8 de octubre de 2012

La Criminal Involuntaria - Capítulo 3


 Tercer episodio de mi primera historia de bondage original.


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Capítulo 3

Un paso más, y otro más… Griselda estiró sus dedos y alcanzó a tocar el borde de la mesa, estaba tan cerca. Estaba muy cansado por el esfuerzo, varias gotas de sudor caían por su frente y un tirante de su Top se había safado de su hombro amenazando con exponer su seno, pero todo eso no importaba, no iba a rendirse.
Dio un último impulso y ahora si sus dedos pudieron recorrer la mesa… sintió mucha emoción cuando finalmente palpó el metal de un cubierto el cual asió con fuerza, ya tenía la herramienta para cortar sus ataduras y escapar.
Estaba a punto de comenzar a serrar la cuerda cuando la puerta se abrió y Julia entró sonriendo.
-¿Me extrañaste?
Griselda se hundió descorazonada, toda su lucha había sido inútil y su oportunidad de escapar se había ido, lo peor es que seguramente sería castigada con un bondage más fuerte. Con la mirada hundida en el piso mientras trataba de esconder su frustración esperó a ver que le hacían ahora.
-Vaya, vaya, vaya -dijo Julia observándola- ciertamente no estabas así cuando te dejé… me parece que has estado haciendo diabluras.
La ladrona se acercó lentamente estudiándola y pronto vio el cubierto cuyo mango la prisionera sujetaba muy fuertemente, aferrándose a su esperanza de libertad.
-Ya veo, quisiste usar el cuchillo del desayuno para soltarte, muy listo de tu parte -comentó la invasora -la verdad es que fue un grave descuido de mi parte dejarlo a tu alcance.
Mientras hablaba Griselda volteó discretamente hacia arriba mirando con aprensión a la ladrona quien meditaba en silencio.
-No soy una persona injusta -dijo tras un silencio- tu esfuerzo debe ser recompensado, así que te daré una oportunidad… voy al otro cuarto a ver cómo está tu amiga, mientras hago eso no te voy a quitar tu cuchillo, y si logras soltarte antes de que regrese te dejaré libre, dejaré que me captures y seré tu prisionera hasta que lla mes a la policía y vengan a arrestarme. ¿Qué te parece?
Griselda no podía creerlo y se quedó paralizada sin saber si era o no una broma.
Julia caminó al refrigerador y sacó un cubito de hielo donde la noche anterior había metido las llaves de las esposas de Paulina. Griselda seguía viéndola sin saber que hacer.
-Si te quedas así de quieta se te va a ir tu oportunidad -le dijo la ladrona saliendo de la cocina.
Griselda se quedó quieta unos segundo más y entonces, desesperada, se puso a cortar las cuerdas.
Paulina estaba aburrida pues el tiempo que había pasado sola se le había hecho eterno. De vez en cuando hacía tímidos intentos de soltarse las manos, pero sabía que era absurdo pues no podría soltarse de las esposas a menos que se dislocara un pulgar, lo cual no estaba dispuesta a hacer. Así que la chica simplemente aguardaba.
Su espera terminó cuando Julia entró por la puerta.
-lo siento por la tardanza, estaba arreglando unos asuntos pero todo está hecho, así que vuelvo contigo.
Paulina vio como su captora sostenía un cubito dy hielo del cual salía un delgado hilo. La ladrona tomó el extremo libre del hilo y lo amarró a la cabecera de la cama, justo sobre las manos de la joven, de modo que el cubo quedara suspendido sobre ella.
-No puedo soltarte en este instante, necesito tiempo para alejarme de aquí con tu amiga y no quiero darles la oportunidad de ponerse de acuerdo; una vez que me vaya y no sepas donde estoy no podrás acudir con la policía si es que quieres volver a verla con vida y no te quedará otra opción más que hacer lo que te mando.
Paulina se mantuvo atenta mientras Julia continuaba con su explicación.
-En este hielo está congelada la llave para abrir tus esposas, una vez que se derrita podrás soltarte y entonces irás a buscar a Dulce y recuperarás a mi compañera… recuerda que si no lo haces voy a matar a Griselda.
Julia se levantó para irse y al llegar al umbral de la puerta dio la vuelta y continuó.
-Dos cosas más. Primero, avísale a mi compañera que la estaré esperando en Tampico, son unas claves que usamos para identificar nuestros escondites, así sabrá a dónde ir para reunirse conmigo y para que recuperes a tu amiga. Segundo, ya que te las quites no vayas a dejar las esposas en casa, estoy seguro de que en algún momento del día necesitarás usarlas en alguien y será bueno tenerlas a la mano.
La villana mostró una sonrisa pícara y se despidió.
-Nos vemos al rato guapa.
Paulina quedó en silencio observando el cubo de hielo sobre ella, su libertad aún estaba lejos.
Julia volvió a la cocina para encontrarse con una Griselda tan inmóvil como lo estaba antes, sus manos a la espalda, sus tobillos a las patas de la silla y la servilleta de tela blanca, ya bastante húmeda, fuertemente sujeta entre los labios. La diferencia es que la joven estaba totalmente derrotada, su cabeza estaba hundida y sus cabellos despeinados caían sobre su rostro sudado escondiendo unos ojos que se esforzaban por contener unas lágrimas de frustración.
-Supongo que ya te diste cuenta de tu terrible error -dijo Julia acercándose a la silla.
Al estar junto a ella se arrodilló y tomó el cubierto que Griselda aún sostenía fuertemente en sus manos.
-Buscar el cuchillo para cortar tus ataduras fue una excelente idea… pero en cuanto sentiste el metal del mango tomaste lo primero que encontraste y no te cercioraste de que era lo que querías.
La criminal mostró el instrumento a la chica que alzó una mirada que no podía esconder su enojo.
-Es muy complicado lograr cortar las cuerdas con una cuchara. JAJAJAJA.
El gesto de Griselda mostró su disgusto por la burla de la que era objeto.
-Owww, te hice sentir mal, no era mi intención. Fue cruel de mi parte burlarme.
Julia empezó a desatar los pies de la chica de la silla.
-Ahora tenemos que irnos inmediatamente, pero te prometo que más tarde, ya con calma buscaré la forma de hacerte sentir mejor para que este día no sea tan malo.
Al decir esto Julia guiñó un ojo.
-Nnpphh -expresó Griselda negando con la cabeza al sospechar a que se refería ese comentario.
La ladrona la ignoró y tras soltar sus dos pies la levantó del asiento y la apuró hacia la puerta principal.
-Rápido, vamos al auto de tu vecina y no quiero correr el riesgo de que alguien te vea con esa mordaza en la calle.
Griselda trató de resistirse, pero a base de empujones pronto la llevaron hasta el coche; su captora abrió la cajuela y la joven prisionera abrió los ojos con terror al ver que la iban a meter allí.
-MMMPPPHHH -Gritó, pero rápidamente Julia logró meterla, no había mucho que la chica pudiera hacer para oponerse con las manos amarradas.
-Lo siento, se que es incómodo, pero no puedo llevarte a la vista con una mordaza en tu boca, aguanta allí hasta que lleguemos.
Julia cerró la cajuela y dejó sumida a Griselda en la absoluta oscuridad, la chica trató de acomodarse, pero apenas cabía en el estrecho espacio y tenía que tener las piernas un poco dobladas. Todo se mantuvo tranquilo hasta que la joven oyó el motor arrancar y sintió al vehículo moverse. No sabía a donde iba, pero tenía miedo.
Paulina esperó, y esperó. Sin otra cosa que hacer su vista estaba fija en el cubito dy hielo que poco a poco se iba deshaciendo, el ver la lentitud con la que la llave que le daría la libertad se descongelaba la desesperaba, no había nada peor que estar tan cerca, y a la vez tan lejos de conseguir su objetivo. No supo cuanto tiempo pasó cuando se le ocurrió lo obvio; el cubo no estaba fuera de su alcance, así que con tan s´lo estirar las manos podía tomarlo y sacar la llave más rápido.
Con sus manos frotó el hielo hasta que logró derretirlo, pasaron algunos minutos pero por fin tenía las llaves en sus manos, respiró aliviada y tras respirar profundamente unos segundos buscó cuidadosamente la cerradura, giró la llave y escuchó el click que le indicó que los candados se abrieron, aliviada se quitó las esposas y se sobó las muñecas. Después se quitó la mordaza y finalmente se desató los pies.
Sabía que no tenía mucho tiempo, pero se tomó unos segundos para estirarse y tratar de relajarse, hecho esto se quitó la pijama y completamente desnuda caminó hacia su ropero para sacar un conjunto de ropa interior negra, uno pantalones de mezclilla, una blusa roja y unas calcetas con las cuales se vistió, después se puso unos tenis. Paró en la cocina y tomó una manzana y unas barras de cereal para comer algo en el camino, después tomó una mochila, sacó todo lo que tenía adentro y metió el cuchillo más grande que tenían en casa, las cuerdas que encontró tiradas en el suelo y que antes habían sido usadas para inmovilizar a Griselda y las esposas que la ladrona le había insistido que no olvidara. Respiró hondo y salió de casa, estaba a punto de convertirse en una criminal involuntaria.
Dulce estaba un poco espantada, cuando terminó la carrera y había entrado a trabajar en una empresa de medicina privada nunca imaginó que en algún momento iba a tener que atender a una criminal. Pero finalmente la mujer ya estaba arrestada y no daría problemas, y parte de su preparación había incluido el trabajar bajo presión, así que podía manejarlo, los nervios se debían a que esto era algo nuevo para ella. Llevaba ya unos meses trabajando en la empresa y sus jefes le habían dado la oportunidad de encargarse del asunto ella sola, así que estaría sin supervisión y a cargo de todo, finalmente no era nada importante pues sólo se trataba de una examen médico de rutina, pero el simple hecho de que sus responsabilidades habilidades aumentaran lo hacían parecer como algo mue importante. Un timbre la sacó de sus pensamientos.
-Señorita, la paciente está aquí.
Dulce se levantó, acomodó su blanco uniforme de enfermera y salió por la puerta para ver una camioneta de la policía aparcando cerca, una agente que tendría pocos años más que ella abrió la puerta trasera y de allí bajó la prisionera, encadenada de pies y manos y vistiendo un brillante uniforme naranja. Caminando a paso lento la policía escortó a la criminal hasta la puerta y saludó a la enfermera.
-Buenos días, me llamo Inés y le traigo a su paciente doctora.
-Pasen al consultorio, por favor. -dijo Dulce cerrando la puerta detrás de ella.
Afortunadamente para Paulina llegar al consultorio de Dulce no era complicado y sólo tenía que tomar un camión y caminar una cuadra. Julia le había dejado instrucciones precisas de su ruta las cuales le habían venido muy bien y ahora caminaba a paso veloz, pero tratando de no verse sospechosa. En poco tiempo vio el consultorio, respiró hondo y se acercó cautelosamente.
No había nadie en las inmediaciones y la camioneta de la policía estaba vacía. Se acercó a la puerta y sacó el cuchillo de la mochila, entonces abrió y se asomó… dentro vio a Dulce tomar la presión a la prisionera y a una guapa policía sentada en una silla que vigilaba la escena. Su entrada sorprendió a las tres mujeres y la policía rápidamente se puso de pie y llevó su mano al revolver.
-¿Quién eres? -preguntó.
-¿Paulina? -inquirió también Dulce- ¿qué haces aquí?
-¿conoces a esta chica? -dijo la oficial a la enfermera.
-sí, fue compañera mía, no se preocupe oficial no es ningún problema.
La policía se relajó y caminó hacia la recién llegada que no había dicho palabra.
-Señorita, estamos en medio de un asunto policíaco, le voy a pedir que se retire, más tarde puede volver a hablar con su amiga.
Paulina vio a la policía acercarse y supo que tenía que reaccionar ahora. Muy nerviosa sacó el cuchillo con una mano y tomó la muñeca de la policía con la otra.
-Lo siento muchísimo -dijo con voz entrecortada- créanme que no tengo opción y lo siento por lo que voy a hacerles.
Desde la cama la aún encadenada prisionera sonrió, comprendiendo que es lo que estaba ocurriendo.
-Arrodíllese oficial -dijo Paulina a la incrédula agente- no quiero lastimarla.

3 comentarios:

  1. Hiciste esperar muchísimo, que injusto aunque valió la pena la espera.

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  2. estoy esperando impacient la cuarta part q pasara con esa policia y con la guapa del coche???

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