y su captor acabaran en buenos términos, si no es que en pareja.

En una página que habla de la obra me encontré varias fotografías con bondage. Las cuatro primeras muestran a la secuestrada cuando está amarrada y silenciada en el escenario en distintos momentos. Las últimas dos son del desenlace de la trama, dónde no se muy bien que está ocurriendo, pero el protagonista se las arregla para atar a otras dos mujeres lado a lado. Se las dejo para que las disfruten, aparte de que el bondage está decente para ser teatro, las polacas son unas mujeres hermosas, así que cuerdas y polacas son una excelente combinación.


Polaca atada y amordazada
związany i zakneblowany

Chair Bound Polish Girl

Gagged Actress theatre

Jeśli chcesz kobiety, to ją porwij

Actrices atadas
Finalmente les comento que la página que consulté le aplaudía mucho a la actriz principal por haber logrado sacar adelante un papel muy difícil, ya que aguantó estar atada y amordazada casi todo el primer acto. ¿qué bien no? E imagínense que pasa por eso cada función. En fin, no queda sino desear que algún productor visionario encuentre este guión y se anime a montar la obra en México, tengo la sospecha de que más de uno nos lanzaríamos a verla.
Y a ustedes chicas ¿les gustaría que las enamoraran tratándolas como reinas después de atarlas a una silla? Seguro más de uno nos esforzaríamos mucho por que estén felices en su indefensión jejeje.

Saludos y hasta la próxima