Penúltimo episodio de mi primera historia de bondage original.
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Las manos de Griselda ya le dolían mucho después de estar colgando por varios minutos con las cuerdas que la ataban apretándose mucho alrededor de sus muñecas. El poco tiempo que había estado colgada le habían mostrado lo tonto que era resistirse, después de todo estaba indefensa y Julia le iba a hacer todo lo que quisiera, tratar de evitarlo sólo provocaría que su captora se enojara y la hiciera sufrir como ahora, lo mejor era cooperar de modo que su cautiverio fuera tan llevadero como fuera posible y esperar que Paulina la rescatara pronto. Una vez que llegó a esta conclusión decidió decirle a Julia lo que quería para que la bajara, qué importaba si decía unas palabras sonsas si en el fondo tanto ella como su enemiga sabían que era mentira, era más importante evitar salir lastimada de la situación; ahora sólo tenía un problema. Julia no estaba y no podía pedirle que la bajara, además de que no sabía cuanto iba a tardar en volver. Le había dicho que no tardaría, pero por lo que sabía podía quedarse suspendida por horas.
Supuso que a lo mejor no estaba lejos e intentó llamarla, pero entonces descubrió con frustración de que la mordaza de bola era muy efectiva y el sonido que lograba hacer nunca saldría de la nave industrial, además y como su lengua estaba inmovilizada por la bola le costaba tragar su saliva y al intentar gritar babeo por todos lados lo cual le dio mucho asco, sobretodo al ver que una vez que la saliva empezó a escurrir ya no podía detenerla, era vergonzoso.
Frustrada pataleó en el aire, lo cual sólo causó que comenzara a balancearse de nuevo, tras la mordaza soltó unos gemidos quejándose mientras intentaba contener las lágrimas causadas por lo indignada que se sentía. Una cosa era obedecer lo que Julia le dijera, pero otra muy distinta era mostrarse derrotada, eso si que nunca lo haría.
Estaba empezando a resignarse a soportar el dolor un largo rato, cuando Julia volvió a entrar al lugar, al verla Griselda reaccionó ansiosa, urgiéndola a que la soltara.
-Mmmppphhh, mmpphhh.
-Vaya, alguien está ansiosa -dijo la ladrona acercándose pausadamente hasta quedar frente a frente con la estudiante a quien tomó de la barbilla.
-¿Hay algo que quieras decirme?
Griselda asintió resignada.
-Bien -dijo Julia aflojando las correas de la mordaza y sacándole la bola de la boca.
La indefensa muchacha recogió la saliva con su lengua y guardó silencio unos segundos.
-Te escucho -la apuró Julia.
-Me da mucho gusto verte y estar contigo -dijo Griselda en un tono de voz bastante discreto, pero que para Julia fue suficiente.
-¿en serio? ¿y te gusta estar atada?
Griselda no esperaba esta pregunta y subió la mirada para tratar de adivinar que respuesta quería la secuestradora, aunque no le era difícil suponerlo.
-Sí -contestó, me gusta que me ates.
-Que bueno, entonces estarás contenta porque vas a estar amarradita todo el tiempo. Pero no te preocupes, dado que hiciste lo que te pedí te voy a bajar de allí.
La chica agradeció el sentir como la bajaban, en cuanto tocó el suelo la presión sobre sus muñecas se relajó y el dolor paró.
-Ves como es más fácil hacer lo que te digo -dijo Julia- Y dado que estás tan feliz de estar conmigo ahora se que podemos divertirnos juntas sin problemas.
Julia acarició cariñosamente la mejilla de Griselda retirando los cabellos que caían sobre su rostro y bajando su mano por su nuca lenta y sensualmente. La estudiante se vio tentada a detenerla, pero se resistió y, tragando saliva, dejó a Julia tocarla esperando que no fuera demasiado lejos.
Tras dejar a Dulce e Inés atadas, Paulina y la otra ladrona salieron del consultorio y se alejaron caminando, anduvieron durante quince minutos sin cruzar palabra; Paulina no sabía que decir a la criminal y esta simplemente siguió hasta considerar que estaban lo bastante lejos de sus más recientes víctimas.
Cuando se detuvo estaban en un parque, y la villana hizo un gesto con la mano para indicar a la universitaria una banca a la sombra de un árbol, en la cual se sentaron.
-¿cómo te llamas chica?
-Paulina.
-Muy bien Paulina, yo me llamo Lilia y supongo que ya debes tener muy claro quién soy.
-Sí.
-Ok. Pero yo no sé nada de ti, así que dime todo lo que necesite saber.
-Tu compañera me investigó en Facebook, y supo que conocía a Dulce, por lo cual se metió a mi departamento anoche y secuestró a mi amiga Griselda, me dijo que si quería volver a verla tenía que ayudarte a escapar, así que sin quererlo tuve que ayudarte. Ahora dependo de ti y de que cumplan su palabra para volver a verla.
-No te preocupes chica, somos una especie en extinción, pero somos criminales con honor. Cumplimos nuestra palabra y no lastimamos a nadie si no nos vemos obligadas a ello.
-Sin embargo amarran mujeres por gusto.
-Una pequeña libertad que nos tomamos, pero aunque estoy seguro de que ahora te parece lo peor que te puede pasar, si lo piensas es mejor que muchas otras alternativas ¿no?
Paulina guardó silencio.
-Me dijo que tenías que ir a Tampico, que era una clave que tú entenderías.
-Perfecto, a Tampico iremos y tu amiga estará bien, pero no podemos llegar sino en auto, así que necesitamos buscar un vehículo -Lilia se puso de pie- andando.
Al no poder ver nada Inés no sabía cuanto tiempo llevaba atada, lo único que sabía es que ya había pasado un largo rato, pues había luchado por soltar las esposas hasta cansarse. No quería que sus compañeros la encontraran como estaba, completamente indefensa y humillada con sus pechos expuestos, pero no podía evitarlo pues no podía soltarse a si misma. Lo más frustrante de todo es que cada minuto que pasaba la ladrona y su secuaz estaban más lejos y volverlas a capturar sería más difícil. Pero sin duda, después de esto Inés haría su misión personal atrapar a las dos mujeres y hacerlas pagar por esta humillación.
Lilia y Paulina llegaron hasta el estacionamiento del parque, el lugar era pequeño pues desde hace unos años la administración municipal llevaba a cabo una política ecológica que beneficiaba el transporte en bicicleta y transporte público en vez de los contaminantes autos, por lo que todos los estacionamientos de la ciudad se habían reducido para convencer a la gente de buscar alternativas. En el lugar había sólo un coche.
-Ahí nuestro transporte, pero si hay algo que no se es encender motores sin llave, así que tendremos que esperar a el chofer para convencerlo de que nos de la llave.
Así las dos mujeres se dispusieron a esperar, y el tiempo se alargó más de lo que habrían querido y ambas empezaron a temer que el dueño del auto no fuera a recogerlo, pero finalmente, y ya con el sol en el ocaso una joven mujer vistiendo ajustados TOP y shorts deportivos apareció trotando por el camino y sin notarlas se acercó al coche.
Lilia se acercó rápidamente enfundando la pistola de la policía que había llevado consigo y encajó el cañón del arma en las costillas de la corredora, quien debido a que tenía unos audífonos con música en los oídos nunca la escuchó venir
Espantada la mujer dio rápidamente la vuelta y sus ojos negros vieron fijamente los de la criminal.
-Voy a necesitar tu coche, espero que no te importe.
Dulce escuchó las sirenas de varias patrullas en la calle y supo que pronto la encontrarían, la enfermera se preguntaba por qué había pasado tanto tiempo antes de que empezaran a buscarlas, ¿por qué no se habían preocupado antes por el hecho de que la policía no volviera y no se reportara?, en ese caso sin duda su consultorio sería el primer lugar donde debieron haber buscado. Esta tardanza no sólo había causado que la ladrona hubiera escapado y que ahora probablemente nunca la encontraran, sino que había causado que el tiempo que tuvo que esperar atada y amordazada en su ropa interior hubiera sido mucho mayor de lo que debió ser. Estaba ansiosa por que la soltaran para poder volver a ver, mover las manos y beber un vaso de agua para hidratar su boca, reseca después de estar rellena con gasa durante horas. Las sirenas pararon y al poco escuchó como la puerta se habría. Instintivamente trató de cerrar las piernas para que no tuvieran una vista tan clara de sus calzones, pero las cuerdas que ataban sus pies se lo impidieron y tuvo que soportar la vergüenza que sentía sólo de imaginarse a un policía viéndola en silencio en esta situación.
-Aquí están -avisó una voz masculina mientras las dos muchachas gemían tras sus mordazas pidiendo que las soltaran.
Teresa intentaba mantenerse calmada mientras conducía su auto, la razón de su estrés era que a su lado una mujer le apuntaba con una pistola para evitar que hiciera algún movimiento inesperado. La chica de cabello y ojos negros había ido al parque como cada tarde para librarse con un poco de ejercicio de las tensiones del día, pero al terminar su sesión había sido sorprendida por esta y otra chica muy joven quienes le habían dicho que querían su auto. Teresa pensó que sólo era un robo y les dio las llaves, pero entonces fue sorprendida cuando la mujer del arma, quien sin duda era la líder de las dos, le había dicho que se la llevarían a ella junto al carro, y no sólo eso, sino que le pidieron que manejara hasta su casa. La chica no podía oponer resistencia pues no quería que la mataran, pero tampoco quería llevarlas a su hogar donde no sabía que le harían a ella y a su amiga que vivía a su lado.
Sin saber que hacer la chica las llevó hasta su casa, y al apagar el motor soltó las manos y se quedó sentada esperando.
-Baja, y vamos adentro -le dijo la mujer a su lado.
Desde que las encontraron la policía rápidamente se organizó para buscar a la prisionera fugada y a su cómplice, tras hablar con Dulce, quien afortunadamente tenía su ropa de civil para cubrirse, averiguaron la identidad de Paulina y un par de patrullas fueron a su casa. El resto de las unidades empezó a patrullar la ciudad con la esperanza de encontrarlas. Sin embargo Inés se mantuvo ajena a todo esto, la razón: seguía con las manos y los pies encadenados pues nadie había podido encontrar las llaves de las esposas, indignada la policía tenía que esperar a que sus compañeros fueran a la comisaría por una llave maestra que finalmente la soltara. Una compañera mujer de la fuerza le había hecho el favor de acomodarle el sostén y abotonar su blusa para cubrir su pechos desnudos, pero sus pantalones habían sido robados y sus piernas y calzones aún estaban a la vista de todos; no quedaba sino ser paciente, pero su indignación aumentaba segundo a segundo.
-¿Volviste Teresa? -preguntó Aurora al oír la puerta abrirse, al asomarse desde la cocina vio a su amiga con un rostro en el que parecía estarle pidiendo perdón. Detrás de ella había otras dos mujeres, una de ellas con una pistola.
-¿Qué quieren?
-No te preocupes rubia -le dijo Lilia notando su hermosa cabellera dorada- sólo necesitamos un lugar donde pasar la noche, no nos den problemas y todo estará bien.
Consternada, pero manteniendo la calma, Aurora asintió.
Abril llevaba tanto tiempo atada y sin mover un músculo que ya no sabía si había estado allí horas, días o semanas. Su bondage era tan fuerte que a pesar de intentar por horas aflojar aunque fuera un poco las ataduras, estas se mantenían firmes y sin ceder. La chica estaba agotada y desde hace un tiempo dormitaba, ya que era esto lo único que podía hacer, aunque cualquier ruido en la calle la ponía alerta con la esperanza de que se tratase de algún héroe que la rescatara. Sin embargo se mantenía sola, inmóvil y desesperada.
Tenía hambre, sed, ganas de moverse y sobretodo de aliviar el cosquilleo que sentía entre las piernas provocado por la cuerda que presionaba sus genitales y que no la dejaba tranquila.
La chica se puso en alerta cuando escuchó sirenas detenerse cerca. ¿era posible que alguien hubiera reportado su desaparición y que la estuvieran buscando? Aunque no podía ver nada Abril levantó la cabeza hacia donde estaba la puerta y esperó, y esperó. Pero nadie entró, parecía que finalmente la patrulla iba a otra parte y que ella seguiría aguardando un rescate, probablemente hasta el día siguiente. Por enésima ocasión durante el día empezó a sollozar.
Abril, no sabía que en esos momentos los oficiales revisaban el duplex de abajo en busca de evidencia de la relación entre su vecina Paulina y una criminal fugada, pasó aún una media hora en la que éstos recolectaron pruebas, pero finalmente alguien sugirió que preguntaran a la vecina si habíha visto algo sospechoso, y fue entonces cuando un policía subió y tocó a su puerta.
-MMMPPPHHH -gritó Abril con todas sus fuerzas, tenía que lograr que la oyeran, no soportaba un minuto más -MMMPPPHHH -a sus oídos sus gritos eran desesperadamente bajos y pensaba que nadie la oiría. Pero para su fortuna el policía afuera tenía muy buen oido pues nunca se lo había echado a perder colocándose audífonos en las orejas o acudiendo a fiestas ruidosas, y alcanzó a escuchar un leve murmullo que le llamó la atención.
Abrió la puerta, prendió la luz, y entonces vio frente a el la hermosa figura de una chica completamente inmovilizada, amordazada y con los ojos vendados. Mientras esta seguía mmmppphheando sin parar el oficial la contempló unos segundos, sus pechos expuestos eran preciosos, las bragas, única prenda que la cubría, hacían muy poco para darle discreción a su cuerpo y en general su figura era envidiable. Tras volver a la realidad se apresuró a acercarse.
-No se preocupe señorita, va a estar bien -le dijo mientras le quitaba la venda.
Abril cerró los ojos para acostumbrarse a la repentina luz después de pasar todo el día a oscuras, luego su hermosa y agradecida mirada se plantó sobre el policía que le aflojaba la mordaza, tras tanto tiempo atada ya no le importaba que la viera en esa humillante posición, es más que la viera desnuda le parecía un justo premio por liberarla, era su héroe.
Lilia permitió a Aurora y Teresa cenar tranquilas junto a ellas en la mesa, sólo dejó la pistola a su alcance y a la vista de las muchachas para quitarles cualquier tentación de intentar algo. Su compañera Julia las hubiera amarrado desde el primer momento, pero ella prefería tomar las cosas con más calma, no le interesaba hacer sufrir a sus víctimas de ninguna manera y si podía tranquilizarlas antes de someterlas lo hacía; así garantizaba su cooperación y ayudaba a que la experiencia no fuera tan traumática y a que incluso fuera disfrutable. Eso sí, una vez que llegaba el momento de atar lo hacía muy bien y no se privaba de ver los cuerpos de las mujeres a quienes tenía en su poder.
Paulina que se había mantenido callada desde el parque sólo observaba y notó la diferencia entre las dos criminales, ya le hubiera gustado que fuera Lilia quien se metiera a su casa anoche, de modo que la hubiera dejado comer y tranquilizarse antes de inmovilizarla, le llamaba la atención la diferencia entre dos compañeras, pero supuso que sus técnicas hacían que ambas se complementaran.
La cena terminó y Lilia se puso de pie.
-Chicas, lo lamento pero voy a tener que amarrarlas para que no hagan nada indebido mientras dormimos, no se preocupen, no les pasará nada y tal vez descubran que esto les gusta.
Aurora y Teresa se vieron con una mirada que Paulina no supo como interpretar y ninguna se quejó.
-Las ataré de modo ligero para que duerman cómodas, pero mañana que nos vayamos las tendré que amarrar y amordazar muy bien ¿Ok?
Las chicas asintieron y prometieron no resistirse.
Minutos después cada chica estaba en su cama, un trozo de cinta plateada les sellaba sus labios y sus muñecas estaban amarradas a la cabecera del mueble con más cinta. Sus pies no fueron atados. Lilia no estuvo segura pero le pareció que los ojos de Teresa estaban un poco decepcionados por esto, pero no se detuvo a pensarlo.
Con las amigas atadas Lilia y Paulina se acostaron a dormir en los sillones de la sala donde se taparon con unas cómodas mantas de franela, el día había sido agotador y a pesar del nerviosismo la estudiante se durmió rápido con la esperanza de que mañana todo terminara.
En la fábrica abandonada Griselda también deseaba que todo terminara mañana, Julia había cumplido su promesa de mantenerla atada y de disfrutar con ella, aunque el gozo sólo había sido para la captora y no para la prisionera que odio todo lo que le pasó. Ahora de noche sólo esperaba que la dejaran dormir.
La chica estaba sobre un sillón, tenía las manos amarradas a la espalda con cuerda, sus codos también estaban amarrados tan cerca como era posible el uno del otro lo que la obligaba a sacar sus pechos hacia el frente, sus brazos estaban amarrados a su cuerpo por arriba y debajo de sus senos y sus tobillos estaban también amarrados. A lo largo del día Julia le había quitado su Top y ahora sólo vestía sus boxers, sus pezones estaban completamente erectos pues aunque no lo quería Griselda no podía evitar estar excitada; a su lado, vestida sólo con lencería, Julia veía la tele para distraerse, pero mientras hacía esto su mano estaba ocupada. Desapareciendo debajo de los boxers de la indefensa Griselda la ladrona se ocupaba de masturbarla lentamente, llevándola poco a poco a un clímax que la estudiante no podría evitar. Una traviesa sonrisa se reflejaba en el rostro de la criminal, le encantaba imaginar lo mucho que Griselda desearía detenerla y como las cuerdas que la sujetaban se lo impedían y la obligaban a recibir esta indeseada atención y ese enorme gozo que sería tan bienvenido, si proviniera de cualquier otra persona.