8 de noviembre de 2012

La Criminal Involuntaria - Capítulo 6


Capítulo final de mi primera historia de bondage original. Espero les guste.


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Capítulo 6


Aurora y Teresa fueron desatadas a la mañana siguiente y de nuevo se les permitió desayunar junto a Lilia y Paulina, aunque las cuatro estaban bastante relajadas considerando la situación, el tiempo transcurrió en silencio, aunque las dos habitantes de la casa no dejaban de voltear a verse nerviosamente, como si quisieran decirse algo.
-Bueno chicas -dijo Lilia cuando todas terminaron- les agradecemos su hospitalidad, pero tenemos que irnos y antes de eso las vamos a dejar bien atadas.
Las dos chicas se quedaron quietas en sus asientos, hasta que la ladrona señaló a Teresa.
-Tú, ¿dónde tienen cuerdas o algo que pueda usar para amarrarlas?
La chica se levantó y llevó a Lilia, quien le apuntaba con la pistola, a su habitación, donde abrió el closet y le dio dos bufandas, la ladrona iba a exigirle más cosas, pero Teresa se volteó a buscar algo más y al hacerlo dejó caer una caja, esta se abrió y de su interior salieron un montón de cuerdas y una mordaza de bola. Lilia revisó más cuidadosamente el contenido de la caja y vio que también había vibradores, cinta y otros varios juguetes de bondage, entonces vio de nuevo a la chica y vio que sus ojos brillaban y que apenas podía disimular una pícara sonrisa.
-No tiraste esto por accidente ¿verdad?
Teresa calló sintiéndose muy apenada, y tras unos segundos sólo negó con la cabeza. Entonces la ladrona entendió el porque de la mirada de decepción que percibió la otra noche.
-Entonces ¿no te molesta que te vaya a amarrar?
Teresa tomó aire y se atrevió a hablar honestamente.
-No, me gusta el bondage y me encanta estar indefensa. Ayer te tenía miedo, pero ya que vi que no me vas a hacer daño ni a robarme entonces me gustó la idea de ser tu prisionera.
-¿Cómo te llamas?
-Teresa
-¿Sabes quién soy Teresa?
-Sí, desde que tus atracos empezaron a aparecer en la prensa mi compañera y yo hemos fantaseado con que algún día nos atacaras a nosotras.
-Pues entonces serán las primeras personas que disfruten el cautiverio a el que las voy a someter, así que haré algo especial por ustedes.
Lilia bajó la pistola y se puso a seleccionar que usar de todo lo que había en la caja.
Abajo Aurora se animó a hablar con Paulina
-No quieres estar con ella ¿verdad?
-No, lo siento por lo que les está pasando, quisiera ayudarte pero secuestraron a una amiga mía y me están obligando a trabajar con estas ladronas.
-Lo noté porque se te ve muy incómoda, así que sólo quería decirte que no debes preocuparte, todo saldrá bien.
-Gracias, eso espero
Después se hizo un silencio.
-Escucha, lamento que vayan a amarrarte, pero si todo va bien desde aquí iremos a por mi amiga y me dejarán en paz. Te prometo que en cuanto pueda volveré a liberarte.
-Gracias, cuando esto termine hablaré a tu favor con la policía, para que no tengas problemas.
La conversación fue interrumpida por el regreso de Lilia y Teresa.
-Muy bien, vamos a la sala -ordenó Lilia mostrando a la rubia un montón de cuerdas.
Inés se levantó temprano para ir a la comisaría y saber desde el primer momento las noticias de las prófugas, al saber que no habían obtenido una sola pista sobre su paradero actual no pudo esconder su decepción, sus compañeros la consolaron asegurándole que no dejarían de buscar y que ya investigaban a fondo a Paulina, que pronto las atraparían a todas, pero algo le decía a la chica que tendría que esperar mucho para desquitarse de la humillación que había pasado.
Aurora se sorprendió al ver el emocionado rostro de su amiga.
-Lo sabe -fue lo único que dijo esta como explicación, y entonces Aurora también sonrió con ilusión, sólo Paulina se quedó sin entender que pasaba, y no pudo explicarse la rapidez con el que las dos amigas se quitaron su ropa cuando Lilia se los ordenó. Tampoco entendió por qué esta ya las amenazaba con la pistola.
Las dos amigas quedaron vistiendo sólo dos conjuntos de lencería, el de Aurora era de color azul marino y el de Teresa verde limón, Lilia les ordenó que se arrodillaran la una frente a la otra y que se abrazarán, las chicas obedecieron.
Lilia se acercó a ellas y amarró las muñecas de Teresa detrás de la espalda de Aurora, luego hizo lo mismo con las manos de la rubia. Sólo dos pedazos de cuerda habían bastado para dejar a las dos mujeres incapacitadas, pues estando frente a frente y muy cerca la una de la otra no podían separarse ni protegerse, pero la ladrona apenas comenzaba.
Lilia ató una cuerda alrededor de la cintura de Aurora y luego hizo lo mismo con Teresa, a continuación tomó una cuerda más que amarró por un extremo a la que ya estaba en la cintura de la rubia, luego pasó el resto entre sus piernas y, jalándola fuerte de modo que el material oprimiera los genitales de la chica, amarró el otro extremo a las manos de Teresa. Luego repitió la operación con la otra chica, cada una de las cuerdas estaba justo en el lugar preciso, presionando el clítoris y pasando dentro de la vulva de las muchachas que apenas podían contenerse.
A continuación Lilia amarró los tobillos de las dos mujeres y después sus piernas, por arriba y debajo de las rodillas, luego buscó un pedazo muy pequeño de cuerda y lo usó para unir los dos cinturones de cuerda que sujetaban las Crotch ropes de las chicas, la ladrona tomó entonces un vibrador y lo amarró en ese mismo punto.
-¿no es demasiado? -preguntó Paulina angustiada, tratando de parar lo que le parecía una excesiva humillación de las chicas.
-No te preocupes chica, estoy segura de que no les molesta. -Paulina quedó perpleja y su confusión aumentó más cuando Aurora le guiñó un ojo para indicarle que todo estaba bien ¿podía alguien disfrutar algo así?
Mientras Paulina trataba de comprender Lilia continuó y tomando los pedazos de cuerda más largos ató los cuerpos de sus prisioneras el uno al otro, primero a la altura de los muslos, luego por la cintura y luego por debajo y arriba de sus omóplatos, los pechos de las chicas estaban oprimidos los unos contra los otros y las dos amigas no tenían manera de despegarse, estaban tan cerca que sus labios casi se tocaban, pero aún si lo querían sus bocas nunca se encontrarían, pues ya teniéndolas inmóviles Lilia las silenció con unas mordazas de bola cuyas correas ajustó fuertemente para que sólo sus gemidos pudieran escapar.
-Espero que disfruten el tiempo que pasaran juntas chicas, si existe la oportunidad las visitaré en el futuro.
Las mordazas les impidieron comentar sobre esta promesa, pero sus ojos indicaron que la idea les gustaba.
-Cumpliré mi promesa y vendré a desatarlas chicas y realmente lo siento -dijo Paulina que aún se negaba a creer que esto era algo que las mujeres quisieran vivir.
-No te preocupes por ello -le dijo Lilia quien escribía un mensaje de texto en el celular de Teresa- estoy enviando un recado a una de sus amigas para que venga a recoger algo en tres horas, cuando llegue las encontrará y desatará y para ese entonces estaremos lejos.
Como último detalle Lilia vendó los ojos de las amigas con las bufandas que Teresa le había dado y luego les tapó los oídos con unos audífonos aislantes de ruido. Incapaces de escuchar o ver algo el único sentido que les servía de algo era el tacto, así que ambas pasarían su cautiverio concentradas únicamente en sentir sus cuerpos pegados el uno al otro y en las sensaciones que las cuerdas que las oprimían les provocarían.
Lilia prendió el vibrador que hizo que la cuerda sobre los genitales de las chicas empezara a moverse también, estimulándolas aún más, las manos de las dos amigas empezaron a moverse de arriba a bajo mientras cada una trataba de dar placer a la otra y, aunque sus labios no podían tocarse, acercaron sus bocas haciendo que sus mordazas se rozaran.
Lilia y Paulina se fueron, dejándolas solas.
Veinte minutos después la prófuga y su obligada ayudante tomaban la carretera usando el auto de Teresa, el ambiente urbano fue remplazado por árboles y no mucho después se desviaron en un camino secundario quedando completamente solas
-Pronto llegaremos y todo terminará -dijo Lilia.
Paulina no se sentía muy alegre pues sabía que, si bien se reuniría con Griselda y que había cumplido lo que le habían pedido, el futuro sería difícil para ella pues ahora era una criminal, y además sospechaba que la esperaba un prolongado periodo de inmovilidad.
Poco tiempo después divisaron a una fábrica abandonada, y la estudiante intuyó que ese era su destino final. Efectivamente se metieron al estacionamiento y la ladrona apagó el auto.
-Bienvenida a Tampico.
Siguiendo a Lilia, Paulina caminó al interior de la nave industrial. Allí su compañera llamó a Julia y esta apareció desde el fondo del lugar. Al verse las dos mujeres se acercaron y se dieron un abrazo, Paulina permaneció atrás observando y buscando, pero no veía a Griselda.
-Sabía que podía confiar en ti -le dijo Julia caminando hacia ella -hiciste un excelente trabajo.
-Lo mismo opino chica, no cualquiera tiene las agallas de traicionar a una amiga y de enfrentarse a una policía, se que no lo hiciste por voluntad, pero aun así, gracias -comentó Lilia.
-Sólo díganme donde esta Griselda y déjennos ir -pidió Paulina.
-Tu amiga esta sana y salva tal y como te lo prometí -respondió Julia- pero respecto a dejarte ir… eso no será posible, no podemos confiar en ustedes así que debemos mantenerlas quietas hasta que escapemos del estado para que no llamen a la policía.
Paulina guardó silencio.
-Vamos -le dijo Julia, y las tres mujeres caminaron al fondo de el edificio.
Allí, detrás de un sofá y acostada sobre un viejo colchón Paulina vio a su amiga sana y salva. Pero, aunque debió haberlo esperado, la joven quedó impactada al ver a su amiga desnuda salvo por sus boxers y atada de pies y manos.
-Mmmppphhh -gritó Griselda con emoción tras la cinta plateada que le sellaba los labios al ver a su amiga.
-¿Qué le hiciste? -reclamó esta a Julia.
-No te preocupes, sólo nos divertimos un poco, en vez de angustiarte por qué no compartes la emoción de tu amiguita por esta reunión.
Griselda, que ya no tenía los codos ni los brazos amarrados se había sentado y ahora tenía los ojos muy abiertos, esperando que la liberaran pronto.
-Bueno chicas, es hora de que nos separemos -dijo Lilia- pero nos falta un pequeño detalle. Paulina, no es justo que tu amiga esté casi desnuda y tu estés vestida, así que quítate la ropa.
-Mmmppphhh mmpphh -reclamó Griselda al ver que no iban a soltarlas y exigiendo que no humillaran a su compañera, pero salvo lanzar sus ahogados gemidos nada podía hacer más que observar.
Desde que esto empezó Paulina sabía que tarde o temprano le tocaría pasar por esto y resignada se quitó la ropa, primero sus zapatos y calcetines, luego su camisa y finalmente sus pantalones. Ya en ropa interior se quedó viendo a las criminales.
-Tu sostén también chica -indicó Julia
Suspirando la joven desabrochó el broche y mostró sus lindos pechos.
-MMPPHH -volvió a expresar Griselda.
-Estás haciendo mucho escándalo -le dijo Julia- recuerda lo que te puede pasar si andas de rebelde.
Griselda recordó el día anterior y guardó silencio, dejándose caer sobre el colchón a esperar.
Lilia tomó unas cuerdas y empezó a amarrar a la chica que la había ayudado, primero ató sus muñecas a la espalda y luego sus tobillos. A continuación sus codos fueron amarrados tan cerca como fue posible sin lastimarla y cuerdas más grandes siguieron para amarrar los brazos de Paulina por arriba y por debajo de sus pechos, un pedazo adicional fue usado como un arnés alrededor de su cuerpo de modo que alzó sus dos senos haciéndolos más atractivos aun. Julia acercó más cuerdas a su compañera, la primera fue atada alrededor de la cintura de Paulina y la segunda sujeta a la primera cuerda sobre su estómago, pasada entre sus piernas y presionada sobre sus calzones negros y atada de nuevo a la cuerda esta vez a su espalda.
Con Paulina atada así la chica fue ayudada a sentarse, y Julia tomó más cuerdas las cuales usó para completar el bondage de Griselda de modo que estuviera tan inmóvil como su amiga, incluyendo la cuerda entre las piernas y el arnés de los pechos.
Las ladronas colocaron a las dos jóvenes espalda con espalda y usaron una última larga cuerda para atarlas la una a la otra por su cintura. Para terminar, Julia tomó un rollo de cinta plateada y sin cortar ningún pedazo, la colocó sobre la boca de Paulina y rodeó su cabeza con ella cinco veces dejando a la chica en silencio. Aunque Griselda ya estaba amordazada la ladrona reforzó los pedazos de cinta que ya la callaban envolviendo su cabeza de la misma forma que su amiga.
-Creo que esto será suficiente para mantenerlas tranquilas -dijo Julia a las dos chicas que, derrotadas, no intentaron quejarse ni probar la calidad de los nudos.
-Aquí nadie las va a encontrar nunca -dijo Lilia- y tampoco van a poder escapar, así que para corresponder lo que hicieron por nosotras, una vez que estemos lejos de aquí haremos una llamada a la policía para avisarles donde pueden encontrarlas para que las desaten.
-Espero que aprecien el que tengamos que sacrificar este escondite por ustedes -añadió Julia.
Las dos cautivas trataron de mover los brazos y al darse cuenta lo apretados que estaban los nudos agradecieron en su silencio que sus captoras fueran a preocuparse por su futura liberación.
-Un favor más que les haremos chicas -añadió Julia mostrando un sobre- aquí hay una carta de mi puño y letra confesando como las obligué a ayudarme y aclarando que no deben ser consideradas responsables de nuestra fuga, espero que esto sumado a que los oficiales las encontraran en esta apretada situación, sea suficiente para que las perdonen y puedan seguir con sus vidas.
-También les dejamos las llaves del auto de su vecina -añadió Lilia- para que puedan manejar de vuelta a casa y devolvérselo.
Las dos ladronas vieron unos segundos la hermosa imagen de las dos jóvenes indefensas y luego se dieron la vuelta para irse.
-Adiós -dijeron al unísono, y desaparecieron.
Solas, las dos chicas intentaron ahora si moverse, pero rápidamente se dieron cuenta de que era inútil, no había forma de siquiera cambiar de posición. Aunque no podían hablarse las dos muchachas gimieron a través de sus mordazas tratando de comunicarse, más que nada para consolarse y darse apoyo, dado que estaban espalda con espalda y no podían verse así que su comunicación quedaba reducida a eso.
Estando atada Paulina intentó comprender la emoción que las dos ladronas sentían por las ataduras y también el gusto por estar indefensas que las dos chicas en cuya casa pasaron la noche habían mostrado. La primera vez que Julia la ató se sintió terrible, pero era más que nada por el miedo, ahora que se sabía segura estaba extrañamente tranquila y cómoda. Sólo la idea de que en un par de horas sería encontrada por unos policías que la verían casi desnuda la molestaba un poco. Pero las ataduras, para su sorpresa no la molestaban, la cuerda que presionaba su vulva también le estaba causando una sensación agradable, ¿estaría a caso descubriendo algo inesperado y oculto en su personalidad?
Por otro lado Griselda si estaba muy enojada por toda la experiencia, ella tenía una personalidad fuerte y dominante y el ser sometida no le había gustado nada, mucho menos cuando tuvo que soportar el recibir indeseadas atenciones de parte de su secuestradora. Ahora ese placer que, a su pesar, disfrutaba estaba de nuevo presente con esa cuerda que la invadía, sólo le quedaba tratar de ignorarlo, pero era muy difícil.
Para distraerse Griselda pensó en su amiga y se dio cuenta de el enorme sacrificio que había hecho por ella, puso su reputación, su futuro y su seguridad en riesgo para rescatarla, la chica se dio cuenta de que estaba muy agradecida con su amiga y trató de decírselo.
-Mmmppphhh -fue lo único que pudo expresar a pesar de sus esfuerzos de articular algo y en ese momento odió mucho más que antes estar amordazada, entonces sus dedos rozaron la mano de su amiga y se dio cuenta que en su situación había encontrado la mejor forma de mostrar su gratitud, tomando la mano de su amiga y dándole un ligero apretón quedó claro para ambas lo que quería expresar y Paulina por primera vez desde que esto comenzó se sintió feliz.
Había sido muy duro, pero sin duda su amistad saldría muy reforzada de esta experiencia.

Fin.

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