Vamos lentos pero seguros. Aquí el episodio 6 de la segunda historia de Copper Ryder, Inculpada.
Para que se acuerden donde dejamos a las damiselas, aquí está
el capítulo 5
Y con el texto de hoy, ya superamos la mitad de la historia, pero aún quedan cinco episodios, donde muchos personajes aún tienen una cita con el bondage
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están aquí
Capítulo seis
-Hey, señor! Despierte señor.
La voz penetró en la mente nublada por el alcohol de
John Willberforce y levantó su cabeza. Un alto, musculoso y grasiento cantinero
en una camisa de mangas cortas estaba de pie frente a él, sirviéndole una taza
de café caliente.
-Es
hora de cerrar señor- le dijo amablemente- no sospeché que estas copas lo
fueran a golpear tan duro.
Wilberfoce parpadeó varias veces, tratando de
aclarar su vista, pero el problema no estaba en sus ojos.
-Mmm…-
murmuró, pero no pudo articular palabras.
A pesar de su formidable presencia física, el
cantinero se veía noble.
-No
bebió tanto aquí, sospecho que ya venía cargado antes de entrar. Vamos a tratar
de ponerlo en condiciones de manejar. Tómese esta taza de café antes de irse.
Willberforce intentó recordar cómo había llegado ahí
-Sí,
creo que bebí algo antes- pudo finalmente decir al cantinero.
-Eso
pensé, debe de fijarse en esas cosas, cómo iba yo a saberlo.
La mano del banquero alcanzó el café frente a él,
pero antes de agarrarlo recordó su portafolio. Prácticamente saltó de su
banquito buscándolo, pero seguía a su lado donde lo dejó.
-Una
señal de vida, que bien. No tiene que preocuparse por su maletín, lo vi todo el
tiempo que durmió, y nadie lo tocó.
Wilberfoce suspiró aliviado. Ahora sólo tenía que
despejarse e irse. Tomó la taza y bebió el café. Al terminar, vio el reloj,
eran casi las dos de la mañana.
Dora Wilberforce veía el reloj en la mesa entre su
cama y la de su marido. Después de que Sherry no pudo encontrar el dinero, la
chica se había ido. Aunque, por lo menos, antes de hacerlo volvió al cuarto, la
recostó sobre su costado y la cubrió con las sábanas. Después de un periodo de
algo más de una hora, donde hizo diversos esfuerzos por desatarse, la esposa
del banquero estaba exhausta. Desde entonces, había estado dormitando de vez en
vez, y luchando contra las medias que la ataban y amordazaban cuando
despertaba, sólo para volver a repetir el ciclo. En este momento estaba
despierta, y furiosa.
¿Dónde demonios estaba el bueno para nada de su
marido? Ya era suficientemente malo que hubiera intentado seducir a esa rata de
Sherry, pero era peor que no hubiera estado en casa para evitar que la chica la
atacara y la dejara atada, amordazada y casi desnuda.
“Una lección de humildad”, le había dicho. Bueno,
pues ella se encargaría de que Sherry aprendiera una lección más grande. John
había estado con muchas mujeres antes, pero todas ellas lo habían seducido, no
podía ser diferente con Sherry, estaba segura.
Y además, lo había acusado de robar el dinero y de
inculparla. Dora en persona había estado en el tribunal cuando se leyó el
veredicto, el jurado no podía equivocarse, sin importar lo que el bruto del
juez opinara. Sin duda estaba atontado por la chica, igual que la mayoría de
los hombres en el pueblo.
El cable del teléfono había sido arrancado de
la pared. Dora se preguntaba si Sherry habría hecho lo mismo con el teléfono de
la sala. No le iba a ser fácil llegar hasta allá, pero tenía que intentarlo.
Simplemente quitarse las sábanas y bajar de la cama ya le sería difícil. Con el
poco movimiento que tenía en las manos, empezó a destaparse, centímetro a
centímetro.
Sky Ryder estaba sentado en el escritorio, frente al
sheriff Winchell.
-Simplemente no sé lo que
podamos hacer Sky- dijo Winchell tras pasar su dedo por su bigote gris -Me
preocupa que Copper esté desaparecida, pero no tenemos ni una pista sobre dónde
buscarla. Cooley y Harris están vigilando el apartamento de Marie Sanders,
Tyler y Rivera fueron a casa de Wilberforce, y el resto del departamento están
patrullando todos los caminos en el área cercana a tu rancho, eso incluye a Amy
Cole, a quien no pude convencer de que descansara. Incluso tengo un equipo
prestado por la policía estatal vigilando el viejo departamento de Sherry-.
Sky se levantó y caminó de un lado a otro
-Tenemos que hacer algo más Winch, presiento que
Copper necesita ayuda-
Winchell vio a su amigo con cansancio
-Dentro
de poco tiempo, vamos a hacer incluso menos Sky.-
El ranchero se detuvo y vio fijamente a su amigo
-Algunos
de los oficiales que te mencioné ya trabajaron más de un turno doble, pronto
van a necesitar un descanso si es que queremos que nos sirvan de algo en el
futuro, de hecho estaba a punto de mandar a Tyler y a Rivera a sus casas-
Sky asintió
-Haces
lo correcto Winch, he estado involucrado en estas búsquedas bastantes veces
para saber lo cansado que es, es sólo que cuando alguien a quien amas está en
peligro, es fácil perder la perspectiva de las cosas.
Winchell se levantó y caminó a la puerta, poniendo
una mano en el hombro de Sky al pasar.
-Lo
sé, y la encontraremos, Sky.
Sky siguió a Winchell fuera de la oficina, era una
noche tranquila y el oficial Charlie Barnes estaba ahí, vigilando la radio.
-¿Dónde
está Al?- preguntó Winchell en referencia al oficial MacKeever, que usualmente
cubría ese puesto.
-Lo
envié por más café, puede ser una noche muy larga.
Winchell asintió.
-Pide
un reporte a Tyler y a Rivera, si no está pasando nada, mándalos a casa. Y tan
pronto Al esté de vuelta, tú también vete a descansar.
Barnes asintió con sueño e hizo la llamada. Tyler le
contó que había un auto estacionado, las luces estaban apagadas, y John
Wilberfoce no había vuelto. Barnes tomó nota y los envió a sus casas.
-No
hay ninguna señal ni de Wilberforce ni de su esposa-meditó Winch y se volteó a
Sky, -¿crees que Sherry los haya atrapado a ambos?
El ranchero se encogió de hombros.
-Puede
ser, tal ve ella…- Se detuvo de pronto y se dirigió a Barnes -¿dijo Tyler que
había un auto estacionado?
-Si,
el auto de la señora Wilberforce, pero ella no está en casa, lo primero que
hicieron al llegar fue tocar el timbre.
Sky se volteó a Winchell.
-Tal
vez si está en casa, pero no pudo responder.
-Vale
la pena averiguarlo- dijo Winchell, -vamos Charlie.
Los tres hombres se apresuraron a subir a una
patrulla.
La oficial Amy Cole estaba demasiado cansada como
para pensar con claridad. Llevaba cinco o seis horas buscando por los caminos
alrededor de La Diadema Voladora.
Después de un breve descanso la dedicada policía
había insistido en que la dejaran volver al servicio. Haber sido atacada, atada
y amordazada, y de ver como su uniforme y su pistola eran robadas por segunda
ocasión en pocos meses, era demasiado para ella. Quería que Sherry fuera
atrapada cuanto antes. Pero las largas horas y la tensión de estar todo el día
tras la morena, ya le pesaban a la joven policía. La carretera estaba cerca, y
Amy decidió que era tiempo de volver a casa a descansar.
Justo cuando daba la vuelta, sus luces brillaron
sobre algo grande y metálico, tal vez un auto escondido entre los árboles.
Rápidamente, se estacionó a un lado del camino y salió con su linterna en una
mano, y su revolver en la otra, se acercó a lo que había encontrado, y vio que
era la furgoneta de Sky.
Todo el cansancio desapareció temporalmente y corrió
de vuelta a su patrulla, con la intención de llamar por radio al sheriff con
las novedades. Pero apenas había dado unos pasos, cuando vio una luz prendida
en una casa cercana. Tras revisar su reloj vio que eran más de las dos de la
mañana, no era común que la gente se quedara despierta tan tarde. Amy cargó su
pistola y corrió a la casa.
Tan sigilosamente como pudo, revisó por cada
ventana, tratando de hacerse una idea de que pasaba adentro, justo al asomarse
por la puerta de atrás, vio algo de lo más alarmante: una atractiva y bien
dotada joven, estaba amarrada con cuerda a una silla de la cocina, y tenía una
tela blanca atada sobre su boca, que evidentemente sostenía una mordaza. Los
ojos de la mujer estaban cerrados, y su cabeza vencida hacia uno de sus lados.
Amy no sabía si estaba viva o muerta. Con cuidado, giró el picaporte y abrió.
La mujer reaccionó al ruido y abrió sus ojos de par en par.
La oficial Amy Cole había encontrado a Jeanne
Hall.
Copper Ryder se despertó
tras sufrir una pesadilla, solo para ver que la realidad no era mejor. Aún
atada y amordazada, y recostada sobre un costado en la cama de un motel junto a
Marie Sanders.
Marie había desatado las piernas de Copper sólo el
tiempo necesario para quitarle sus medias destrozadas, y para permitirle ir al
baño, después la había amarrado de nuevo y la acostó en la cama. La rubia había
tomado una sábana extra del closet, se desnudó y se acostó en la cama, junto a
su prisionera quedando dormida.
Marie seguía ahí, frente a la chica amarrada,
abrazándola con un brazo.
En principio, Copper intentó desatar los nudos
alrededor de sus muñecas, queriendo escapar e intentar someter a Marie, pero no
había tenido éxito y terminó por dormir también. Ahora que estaba despierta de
nuevo, volvió a intentar, pero el resultado fue el mismo. No había como escapar
de las cuerdas.
Marie se movió y se acercó a Copper. Estaban tan
cerca que sus pechos desnudos se tocaban, y la chica se sorprendió al ver que
sus pezones se endurecían. Se convenció de que no era otra cosa más que el frío
de la noche, y un poco de miedo. Le pareció extraño que el temor causara las
mismas reacciones en el cuerpo que otras experiencias mas placenteras.
Era una noche fría y la sábana no la cubría bien,
así que se acercó unos centímetros más a su secuestradora. La mujer parecía
irradiar calor. Pegándose lo mas que pudo sin despertarla, Copper se permitió
disfrutar del roce de sus senos. En una situación así, tenía que aprovechar
cualquier pequeña cosa que le permitiera olvidar su situación.
El sheriff Winchell tocó el timbre por tercera
ocasión. Dio un paso atrás y esperó. El oficial Barnes, con los brazos
cruzados, estaba inclinado sobre el porche, mientras Sky Ryder, que apenas
podía contener su nerviosismo, caminaba entre ambos. Finalmente se cansó de
esperar, volteó a un lado de la casa y anunció.
-Voy
a revisar este lado de la casa. Charlie ¿Por qué no vas por el lado contrario?
Dicho esto salió a gran velocidad hacia donde dijo,
mientras el oficial Barnes siguió sus indicaciones con desgano.
Aunque estaba completamente oscuro, Sky examinó todo
el suelo y se asomó por todas las ventanas. Cuando llegó al patio trasero, el
ranchero probó la puerta que daba ahí, y se sorprendió de que estaba sin
cerrar. Se metió con cuidado entre las cortinas, deteniéndose adentro mientras
daba a sus ojos tiempo de acostumbrarse a la falta de luz. Momentos después,
vio que estaba en el comedor, y empezó a andar con todos los sentidos alerta.
Entonces, lo escuchó. Era una especie de sonido
intermitente, como algo deslizándose por la alfombra, y venía del fondo de la
casa. Caminó a la puerta principal y la abrió para que entrara Winchell,
mientras sostenía un dedo sobre sus labios para indicarle que guardara silencio.
El sheriff asintió y sacó su revolver. Sky puso una mirada interrogativa al no
ver a Barnes, y tras acercarse a su oído, Winchell le susurró que había una
llamada de radio en el coche, y que fue a contestar.
Sky y Winchell caminaron por el pasillo hasta una
habitación con la puerta cerrada, el ruido venía de dentro. Un suave arrastrar,
una pausa, luego otra vez el ruido, y luego unos gemidos que indicaban a
alguien exhausto. Sky y Winchell se vieron, e hicieron señas. Luego, como un
equipo que ha trabajado junto hace mucho, se coordinaron y segundos después Sky
abrió la puerta y prendió la luz, mientras Winchell bloqueaba la salida y lo
cubría con su arma.
Dentro, Dora Wilberforce yacía indefensa en la cama,
aún amordazada y amarrada por sus medias de nylon. Había logrado quitarse casi
todas las sábanas de encima, de modo que apareció frente a sus rescatadores
cubierta sólo con sus calzones, sin poder cubrir sus pechos desnudos. Con los
ojos abiertos, los veía espantada. La sorpresa de que la puerta se abriera de
repente había provocado que un grito de espanto se ahogara en su mordaza.
Cuandio vio quienes eran, dejó de gritar, pero sin poder soportar la vergüenza
de que la encontraran así, trató de subir sus rodillas para esconder su cuerpo.
Sky reaccionó pronto, y sacando su navaja se acercó
a la cama.
-No
se preocupe señora Wilberfoce, la liberaremos en un instante.
Winchell se acercó a ayudar, pero se detuvo al oír
la voz de Barnes llamándolo. Al poco, el oficial apareció por la puerta, y se
acercó a ellos.
-¡Sheriff!,
acaba de hablar Amy, está cerca del rancho de Sky, Jeanne Hall, una chica que
se acaba de mudar y que trabaja en Agricultura tuvo un encuentro con la
muchacha Johnson. La sorprendió, la dejó amarrada y se robó su coche.
El policía paró en seco al ver a Sky liberando a
Dora. El ranchero ya había cortado las ataduras, y empezaba a desatar la
mordaza de la mujer.
-También
estuvo aquí Charlie- le respondió Winchell secamente.
Copper abrió un ojo. La luz del sol de la mañana
entraba por la puerta y la ventana abiertas de su cuarto de motel. Volteó a ver
a su alrededor, y no encontró rastro de Marie, tal vez sería su oportunidad de
escapar.
Estaba intentando de decidir cómo podía bajarse de
la cama sin lastimarse, cuando escuchó que la cajuela de un auto se cerraba
afuera. Al poco, Marie, desnuda excepto por sus calzones, entró al cuarto
cargando un maletín, y cerrando la puerta tras ella.
-No
te ilusionaste con poder escapar, ¿verdad?
Dejó el maletín en la cama que no habían usado y
manoseó uno de los pechos de la prisionera. La chica gimió y trató de alejarse
sin éxito, Marie simplemente se sentó en la cama, y continuó jugando con la chica.
-He
escuchado que eres muy fría con los chicos del pueblo, tal vez debería decirles
cuales son los secretos para calentarte.
Copper protestó indignada, tratando de explicar que
solamente tenía frío, pero todo salió de su mordaza como un grupo de vocales
inentendibles.
-No
lo eches a perder- le dijo Marie -fue más divertido que la mayor parte de mis
noches con Johnny.
Finalmente la mujer se detuvo, se paró, y Copper
pudo apreciar por vez primera lo hermosa que era, y pensó que ella también
podría contarle algunas cosas a los chicos del pueblo. Luego su atención se
fijó en el maletín, y Marie lo notó.
-Cuando
estás saliendo con un hombre casado, siempre debes tener lista una muda de ropa
para llevarla a su casa, cariño- le explicó Marie -Y como ahora no puedo ir a
mi casa, porque seguramente la están vigilando, y tengo que ir a trabajar en
unos minutos, pues ahora me viene bien.-
Copper se sorprendió de escuchar que la mujer
pensara ir a su oficina.
-No
es que ame mi trabajo, es sólo que debo recoger el dinero que robamos- Luego
sacudió la cabeza -si el pobre Johnny hizo lo que creo que hizo, se va a llevar
una muy desagradable sorpresa.-
Sonrío y sacó su ropa.
-Por
el momento se buena y espérame, me voy a bañar. Cuando salga te dejaré usar el
baño, y si prometes que te vas a quedar callada, te quitaré la mordaza para que
bebas agua, hasta ahora.-
John Wilberforce despertó repentinamente y se dio
cuenta de que estaba en su coche, en el estacionamiento del bar donde bebió la
otra noche. Estaba detrás del volante, y su cabeza no sólo le dolía mucho, sino
que además tenía problemas para recordar cómo había llegado ahí.
No quería mover un músculo, pero un repentino
pensamiento lo hizo saltar y reaccionar. ¡su portafolio! Se enderezó y vio a su
alrededor hasta que lo encontró en el asiento de al lado. Recordó entonces al
cantinero que se quería ir, la tasa de café, y luego como no pudo mantenerse
despierto. Finalmente el cantinero y otro hombre lo llevaron al coche y lo
dejaron en el asiento donde estaba. Recordó que el otro hombre puso el maletín
a su lado, y se fueron para que durmiera y superara la borrachera.
Le entró pánico, ¿habrían visto que había dentro del
portafolio? ¿habrían visto el dinero?, ojeando que nadie lo viera, abrió el
portafolio, separó el papel roto, y confirmó que el billete de $50 dólares y
todo el paquete bajo este seguían ahí. Como los dejó la otra noche.
Suspiró relajado, encontró las llaves del auto y lo
encendió, una tasa de café y una aspirina eran todo lo que necesitaba ahora.
Había desperdiciado toda la noche, pero no importaba. Nadie sospechaba de él, y
Marie no podía delatarlo sin implicarse. Todo iba a salir bien.
Vestida en camisón, Dora Wilberforce estaba sentada
en su cocina, bebiendo café.
Después de que la desataron la noche anterior, ese
tonto sheriff la había mantenido despierta toda una hora más haciéndole
preguntas sobre la niña Johnson. Dora le dijo sólo lo que tenía que, y rechazó
la oferta de que buscaran a un vecino para acompañarla. Había insisitido en
dejarle dos hombres de guardia afuera, aunque le dijo que no podía mantenerlos
ahí en la mañana.
Como una esposa de un banquero, acostumbrada a
eventos sociales, estaba acostumbrada a mantener una máscara de amabilidad, y
le había venido bien con el idiota del sheriff y ese condescendiente de Sky
Ryder. A quien había visto en el juicio ofreciendo todo su apoyo a la ladrona
en la corte.
De alguna forma quería culpar en todo a Sherry
Johnson. Primero John fue tras ella, luego fue tras Marie, y en el fondo sabía
que había robado el dinero, pero ¿por qué? Para escapar con alguna de ellas.
Decidió que ella también merecía el dinero, con el,
podría cambiar su vida, ¿dónde estaría? ¿dónde estaba John? Lo iba a averiguar,
pero antes tenía cuentas que ajustar con las dos mujeres.
Se asomó por la ventana y vio que la patrulla seguía
ahí, pero los oficiales debían irse pronto, entonces sería libre de actuar. Fue
a su cuarto y sacó una pistola calibre 32 que John había comprado. La
necesitaría, pero no la dispararía contra Sherry o Marie, a menos que fuera
totalmente necesario. No quería matarlas, quería humillarlas, o como Sherry le
había dicho ‘darles una lección de humildad’.
En su cómoda, tenía una cajita de joyas. La abrió y
sacó la única pieza de evidencia que su marido había dejado en todas sus
aventuras. Era una barata tarjeta de presentación que decían Motel Saddle
Tramp, Kermit, Arizona.
No sabía si Sherry estaría ahí, pero era posible que
encontrara a Marie y a John, y eso era un buen inicio.