13 de septiembre de 2012

La Criminal Involuntaria Parte 1

Hace rato que no publico historias a pesar de que suelen ser bastante populares, la razón de ello es porque me animé a escribir mi primera historia completamente original, y por supuesto pensar en la trama y escribir todo es más difícil que simplemente traducir algo ya hecho; adicionalmente quería tener puesto el punto final antes de empezar a publicarla, pues en otras ocasiones he empezado con una buena idea pero no he acabado de desarrollarla y eso ha provocado historias truncas. Pero ahora que tengo todo terminado es hora de compartir esta ficción bondagera con ustedes.
Se trata de una historia que se me ocurrió hace cuatro años, en ese momento la escribí pero quedé insatisfecho pues acabé con un capítulo entero donde ninguna mujer era amarrada. Quedó la idea aparcada y ahora la retomé y mejoré y ahora si aquí está.
Déjenme saber que les parece, si me quedó buena a lo mejor me animo a traducirla al inglés para que más gente la disfrute.

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Capítulo 1

El viento agitaba las ramas de los árboles en una noche que sería fría. Dentro de su casa Paulina y Griselda se relajaban viendo la tele antes de irse a dormir. Ambas eran estudiantes y amigas. Se habían decidido a vivir juntas en ese lugar para compartir los gastos, pues ambas habían tenido que mudarse de sus hogares para ir a la universidad, localizada en una ciudad pequeña pero llena de vida, cuyo centro de actividad era precisamente la casa de estudios a la que jóvenes de todo el país se inscribían cada año. Ambas chicas vestían su ropa de dormir: Paulina que tenía veintidós años y cabello negro llevaba un pijama color azul que consistía en dos piezas, los pantalones y la camisa, esta de botones; Griselda de veintitrés años y con cabello castaño vestía un ajustado Top color negro y unos cortos boxers femeninos color azul celeste.
A esa hora la ciudad estaba muerta pues todos los estudiantes descansaban o trabajaban para sus clases y el resto del pueblo perdía así toda su actividad, por ello ambas chicas se asustaron un poco al oír tres golpes en su puerta. ¿quién podría estarlas buscando? Paulina, que vestía con más discreción, se levantó a atender.
-¿Quién? -dijo entreabriendo la puerta que, por seguridad, había asegurado antes con una cadena.
-Buenas noches, perdonen que las moleste -dijo una mujer de unos veintinueve años que sonreía apenada- mi coche se descompuso y no tengo crédito en mi teléfono, ¿me permitirían hacer una llamada para pedir una grúa?
Debido al viento la mujer llevaba un abrigo y una bufanda que le cubría parte del rostro, pero sus ojos reflejaban la urgencia por entrar y Paulina decidió dejarla pasar.
-Allí está el teléfono -dijo señalando una mesita al fondo de la sala.
La mujer vio a su alrededor, saludó a Griselda, quien dobló las piernas sobre el sillón cuando entró para cubrirse un poco, y agradeciendo caminó al teléfono, recogió el auricular y entonces oyó que Paulina cerraba la puerta.
-Gracias por dejarme pasar chicas, de verdad que necesito urgentemente un favor de ustedes, sólo que no es precisamente el teléfono. Dándose la vuelta abrió su abrigo y mostró una pistola.
-No tengo la menor intención de lastimarlas, así que simplemente no hagan nada estúpido y todo estará bien.
Paulina y Griselda se quedaron boquiabiertas mientras veían fijamente la pistola.
-¿qué es esto? ¿un robo? -cuestionó la hasta entonces silenciosa Griselda.
-Ojala lo fuera, pero es mucho más complicado. Tú, Paulina, me vas a ayudar a cometer un crimen.
Las dos amigas se voltearon a ver asustadas y sorprendidas.
-¿Quién eres? ¿Cómo sabes mi nombre?
-En un segundo les explico todo chicas, ahorita aléjate de la puerta, cierren las cortinas, apaguen la tele y sus celulares.
Las amigas obedecieron rápidamente sin dejar de ver nerviosamente el arma que las amenazaba, ya que todo estuvo hecho la visitante les pidió que se metieran en la cocina y que se sentaran en las sillas de madera que rodeaban la mesa circular donde comían. Vigilándolas atentamente la mujer apagó la luz de la estancia y de pie vio a las estudiantes que la veían aún con nerviosismo pero más calmadas pues no se sentían en un peligro inminente.
-¿Ven las noticias muchachas?
Las dos amigas no contestaron inmediatamente y se voltearon a ver tratando en silencio de decidir que hacer.
-Leemos el periódico, nos gusta estar informadas -contestó Griselda que entre las dos era la menos tímida.
-Me alegro. Siendo así estarán al tanto de unos crímenes que han ocurrido tanto en esta ciudad como en otras de la zona, se trata de unos robos donde los investigadores han identificado un modus operandi particular.
De nuevo las dos amigas en pijama se vieron la una a la otra antes de que Paulina aventurara con timidez una respuesta. -¿hablas de los robos donde las víctimas siempre son amarradas?
-Exactamente, pero no olvides los detalles, las víctimas siempre son mujeres guapas y lo que más ha llamado la atención es que son atadas con mucho talento y cuidado, al grado de que se ha especulado que para los criminales es más importante el amarrarlas que el robarlas.
-Hemos leído sobre ello -zanjó Griselda- pero ¿qué tiene que ver con nosotras?
-Permítanme presentarme como una de las responsables de dichos crímenes.
Las dos amigas se llevaron la mano a la boca y dejaron oír una expresión de sorpresa al saber en manos de quien estaban; durante meses habían estado al tanto de las noticias que narraban las maneras en que tantas chicas habían sido atadas y, en varias ocasiones también, humilladas de alguna forma u otra, ambas temían algún día verse en una situación similar y ahora no habría quien las librara. Pero su miedo se tornó en duda cuando recordaron que la mujer que las amenazaba con una pistola les había dicho que su intención era hacer que Paulina cometiera un crimen.
-Dijiste que no venías a robarnos -dijo de nuevo Griselda.
-Efectivamente, aquí es cuando todo se vuelve complicado. Verán, yo trabajo con una compañera que desgraciadamente fue arrestada por otro motivo hace unos días, me temo que si no la libero pronto la policía se dará cuenta de que tiene en sus manos a la causante de lo que la prensa ha llamado “los crímenes del bondage” y si lo averiguan no sólo estará largo tiempo en prisión sino que me atraparan a mi también, por eso tu, Paulina, me vas a ayudar a fugarla.
-¿Qué? ¿Cómo puedo yo hacer eso?… sólo soy una estudiante.
-Estuve investigando y se que conoces a otra chica que se llama Dulce ¿no es así?
-¿Dulce? Estudió conmigo en la secundaria pero no le hablo desde que entré a la universidad, nunca fuimos amigas. Además ¿qué tiene ella que ver en esto?
-Ella trabaja como enfermera en una clínica que es subcontratada en ocasiones para hacer exámenes médicos a los prisioneros y he sabido que va a examinar a mi compañera. Dado que la conoces debes aprovechar esto para llegar hasta mi compañera y ya allí podrás ayudarla a fugarse.
-Es absurdo, no sabría como… además no pienso ayudarlas no puedes obligarme.
-Claro que puedo, y aquí es donde tu compañera Griselda entra en la ecuación… Ella será mi rehén y si quieres volver a verla con vida tendrás que devolverme a mi compañera.
Se hizo un tenso silencio en la habitación cuando ambas chicas escucharon esto.
-No tienes derecho. -dijo Griselda con voz cortada.
-No, por eso precisamente me llaman una criminal.
-Pero yo nunca he hecho nada malo -como puedo organizar yo sola una fuga de la cárcel.
-Afortunadamente la causa que llevó a mi compañera a prisión es menor y está en un lugar de muy baja seguridad, entrar acompañada de Dulce no te costará trabajo. Ya que estés con mi secuaz sólo explícale que está pasando y ella sabrá que hacer.
-Cómo supiste mi nombre, y que conozco a Dulce.
-Las redes sociales son una maravilla para los acosadores chica, y lamentablemente ya que Facebook ha obligado a todos a usar su horrenda biografía todas especificaciones de seguridad son más vulnerables, sólo tuve que meterme allí y aprender sobre ustedes y sobre Dulce. Sólo se requiere un usuario que descuide su seguridad para que todos sus contactos sean más vulnerables.
Con la mirada baja las dos estudiantes se quedaron en silencio mientras asimilaban toda la información y se daban cuenta de que no podían hacer nada al respecto: Una de ellas tendría que organizar un crimen y traicionar a una conocida; la otra sería secuestrada y su vida dependía del éxito de la otra.
-Por favor no nos hagas esto -suplicó Paulina en un último y desesperado recurso.
-Lo siento amigas, desearía no tener que hacerlo, ahora pónganse de pie.
Las dos chicas obedecieron.
-Ahora no tengo como irme de aquí ahora, así que tendremos que pasar aquí la noche. Lamentablemente no puedo confiar en ustedes así que tendré que amarrarlas para que no hagan nada inadecuado mientras yo descanso.
-¡Noooo! -se quejaron las compañeras al unísono.
-¡Siiiií! -respondió la intrusa tras lo cual se rió -jajajá ¿por qué las personas siempre piensan que si se niegan evitarán ser atadas? Mientras más rápido entiendan y acepten esto chicas será mejor para ustedes, no tengo intención de lastimarlas pero no van a evitar ser atadas y amordazadas, seguramente en más de una ocasión. -hizo una pausa y las vio a ambas, al ver que poco a poco parecían resignarse a su destino procedió -cuando todo esto acabe tal vez aprendan algo nuevo sobre ustedes mismas; ahora, andando.
Las amigas caminaron muy cerca la una de la otra, como si intentaran protegerse. Paulina iba al frente y Griselda atrás; a una distancia prudente la intrusa las seguía sin dejar de apuntarles con el arma.
El lugar era de una sola planta y pequeño, la entrada principal daba a la sala donde estaba la televisión y al fondo estaba la cocina. Fuera de eso sólo había dos habitaciones ocupada una por cada chica, un baño y un cuartito de lavado. La ladrona ordenó a Paulina que abriera las puertas de los cuartos y al cerciorarse que ambos eran dormitorios les dijo que se metieran al más lejano a la entrada principal.
-Sólo hay dos camas, así que ustedes van a tener que compartir esta mientras yo uso la otra. Siéntense.
Las amigas obedecieron, la invasora abrió su abrigo y sacó de una bolsa interior un par de esposas, se dirigió a Paulina y encadenó sus manos a la cabecera de la cama, luego se quitó su bufanda y amarró las manos de Griselda a los pies de la cama de modo que ninguna de las dos pudiera alcanzar las ataduras de la otra. Luego la mujer se se puso a revisar los cajones de ropa y encontró dos mascadas, usó una negra para amordazar a Paulina atando la tela sobre su boca y haciendo un triple nudo en su nuca, y una de color amarillo para silenciar a Griselda. Luego las ayudó a acostarse para que durmieran, por el modo en que habían sido colocadas sus cabezas estaban dirigidas a lugares opuestos y sus pies estaban frente a la cara de la otra. La villana vio su trabajo y luego habló.
-Estoy siendo muuuy gentil con ustedes chicas, así que compórtense. Quiero que ambas pasen una buena noche y descansen, pero si me obligan volveré y las ataré de manera mucho más incómoda. Buenas noches.
Calladas tras sus mordazas las amigas vieron como su atacante salía del cuarto y cerraba la puerta dejándolas en la oscuridad. Tras unos minutos al cerciorarse que no volvería y una vez que sus ojos se acostumbraron a la penumbra buscaron la mirada de la otra para darse apoyo. Paulina hizo un tímido intento de safar las esposas, pero no habría manera de salir sin las llaves, suspirando se recostó en la almohada y trató de dormir.
Al cerrar la puerta la ladrona jaló una mesita y la colocó para taponar esta colocando un florero en la orilla, si sus prisioneras intentaban abrir la puerta el florero se rompería alertándola antes de que pudieran escaparse. La mujer no era ingenua, era una experta atando y sabía que las mordazas que había elegido no eran realmente efectivas y que si quisiera Griselda se podría soltar de la bufanda con un poco de esfuerzo; sin embargo estaba apostando a que su miedo e inexperiencia haría que no se dieran cuenta de esto y que al ni intentar liberarse se quedaran calladas y quietas toda la noche. De lo contrario el florero la alertaría y entonces las ataría de verdad, sin embargo estaba segura de que las inocentes estudiantes no le darían ese pretexto para amarrarlas mejor, pues por el miedo aceptarían su cautiverio. Ya habría más adelante la oportunidad de inmovilizarlas de verdad.

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