Hola a todos, hoy les traigo una nueva historia en la que he estado trabajando éstas dos últimas semanas, espero que la disfruten. Está un poco extensa así que la divido en dos y mañana publico el final.
Todas las historias de bondage en el blog están aquí
Invasión en Casa de Rebeca
Sin importar el largo tiempo que Rebeca llevaba luchando, no había logrado aflojar las ataduras en lo más mínimo, dentro de si sabía que nunca alcanzaría la libertad y que no tenía opción más que esperar pacientemente a que sus compañeras de piso regresaran a casa para que al descubrirla finalmente la liberaran de todas las cuerdas que la inmovilizaban, pero sin importar lo segura que estaba de que liberarse era imposible no podía dejar de pelear, llevaba prácticamente 24 horas amarrada y a pesar de las humillaciones y dificultades por las que había pasado en ningún momento se había rendido a su cautiverio, ahora completamente sola en su casa, en medio de la noche, seguía peleando.
El ladrón que se había venido por su dinero y sus joyas había terminado por llevarse todo los objetos de valor que había en su casa, y después había cumplido su promesa de asegurarse que no pudiera huir a ninguna parte. El canalla había utilizado toda la cuerda que había podido encontrar para inmovilizar su cuerpo desnudo, sus manos no solamente estaban atadas a su espalda, sino que una cuerda extra sujetaba sus muñecas a su cintura asegurándose que no pudiera separar las manos del cuerpo. Sus brazos estaban además atados con otra larga cuerda por encima de sus codos, esta atadura era particularmente incómoda pues mantenía sus codos tocándose el uno al otro y le hacían imposible mover sus brazos en lo más mínimo, esta larga cuerda, aparte de sujetar sus brazos, le rodeaba el cuerpo por arriba y debajo de sus pechos y también pasaba por debajo de sus hombros y por su nuca, lo cual, aun si pudiera mover discretamente sus brazos, le hacían imposible encontrar siquiera por donde empezar a desatar los muchos nudos. Sus piernas estaban atadas con los mismos inescapable nudos, las cuerdas la inmovilizaban por encima de sus rodillas y en sus tobillos, como era de esperarse, pero el maldito ladrón le había quitado aun más movimiento atándole juntas las plantas de los pies, y finalmente había entrelazado otra delgada cuerda a través de cada uno de los dedos de sus pies del meñique al gordo, atándole los dos pulgares juntos.
Rebeca deseaba gritar para que alguien la escuchara y rescatara, pero esto también le había sido impedido, una mordaza de bola que ella tenía para sus juegos sexuales había sido usada para callarla, y la mordaza había sido reforzada con una venda que le rodeaba la boca tantas veces que había perdido la cuenta, sólo unos débiles gemidos se oían a través de la mordaza, los cuales eran el único ruido que le hacía compañía en su quieta soledad, su boca ya estaba cansada por el largo tiempo que había tenido la bola metida en ella, impidiéndole cerrarla, era tanto el tiempo que la saliva que de vez en vez no podía contener ya había traspasado todas las capas de la venda y empezaba a gotear sobre el suelo. Aún había más, para evitar que pudiera arrastrarse libremente el ladrón la había puesto en un hogtie, este no era del tipo más tradicional que alguna vez había experimentado con su novio donde una cuerda ata sus tobillos a sus muñecas, era mucho peor. Una larga cuerda fue primero atada a la otra cuerda que pasaba por su nuca, esta fue luego atada al ya enorme nudo que estaba sobre sus codos, de aquí fue conectada a sus tobillos obligándola a doblar sus piernas, finalmente fue sujeta a la correa de su mordaza de bola, antes de que esta fuera envuelta por las vendas, para acabar de imposibilitar cualquier oportunidad de escape, pues el ladrón no quería que escapara de este hogtie como había hecho más temprano ese día, sus manos estaban envueltas en un pesado capullo hecho de vendas y cinta blanca, sus dedos estaban momificados así y aun si pudiera alcanzar algún nudo, no podía desatarlos ni agarrar cualquier objeto que le fuera de ayuda. Estaba condenada a un largo cautiverio, pero seguía luchando sin fin, por lo menos así tendría algo que hacer en la que sería una larga espera para que la rescataran. Sin dejar de sacudirse la hermosa chica morena empezó a recordar los eventos del día que la llevaron al lugar donde ahora se encontraba.
Al empezar el día nada indicaba lo que Rebeca estaba a punto de vivir, era la mañana cuando estaba en su escritorio y recibió una llamada de un amigo para invitarla a salir
-hola, ¿qué pasa?
-No, no voy a poder verte allí
- De hecho no podré salir de casa en todo el fin de semana
-Tengo una tarea que hacer, así que estaré trabajando en ella todo el fin de semana
-la semana que viene tengo exámenes finales ¿sabes?
-Si, mis dos compañeras de cuarto salieron de la ciudad, así que no tengo distracciones, seguro terminaré a tiempo. Pero, nada de fiestas este fin de semana.
-Si, bueno, ahorita voy a ir a la tienda, y en cuanto vuelva me pondré a trabajar, otro día te marco ¿OK?
-Bueno, me gustó saludarte, adios.
Efectivamente era sábado en la mañana, Rebeca estaba sola en casa y sus compañeras no volverían en un par de días. No sabía que la llamada que acababa de recibir fue su única oportunidad de quedar con alguien para que la visitara en esos dos días, al rechazar salir con sus amigos ahora nadie la extrañaría hasta el lunes, y nadie la buscaría en su casa, claro que eso era precisamente lo que quería, sin amigos, sin compañeras de piso, tenía dos días de completa soledad para que nada la distrajera de su trabajo.
Como le dijo a su amigo iba a ir al minisuper de la esquina para comprar algo de comer y luego volvería a casa. estaba vestida con una blusa rosa, una falda morada que le cubría media pierna y zapatos de tacón, su cabello negro estaba peinado en una cola de caballo, estaba a punto de agarrar su bolsa de mano cuando escuchó a alguien tocar la puerta. Dejó el bolso sobre el escritorio y fue a abrir sin saber quien podría estar tocando, no tenía idea de que su tormento estaba por comenzar.
Del otro lado de la puerta había un hombre de unos 40 años, vestía un pantalón de mezclilla negro y una camisa púrpura, consigo traía una caja.
-Hola -saludó la joven estudiante
-Hola, le traigo una entrega de paquetería -dijo el hombre entregándole la caja.
-Gracias -contestó recibiéndola- No recuerdo haber ordenado nada, debe ser para alguna de mis compañeras.
-Si, seguro lo es
-¿Dónde firmo?
-Oh, justo ahí, sobre la línea punteada por favor.
Rebeca tomó la pluma que el hombre le ofreció y se dispuso a firmar, pero la pluma no pintó.
-Sabes, se le debe haber acabado la tinta, déjame ir adentro y traeré otra pluma.
-muy bien. -dijo el hombre volviendo a tomar la caja y la pluma inservible- esperaré justo aquí.
Rebeca se dio la vuelta y, dejando la puerta abierta, fue a buscar la pluma sin saber que acababa de caer en la trampa del hombre, que no tenía otra intención más que robar su casa. este esperó a que la chica desapareciera en el interior de la morada y entonces se metió dentro de la casa.
-Tengo la pluma .anunció Rebeca cuando volvió a la entrada, al no ver a nadie se asomó hacia afuera, el hombre no estaba en ningún lado.
-que extraño- exclamó la chica confundida por la repentina desaparición del sujeto, pero dado que el paquete no era para ella no se preocupó más y se dispuso a volver a sus actividades, pero apenas cerró la puerta el hombre que estaba tras ella se le echó encima, le cubrió la boca con una mano y le sostuvo los brazos con la otra.
-Ok. Sólo estate quieta
Esperó a que Rebeca se calmara un poco y entonces le dijo. -voy a quitar mi mano de tú boca, sólo prométeme que no gritarás.
-mmmfff. -contestó Rebeca asintiendo.
-muy bien, nada te va a pasar. -dijo el hombre antes de liberarla tratando de calmarla.
Probablemente en ese momento no pensaba hacerla pasar por todo lo que le hizo, pero las cosas cambiarían.
-¿qué está pasando? -preguntó Rebeca en cuanto pudo.
-sólo necesito un poco de dinero y un poco de joyas -le dijo el hombre que le seguía sujetando las manos y que le mostró una pistola para advertirle que no le causara problemas.
-sí- Dijo Rebeca aun impactada.
-una vez que tenga lo que busco me iré, ¿OK?
-Ok.
-pero mientras tanto tengo que hacer algo contigo, así que vamos para adentro.
-Ok.
El hombre, sin soltarla, la hizo caminar hasta su cuarto, ya allí la soltó y la sentó en la cama, entonces le exigió. -Dime donde está todo tú dinero y todas tus joyas-
-ya te lo dije -contestó Rebeca tratando de sonar honesta- no tengo ni dinero ni joyería.
-Ok. Si no quieres cooperar conmigo no me vas a dejar otra opción más que hacer esto del modo difícil… por última vez ¿tienes dinero o joyería?
-no, no tengo- insistió la chica.
-Pues no te creo, y siendo así voy a tener que buscar por toda tú casa y encontrarlo yo sólo. Ahora, dame algo con lo que pueda amarrarte para que no me estorbes en lo que busco.
- ¿no pue---’ ¿no puedes encerrarme en un closet o algo así?- sugirió la estudiante a la que la idea de estar indefensa junto a un criminal no le agradaba- mi compañera de cuarto estará de vuelta en cualquier momento -dijo con la esperanza de que esto lo obligara a huir y dejarla en paz.
-no, no, no. No voy a caer en ese viejo truco, ahora apúrate que tengo que ponerme a buscar.
-está bien.
Rebeca abrió uno de los cajones de su cómoda y sacó cuatro largas cuerdas, dos pedazos de tela blanca, unas pantimedias y un rollo de cinta plateada.
-¿será esto suficiente? -preguntó sumisamente.
-si creo que esto servirá -contestó el ladrón mientras revisaba el material. -ahora me voy a encargar de ti- dijo mientras sujetaba la quijada de la chica quien lo contempló resignada.
De vuelta en el presente Rebeca continuaba su lucha, por la saliva la mordaza se le había movido un poco de modo que su labio superior estaba descubierto, pero fuera de eso su situación era la misma. Ahora que había recordado esos últimos instantes de libertad se había dado cuenta que, aparte de haberse dejado engañar por el truco de la mensajería, había cometido dos graves errores que habían empeorado su situación. En primer lugar no había cooperado con el ladrón, si le hubiera dado el dinero y las joyas que le pedía, seguramente lo hubiera tomado y se habría ido. La chica sabía que de cualquier forma la habría amarrado antes de irse, pero probablemente habría sido inmovilizada de un modo menos estricto, lo cual le hubiera dado oportunidad de escapar o por lo menos llamar la atención de alguien. En vez de eso ahora estaba en una posición de la que le era imposible escapar, el ladrón había tenido tiempo de escudriñar toda su casa, con lo cual no se llevó sólo un poco de dinero o joyas sino que se llevó todo lo que tenía.
Su otro error fue cuando abrió su cómoda y le dio todas esas cuerdas. Rebeca era, como mucha gente lo es en secreto, una amante del bondage y por ello tenía todas esas cuerdas tan cerca de su cama, listas para cuando tuviera la oportunidad de usarlas. Cuando el ladrón le ordenó que le diera algo para atarla instintivamente recurrió a ellas, y eso había significado darle al criminal no sólo una enorme cantidad de material con el cual inmovilizarla, sino uno de excelente calidad, que dificultaba cualquier escape, ahora la chica pensaba que debió haber ido a su armario y darle algo de ropa, o algunas mascadas y bufandas para que la amarrara, el tipo, mientras no supiera que las cuerdas estaban en otro lado, se habría conformado con esto, y más adelante le habría sido más fácil escapar. Mientras seguía gimiendo contra la mordaza cubierta de vendajes (otro de sus juguetes sexuales que el ladrón había hallado) volvió a recordar su día, y al momento en que cometió un tercer error, este último sería fatal.
Un hogtie fue la primera manera en que el atracador la había amarrado, seguramente al sujeto le gustaba la posición ya que era la misma en que la dejó una vez que se fue, su primera atadura fue, sin embargo, más benévola que en la que se encontraba ahora: las diversas cuerdas habían sido usadas para amarrarle los tobillos, las piernas por debajo de las rodillas, las muñecas a la espalda y los brazos sobre los codos, esta última cuerda, más larga que las demás, también había sido usada para sujetarle mejor los brazos haciéndola pasar por debajo de los hombros y atrás de la nuca. Uno de los pedazos de tela fue usado para atar sus muñecas a sus pies, forzándola a doblar las piernas, aunque de una manera mucho menos estricta que la posterior. Había sido amordazada con otro pedazo de tela que le fue metido a la boca y cubierto por varios pedazos de la cinta plateada, finalmente el fulano había usado su pantimedia colocándosela de modo que le cubría toda la cabeza y amarrando los extremos sobre su boca, reforzando la mordaza. Rebeca podía ver a través del material de nylon, aunque su visión quedaba velada. El ladrón la dejó así, recostada sobre su cama y se fue a empezar su búsqueda de efectivo, y fue allí, sola, que Rebeca cometió su tercer error.
No sabía porque lo había hecho, aunque probablemente el hecho de que la obligara a quitarse la blusa antes de amarrarla ayudó, vestida solo con su sostén blanco la estudiante te sintió vulnerable y temerosa de lo que pudiera pasarle mientras estaba indefensa, probablemente su subconsciente la traicionó y al ver su fantasía de estar amarrada realizada no pudo evitarlo, tal vez fueron ambas cosas pero la cosa es que se puso a luchar por escapar, ni siquiera se dio cuenta cuando empezó a luchar tenazmente contra las ataduras. No es que esto fuera malo, pero eligió un muy mal momento. ¿por qué no se quedó quieta y esperó a que el asaltante se fuera? Eso fue lo que debió hacer, pero en cuanto pudo empezó a luchar sin pausa; la cosa no habría sido tan mala si hubiera fallado, probablemente hubiera tenido que soportar unas burlas de su captor, pero nada más, pero lamentablemente tuvo éxito, aunque de manera parcial, y esto fue lo que la condenó.
Al principio Rebeca actuó con más fuerza que con razón, esto no la ayudó en nada y lo único que logró fue que uno de los tirantes de su braziere se le deslizara por el brazo, con lo cual dejó su teta izquierda descubierta. Ante eso la chica se calmó y actuó con más calma, descubrió que el nudo de la tela que la obligaba a mantener sus piernas flexionadas estaba al alcance de sus dedos y que con un poco de esfuerzo podría desatarlo, así que pacientemente se dedicó a esa tarea. No fue nada sencillo, el ladrón sabía amarrar muy bien y sin duda tenía experiencia en el asunto, la cosa se dificultaba aun más porque el nudo estaba justo en un lugar donde por más que volteara su cabeza no podía verlo, así que dependía exclusivamente de su tacto para desatarlo, Rebeca tenía dedos muy hábiles, pero los minutos pasaban y al parecer lo único que la estudiante había logrado era que su falda le descubriera las piernas de modo que cualquiera que pusiera atención podría alcanzar a ver sus calzones de color rosa con adornos florales. La joven se estaba desanimando y estaba a punto de rendirse cuando finalmente sintió que la tela se aflojaba y tras un poco más de lucha la chica quedó libre del hogtie, habían sido ocho minutos agotadores, pero fue delicioso poder estirar las piernas. Rebeca sabía que desatar el resto de las cuerdas era imposible, estaban todas muy fuertemente ajustadas y ningún otro nudo podía ser alcanzado. La hermosa mujer hizo lo único que podía, se arrastro hasta la orilla de la cama y allí se incorporó, su única posibilidad de escapar de su situación era alcanzar un teléfono y llamar a emergencias, así que saltito a saltito se dirigió a la entrada del cuarto, era muy difícil pues con sus piernas atadas tan fuertemente era complicado mantener el equilibrio y debía detenerse cada que saltaba para evitar caerse al suelo. Poco a poco se acercó a la puerta, pero tuvo la mala suerte de que en cuanto se asomó al pasillo el hombre la vio y rápidamente la detuvo.
-¡Hey!, ¿A dónde crees que vas?
-¡Mmmmm! ¡Mmmmm!
-¿Eh?
-Mmmmmfffffff
-Ya puedo ver que no vas a representar nada excepto problemas. Voy a tener que ponerte en un lugar de donde no puedas salir.
-Mmmppphhh, Mmmppphhh, mmpphh, mmpphh.
Si Rebeca hubiera esperado a estar sola para intentar su escape, habría podido alcanzar el teléfono y llamar a alguien de modo que pudiera recuperar su libertad en un plazo relativamente corto, pero su impaciencia llevó a que la atraparan, a que el hombre decidiera humillarla y a que este tuviera más cuidado y no volviera a cometer el error de dejar un nudo al alcance de sus dedos, así, ahora que estaba sola, Rebeca ya no tenía otra posibilidad que esperar y esperar inmóvil.
El ladrón que se había venido por su dinero y sus joyas había terminado por llevarse todo los objetos de valor que había en su casa, y después había cumplido su promesa de asegurarse que no pudiera huir a ninguna parte. El canalla había utilizado toda la cuerda que había podido encontrar para inmovilizar su cuerpo desnudo, sus manos no solamente estaban atadas a su espalda, sino que una cuerda extra sujetaba sus muñecas a su cintura asegurándose que no pudiera separar las manos del cuerpo. Sus brazos estaban además atados con otra larga cuerda por encima de sus codos, esta atadura era particularmente incómoda pues mantenía sus codos tocándose el uno al otro y le hacían imposible mover sus brazos en lo más mínimo, esta larga cuerda, aparte de sujetar sus brazos, le rodeaba el cuerpo por arriba y debajo de sus pechos y también pasaba por debajo de sus hombros y por su nuca, lo cual, aun si pudiera mover discretamente sus brazos, le hacían imposible encontrar siquiera por donde empezar a desatar los muchos nudos. Sus piernas estaban atadas con los mismos inescapable nudos, las cuerdas la inmovilizaban por encima de sus rodillas y en sus tobillos, como era de esperarse, pero el maldito ladrón le había quitado aun más movimiento atándole juntas las plantas de los pies, y finalmente había entrelazado otra delgada cuerda a través de cada uno de los dedos de sus pies del meñique al gordo, atándole los dos pulgares juntos.
Rebeca deseaba gritar para que alguien la escuchara y rescatara, pero esto también le había sido impedido, una mordaza de bola que ella tenía para sus juegos sexuales había sido usada para callarla, y la mordaza había sido reforzada con una venda que le rodeaba la boca tantas veces que había perdido la cuenta, sólo unos débiles gemidos se oían a través de la mordaza, los cuales eran el único ruido que le hacía compañía en su quieta soledad, su boca ya estaba cansada por el largo tiempo que había tenido la bola metida en ella, impidiéndole cerrarla, era tanto el tiempo que la saliva que de vez en vez no podía contener ya había traspasado todas las capas de la venda y empezaba a gotear sobre el suelo. Aún había más, para evitar que pudiera arrastrarse libremente el ladrón la había puesto en un hogtie, este no era del tipo más tradicional que alguna vez había experimentado con su novio donde una cuerda ata sus tobillos a sus muñecas, era mucho peor. Una larga cuerda fue primero atada a la otra cuerda que pasaba por su nuca, esta fue luego atada al ya enorme nudo que estaba sobre sus codos, de aquí fue conectada a sus tobillos obligándola a doblar sus piernas, finalmente fue sujeta a la correa de su mordaza de bola, antes de que esta fuera envuelta por las vendas, para acabar de imposibilitar cualquier oportunidad de escape, pues el ladrón no quería que escapara de este hogtie como había hecho más temprano ese día, sus manos estaban envueltas en un pesado capullo hecho de vendas y cinta blanca, sus dedos estaban momificados así y aun si pudiera alcanzar algún nudo, no podía desatarlos ni agarrar cualquier objeto que le fuera de ayuda. Estaba condenada a un largo cautiverio, pero seguía luchando sin fin, por lo menos así tendría algo que hacer en la que sería una larga espera para que la rescataran. Sin dejar de sacudirse la hermosa chica morena empezó a recordar los eventos del día que la llevaron al lugar donde ahora se encontraba.
Al empezar el día nada indicaba lo que Rebeca estaba a punto de vivir, era la mañana cuando estaba en su escritorio y recibió una llamada de un amigo para invitarla a salir
-hola, ¿qué pasa?
-No, no voy a poder verte allí
- De hecho no podré salir de casa en todo el fin de semana
-Tengo una tarea que hacer, así que estaré trabajando en ella todo el fin de semana
-la semana que viene tengo exámenes finales ¿sabes?
-Si, mis dos compañeras de cuarto salieron de la ciudad, así que no tengo distracciones, seguro terminaré a tiempo. Pero, nada de fiestas este fin de semana.
-Si, bueno, ahorita voy a ir a la tienda, y en cuanto vuelva me pondré a trabajar, otro día te marco ¿OK?
-Bueno, me gustó saludarte, adios.
Efectivamente era sábado en la mañana, Rebeca estaba sola en casa y sus compañeras no volverían en un par de días. No sabía que la llamada que acababa de recibir fue su única oportunidad de quedar con alguien para que la visitara en esos dos días, al rechazar salir con sus amigos ahora nadie la extrañaría hasta el lunes, y nadie la buscaría en su casa, claro que eso era precisamente lo que quería, sin amigos, sin compañeras de piso, tenía dos días de completa soledad para que nada la distrajera de su trabajo.
Como le dijo a su amigo iba a ir al minisuper de la esquina para comprar algo de comer y luego volvería a casa. estaba vestida con una blusa rosa, una falda morada que le cubría media pierna y zapatos de tacón, su cabello negro estaba peinado en una cola de caballo, estaba a punto de agarrar su bolsa de mano cuando escuchó a alguien tocar la puerta. Dejó el bolso sobre el escritorio y fue a abrir sin saber quien podría estar tocando, no tenía idea de que su tormento estaba por comenzar.
Del otro lado de la puerta había un hombre de unos 40 años, vestía un pantalón de mezclilla negro y una camisa púrpura, consigo traía una caja.
-Hola -saludó la joven estudiante
-Hola, le traigo una entrega de paquetería -dijo el hombre entregándole la caja.
-Gracias -contestó recibiéndola- No recuerdo haber ordenado nada, debe ser para alguna de mis compañeras.
-Si, seguro lo es
-¿Dónde firmo?
-Oh, justo ahí, sobre la línea punteada por favor.
Rebeca tomó la pluma que el hombre le ofreció y se dispuso a firmar, pero la pluma no pintó.
-Sabes, se le debe haber acabado la tinta, déjame ir adentro y traeré otra pluma.
-muy bien. -dijo el hombre volviendo a tomar la caja y la pluma inservible- esperaré justo aquí.
Rebeca se dio la vuelta y, dejando la puerta abierta, fue a buscar la pluma sin saber que acababa de caer en la trampa del hombre, que no tenía otra intención más que robar su casa. este esperó a que la chica desapareciera en el interior de la morada y entonces se metió dentro de la casa.
-Tengo la pluma .anunció Rebeca cuando volvió a la entrada, al no ver a nadie se asomó hacia afuera, el hombre no estaba en ningún lado.
-que extraño- exclamó la chica confundida por la repentina desaparición del sujeto, pero dado que el paquete no era para ella no se preocupó más y se dispuso a volver a sus actividades, pero apenas cerró la puerta el hombre que estaba tras ella se le echó encima, le cubrió la boca con una mano y le sostuvo los brazos con la otra.
-Ok. Sólo estate quieta
Esperó a que Rebeca se calmara un poco y entonces le dijo. -voy a quitar mi mano de tú boca, sólo prométeme que no gritarás.
-mmmfff. -contestó Rebeca asintiendo.
-muy bien, nada te va a pasar. -dijo el hombre antes de liberarla tratando de calmarla.
Probablemente en ese momento no pensaba hacerla pasar por todo lo que le hizo, pero las cosas cambiarían.
-¿qué está pasando? -preguntó Rebeca en cuanto pudo.
-sólo necesito un poco de dinero y un poco de joyas -le dijo el hombre que le seguía sujetando las manos y que le mostró una pistola para advertirle que no le causara problemas.
-sí- Dijo Rebeca aun impactada.
-una vez que tenga lo que busco me iré, ¿OK?
-Ok.
-pero mientras tanto tengo que hacer algo contigo, así que vamos para adentro.
-Ok.
El hombre, sin soltarla, la hizo caminar hasta su cuarto, ya allí la soltó y la sentó en la cama, entonces le exigió. -Dime donde está todo tú dinero y todas tus joyas-
-ya te lo dije -contestó Rebeca tratando de sonar honesta- no tengo ni dinero ni joyería.
-Ok. Si no quieres cooperar conmigo no me vas a dejar otra opción más que hacer esto del modo difícil… por última vez ¿tienes dinero o joyería?
-no, no tengo- insistió la chica.
-Pues no te creo, y siendo así voy a tener que buscar por toda tú casa y encontrarlo yo sólo. Ahora, dame algo con lo que pueda amarrarte para que no me estorbes en lo que busco.
- ¿no pue---’ ¿no puedes encerrarme en un closet o algo así?- sugirió la estudiante a la que la idea de estar indefensa junto a un criminal no le agradaba- mi compañera de cuarto estará de vuelta en cualquier momento -dijo con la esperanza de que esto lo obligara a huir y dejarla en paz.
-no, no, no. No voy a caer en ese viejo truco, ahora apúrate que tengo que ponerme a buscar.
-está bien.
Rebeca abrió uno de los cajones de su cómoda y sacó cuatro largas cuerdas, dos pedazos de tela blanca, unas pantimedias y un rollo de cinta plateada.
-¿será esto suficiente? -preguntó sumisamente.
-si creo que esto servirá -contestó el ladrón mientras revisaba el material. -ahora me voy a encargar de ti- dijo mientras sujetaba la quijada de la chica quien lo contempló resignada.
De vuelta en el presente Rebeca continuaba su lucha, por la saliva la mordaza se le había movido un poco de modo que su labio superior estaba descubierto, pero fuera de eso su situación era la misma. Ahora que había recordado esos últimos instantes de libertad se había dado cuenta que, aparte de haberse dejado engañar por el truco de la mensajería, había cometido dos graves errores que habían empeorado su situación. En primer lugar no había cooperado con el ladrón, si le hubiera dado el dinero y las joyas que le pedía, seguramente lo hubiera tomado y se habría ido. La chica sabía que de cualquier forma la habría amarrado antes de irse, pero probablemente habría sido inmovilizada de un modo menos estricto, lo cual le hubiera dado oportunidad de escapar o por lo menos llamar la atención de alguien. En vez de eso ahora estaba en una posición de la que le era imposible escapar, el ladrón había tenido tiempo de escudriñar toda su casa, con lo cual no se llevó sólo un poco de dinero o joyas sino que se llevó todo lo que tenía.
Su otro error fue cuando abrió su cómoda y le dio todas esas cuerdas. Rebeca era, como mucha gente lo es en secreto, una amante del bondage y por ello tenía todas esas cuerdas tan cerca de su cama, listas para cuando tuviera la oportunidad de usarlas. Cuando el ladrón le ordenó que le diera algo para atarla instintivamente recurrió a ellas, y eso había significado darle al criminal no sólo una enorme cantidad de material con el cual inmovilizarla, sino uno de excelente calidad, que dificultaba cualquier escape, ahora la chica pensaba que debió haber ido a su armario y darle algo de ropa, o algunas mascadas y bufandas para que la amarrara, el tipo, mientras no supiera que las cuerdas estaban en otro lado, se habría conformado con esto, y más adelante le habría sido más fácil escapar. Mientras seguía gimiendo contra la mordaza cubierta de vendajes (otro de sus juguetes sexuales que el ladrón había hallado) volvió a recordar su día, y al momento en que cometió un tercer error, este último sería fatal.
Un hogtie fue la primera manera en que el atracador la había amarrado, seguramente al sujeto le gustaba la posición ya que era la misma en que la dejó una vez que se fue, su primera atadura fue, sin embargo, más benévola que en la que se encontraba ahora: las diversas cuerdas habían sido usadas para amarrarle los tobillos, las piernas por debajo de las rodillas, las muñecas a la espalda y los brazos sobre los codos, esta última cuerda, más larga que las demás, también había sido usada para sujetarle mejor los brazos haciéndola pasar por debajo de los hombros y atrás de la nuca. Uno de los pedazos de tela fue usado para atar sus muñecas a sus pies, forzándola a doblar las piernas, aunque de una manera mucho menos estricta que la posterior. Había sido amordazada con otro pedazo de tela que le fue metido a la boca y cubierto por varios pedazos de la cinta plateada, finalmente el fulano había usado su pantimedia colocándosela de modo que le cubría toda la cabeza y amarrando los extremos sobre su boca, reforzando la mordaza. Rebeca podía ver a través del material de nylon, aunque su visión quedaba velada. El ladrón la dejó así, recostada sobre su cama y se fue a empezar su búsqueda de efectivo, y fue allí, sola, que Rebeca cometió su tercer error.
No sabía porque lo había hecho, aunque probablemente el hecho de que la obligara a quitarse la blusa antes de amarrarla ayudó, vestida solo con su sostén blanco la estudiante te sintió vulnerable y temerosa de lo que pudiera pasarle mientras estaba indefensa, probablemente su subconsciente la traicionó y al ver su fantasía de estar amarrada realizada no pudo evitarlo, tal vez fueron ambas cosas pero la cosa es que se puso a luchar por escapar, ni siquiera se dio cuenta cuando empezó a luchar tenazmente contra las ataduras. No es que esto fuera malo, pero eligió un muy mal momento. ¿por qué no se quedó quieta y esperó a que el asaltante se fuera? Eso fue lo que debió hacer, pero en cuanto pudo empezó a luchar sin pausa; la cosa no habría sido tan mala si hubiera fallado, probablemente hubiera tenido que soportar unas burlas de su captor, pero nada más, pero lamentablemente tuvo éxito, aunque de manera parcial, y esto fue lo que la condenó.
Al principio Rebeca actuó con más fuerza que con razón, esto no la ayudó en nada y lo único que logró fue que uno de los tirantes de su braziere se le deslizara por el brazo, con lo cual dejó su teta izquierda descubierta. Ante eso la chica se calmó y actuó con más calma, descubrió que el nudo de la tela que la obligaba a mantener sus piernas flexionadas estaba al alcance de sus dedos y que con un poco de esfuerzo podría desatarlo, así que pacientemente se dedicó a esa tarea. No fue nada sencillo, el ladrón sabía amarrar muy bien y sin duda tenía experiencia en el asunto, la cosa se dificultaba aun más porque el nudo estaba justo en un lugar donde por más que volteara su cabeza no podía verlo, así que dependía exclusivamente de su tacto para desatarlo, Rebeca tenía dedos muy hábiles, pero los minutos pasaban y al parecer lo único que la estudiante había logrado era que su falda le descubriera las piernas de modo que cualquiera que pusiera atención podría alcanzar a ver sus calzones de color rosa con adornos florales. La joven se estaba desanimando y estaba a punto de rendirse cuando finalmente sintió que la tela se aflojaba y tras un poco más de lucha la chica quedó libre del hogtie, habían sido ocho minutos agotadores, pero fue delicioso poder estirar las piernas. Rebeca sabía que desatar el resto de las cuerdas era imposible, estaban todas muy fuertemente ajustadas y ningún otro nudo podía ser alcanzado. La hermosa mujer hizo lo único que podía, se arrastro hasta la orilla de la cama y allí se incorporó, su única posibilidad de escapar de su situación era alcanzar un teléfono y llamar a emergencias, así que saltito a saltito se dirigió a la entrada del cuarto, era muy difícil pues con sus piernas atadas tan fuertemente era complicado mantener el equilibrio y debía detenerse cada que saltaba para evitar caerse al suelo. Poco a poco se acercó a la puerta, pero tuvo la mala suerte de que en cuanto se asomó al pasillo el hombre la vio y rápidamente la detuvo.
-¡Hey!, ¿A dónde crees que vas?
-¡Mmmmm! ¡Mmmmm!
-¿Eh?
-Mmmmmfffffff
-Ya puedo ver que no vas a representar nada excepto problemas. Voy a tener que ponerte en un lugar de donde no puedas salir.
-Mmmppphhh, Mmmppphhh, mmpphh, mmpphh.
Si Rebeca hubiera esperado a estar sola para intentar su escape, habría podido alcanzar el teléfono y llamar a alguien de modo que pudiera recuperar su libertad en un plazo relativamente corto, pero su impaciencia llevó a que la atraparan, a que el hombre decidiera humillarla y a que este tuviera más cuidado y no volviera a cometer el error de dejar un nudo al alcance de sus dedos, así, ahora que estaba sola, Rebeca ya no tenía otra posibilidad que esperar y esperar inmóvil.
Continuará.
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