4 de marzo de 2014

Un pasatiempo en común, primera parte

Estando en México traduje una nueva historia de Bondage, es una de las primeras que leí y la verdad me gusta mucho pues fue también una de las primeras donde se rescata el bondage como algo romántico, sin ningún elemento sado. Justo lo que me gusta. Desde entonces la guardé lo cual es bueno porque hoy en día la página original de donde salió ha desaparecido, por lo que ya no se le encuentra. Siendo así ustedes en este blog serán los únicos que puedan leerla.

Es cortita, pero aún así la dividí en dos partes, ya que la historia se divide en dos secciones muy claras. Les dejo la primera, espero la disfruten.


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Un pasatiempo en común


Fueron las mascadas lo que me hicieron notarla. No es que no fuera notoria por si misma, pero había muchas chicas guapas en el club y yo tengo un fetiche con las mascadas.

Vestía cuatro de ellas; una larga roja de algodón estaba atada alrededor de su cintura, sobre el vestido negro que llevaba puesto; una larga con patrones geométricos estaba envuelta sobre su cuello; una tercera pequeña y simple mascada de seda le servía para recoger su largo cabello rubio que se agitaba mientras bailaba; finalmente, una delgada pieza de seda blanca colgaba de su muñeca derecha. No hace falta decir que yo quedé inmediatamente embebido.

               Ahora, debo decir que yo no suelo tomar la iniciativa. No es que sea tímido, pero mi confianza en mí mismo no es lo que debería ser. En situaciones como esta acostumbro simplemente a acercarme y a tratar de hacerme visible para ver si ocurre algo. Me estaba diciendo que no debía esperar mucho, esta mujer era algo demasiado bueno para ser verdad, pero pronto, y a pesar de mis pensamientos negativos, me empecé a esforzar más de lo normal, me puse a bailar y a hacer contacto visual repetidamente.

               Cuando me volteó a ver y me sonrió casi me desmayo. Después casi me echo a correr, pero afortunadamente encontré la fuerza para quedarme parado ahí y sonreír de vuelta como un idiota. Eso provocó que su sonrisa se hiciera más grande.

-Me gusta tu sonrisa- le dije

-¿qué?- me preguntó al no oírme bien. Yo simplemente sacudí la cabeza y me acerqué, pronto estábamos bailando más cerca, y más cerca, y de repente ella me agarró la cabeza y me dio un beso. Mientras me acariciaba el pelo la mascada atada en su muñeca rozó mi mejilla, y yo sentí un shock eléctrico recorrerme todo el cuerpo.

-Vámonos- le dije, y salimos de la pista de baile a una parte más tranquila del club.

               Logramos encontrar unos asientos y yo me levanté por unas bebidas después de hacerle jurar solemnemente que no se iría a ninguna parte. Cuando volví nos quedamos viendo fijamente examinándonos con cuidado. Déjenme empezar por decirles lo que ella vio, un hombre de 30 años, de mediana altura y cabello castaño claro un poco largo, unos ojos azules y una no muy impresionante barba. Por mi parte, apenas podía creer lo que estaba frente a mis ojos, esta chica era maravillosa, probablemente tenía un par de años menos que yo, su ojo tenía una mirada traviesa, y cuando sonreía solía voltear hacia abajo, entrecerrando sus ojos color almendra. Baste decir que el resto de ella era perfecto.

               No podía creer mi suerte. Me acerqué a ella y la besé en los labios. Ella respondió, pero mientras continuábamos besando y acariciando, mis manos debieron acercarse inconscientemente a sus mascadas, de modo que pronto estaba tocando su cabello bajo la seda que lo sostenía, su cuello bajo el pañuelo atado en el y su cintura bajo la larga tela de algodón.

               De repente, se separó de mí y me vio fijamente a los ojos

-¿Te gustan mis mascadas?- me pregunto suavemente.

“mierda, se dio cuenta”, pensé mientras empezaba a resignarme a ver como se iba tras tacharme de ser un pervertido. Me la quedé viendo fijamente, más rojo que in jitomate y sin poder decirle nada y seguramente con una cara de cachorro suplicante. Después de verme con frialdad durante un largo rato, finalmente sonrió de nuevo y, cautelosamente dijo.

-Está bien, no hay nada de qué avergonzarte. ¿te gustaría hacer algo con ellas?

               Quedé sorprendido. ¿estaba pensando lo mismo que yo? Pensé que, aunque había mucho que perder, no era nada comparado con lo que podía ganar si contestaba con honestidad.
-Sí- dije secamente.
-¿me vas a decir qué?

-Phew, dame un segundo, esto no es fácil- estaba sudando mucho y no podía sostenerle la mirada.
Fue entonces que ella, afortunadamente, decidió echarme una mano.
-Te gustaría amarrarme ¿verdad?

Tosí para aclarar mi voz y con duda y lentitud respondí –Sí, me gustaría amarrarte. Me gustaría amarrarte de diferentes maneras con tus mascadas, me gustaría vendar tus ojos, y a lo mejor amordazarte. Ya que te tenga así, te besaría, te acariciaría, te lamería, te estimularía y luego te haría el amor. Pero nunca te lastimaría y en cualquier momento podrías pedirme que me detenga y que te liberaría inmediatamente. Una vez que este extenso discurso había terminado de salir de mi boca me quedé sentado, viendo el reflejo de las luces del club en mi vaso de cerveza. Sentí que pasaron años antes de que volví a escuchar su voz.

               -Me lo imaginé- dijo en un tono serio, nada más. ¿Qué quiso decir? ¿Se estaba burlando, estaba enojada, molesta, cómo?

               Muy lentamente y lleno de miedo levanté la mirada para descubrir que su sonrisa había regresado a su rostro, que estaba más radiante que nunca.

-Y sospecho que luego te gustaría que yo te hiciera lo mismo a ti?
Increíble, pensé que había muerto y estaba en el cielo de los pervertidos.
-Sí claro, ¿quieres decir que te parece una buena idea?
-Claro que es una gran idea, fue mía ¿no? –Tuve que admitir que lo era.

Continuará

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