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Capítulo 1
El juez Launer desdobló la hoja de papel que el
oficial Bailiff le había dado y la vio por un largo momento, como si la
estuviera leyendo dos veces. Después su mirada se dirigió al jurado y pasó por
los rostros de las 8 mujeres y 4 hombres que lo componían.
-Damas
y caballeros del jurado, ¿es éste su veredicto?
El encargado como vocal del grupo se levantó de su
silla.
-Lo
es, su señoría.
Sin expresión en su rostro el juez regresó la hoja de
papel a Bailiff y ordenó
-Que
la acusada se ponga de pie.
El abogado, un hombre alto y joven que usaba lentes
bifocales colocó su mano en el hombro de Sherry Johnson y los dos se pusieron
de pie. El uno junto al otro, presentaban un aspecto contrastante, si bien
tenían casi la misma edad, él era gangoso y tenía una apariencia más bien
curiosa, caminando por las calles de Kermit cualquiera hubiera pensado que
venía de fuera, pues era demasiado pálido y daba la impresión de necesitar más
sol y ejercicio.
En contraste, cualquier hombre en la calle hubiera
volteado en automático a ver a Sherry Johnson, su rostro con ojos oscuros era
perfectamente proporcionado, con un cabello perfecto, labios rellenos y nariz
aguileña. Su expresión era tal que a todos robaba una sonrisa, pero aún quien
no viera su cara, hubiera disfrutado mucho su figura curvilínea. Incluso debajo
del simple traje color azul marino, elegido para esconder su figura ante la
formalidad de la corte, era imposible ignorar su cintura marcada, sus grandes
pechos, sus caderas redondas y sus bien formadas piernas.
Al levantarse, una mano se estiró y buscó la mano de
la acusada, tomándola para darle apoyo anímico. Era Copper Ryder, Sherry aceptó
la mano y la agarró con fuerza. Sky Ryder, que estaba sentado junto a Copper,
no pudo evitar notar el atractivo casi virginal de la joven acusada, que era
una cabeza más baja que el abogado que estaba a su lado, y que sostenía la mano
de su sobrina.
-“El
presidente del jurado leerá el veredicto”, indicó el Juez Launer.
-“Nosotros,
El Jurado, encontramos a la acusada, Sherry Johnson, culpable.”
En su lugar, Sherry Johnson se conmocionó, vio a su
abogado incrédula y apretó aún más la mano de Copper. Sky Ryder dio una ojeada
a la corete, había muchas mujeres como espectadoras, y todas sonreían, lo mismo
hacían algunas de las mujeres del jurado. Los hombres estaban sin expresión,
incluido el antiguo jefe de Sherry, John Wilberforce del Banco Ganadero de
Kermit, quien se sentaba bajo la vigilante mirada de su esposa.
Mientras el juez agradecía al jurado por su tiempo y
esfuerzo, Sky consoló con su mano a su incrédula sobrina, la joven se volteó
para hacer un comentario en voz alta, pero Sky la calló con un gesto de su
cabeza.
El jurado dejó la sala.
-“Su
señoría, la defensa va a apelar el veredicto”, dijo el alto y joven abogado.
El juez Launer tomaba notas del caso en una libretita
de hojas amarillas.
-“Enterado,
señor Paulson”, dijo sin dar mayor importancia al tema. Después levantó la
mirada para ver a Sherry y a las otras caras en la sala, y volvió a tomar la
palabra.
-“El
jurado ha alcanzado un veredicto de culpable en el caso, un veredicto que
parece, por lo que sabemos, justificable por ley. Sin embargo, hay parte de la
evidencia presentada aquí que me causa conflicto, así que voy a retrazar mi
sentencia por una semana. Esto dara un plazo para que haya más investigación
por parte del sheriff, y para presentar nuevas pruebas. La corte informará a
las partes interesadas sobre la hora para determinar mi sentencia, en una fecha
que será…”
El juez pasó unas pocas hojas de un calendario que
tenía.
-…”El
próximo miércoles 23”.
El fiscal se puso de pie.
-“Señoría,
debido a que la acusada no tiene lazos con esta comunidad, solicitamos que sea
mantenida en prisión preventiva hasta el día de la sentencia”.
El juez vio a Sherry una vez más, puso una mirada
pensativa y asintió.
-“Aunque
lo lamento, bajo las circunstancias la solicitud del señor Hazen es válida. La
acusada permanecerá bajo custodia. La cesión queda cerrada”.
Los asistentes ordenaron a los asistentes levantarse,
mientras el juez salía de la sala.
Sherry volteó a ver a Paulson.
-“¿Qué
sginifica esto Bill?
Paulson se veía confundido, pero intentó reconfortar a
la chica colocando su brazos sobre sus hombros.
-“Quiere
decir que, por el momento, vas a estar en la cárcel.”, respondió suavemente.
Sherry se sintió horrorizada.
-“Pero
yo no lo hice Bill, no lo hice”, protestó, “¿cómo pueden encerrarme por algo
que no hice?”
La oficial Amy Cole dio un paso al frente. Excepto por
sus ojos azules, era muy similar a Sherry en altura, complexión y belleza. En
su mano derecha, la oficial Cole llevaba un par de esposas. Sherry perdió el
aliento al verlas.
-“¡Ay
no!” suplicó, “no ahora, no me las pongas enfrente de todo el mundo.
Sky Ryder vio a la oficial con una mirada compasiva.
-“¿Son
realmente necesarias Amy?”, preguntó.
La oficial Cole pareció confusa unos segundos.
-“Eso
me temo Sky, algunas de las personas… prominentes de la ciudad han estado
acusando al Departamento de ser muy permisivos con la señorita Johnson por ser
tan… joven”.
Sky, comprendió que por “personas”, Amy quería decir
mujeres, y por “joven” quería decir atractiva. Lo que había visto en los
rostros de las asistentes a la corte confirmaba esto.
-“Estaremos
a tu lado Sherry”, dijo Copper con seguridad, “haremos todo lo que podamos para
probar tu inocencia, ¿verdad tío Sky?”
Sky asintió.
-“Claro
que lo haremos, y por lo que el juez Launer dijo, parece que el también cree en
tu inocencia. Trata de ser valiente, y danos un poco de tiempo.”
Sherry parecía estar a punto de llorar, pero asintió
con firmeza, volteó a ver a la Oficial Cole y extendió sus manos para que la
esposara.
-“Lo
siento señorita Johnson”, dijo Amy con gentileza, “tengo que esposar tus manos
a la espalda.”
Sherry volteó con ojos llorosos primero a su abogado,
luego a Sky. Éste sonrió ligeramente y asintió. Ella asintió de vuelta,
parpadeo para contener las lágrimas y, volteando de espaldas, presentó sus
manos a Amy, quien se las encadenó en la espalda.
De entre las personas que salían de la sala, una voz
de mujer se escuchó.
-“Asegúrese
que las esposas estén bien apretadas oficial.”
Todos voltearon, pero nadie parecía saber quien había
hablado, tras unos segundos de pausa, el movimiento se reanudó.
Sky y Copper voltearon a ver a Sherry, temiendo que el
grito terminara de quebrarla. Pero la joven pareció fortalecerse por el grito,
y mantuvo la cabeza en alto.
-“Vámonos
oficial”, dijo tranquila.
Amy Cole la tomó de un codo y la condujo hasta la
puerta de los prisioneros, a un costado de la sala.
Sky aún sacudía su cabeza cuando salieron andando de
la corte y se detuvo en los escalones, bajo el brillante y cálido sol de
octubre. Copper estaba furiosa.
-“¿Alguna
vez has visto algo tan despreciable tío Sky? Esa mujer regodeándose de que
estuvieran esposando a Sherry. Quiero decir… el hecho de que sea joven, bonita
y soltera no la convierte en una criminal”.
Sky tomó el sombrero vaquero que llevaba en su mano y
se lo puso en la cabeza. Desentonaba un poco con su traje de etiqueta negro.
Aquellos acostumbrados a ver a Copper con camisas de cuadros y jeans, también
podrían preguntarse quién era la hermosa joven que hoy aparecía en un vestido
amarillo y tacones.
-“Desafortunadamente
Copper, hay gente que cree que cualquiera que es guapo tiene las cosas fáciles
en la vida. Y no puedes culpar a algunas de esas mujeres mayores de sentir
envidia cuando sus maridos ven con demasiado interés a una chica tan linda.”
-“Pues
no sé por qué se sienten amenazadas”, argumentó Copper, “Todos saben que
algunos hombres casados han intentado salir con ella, pero Sherry nunca se lo
ha permitido a ninguno de ello. Las esposas de Kermit no deberían tener motivo
de queja.”
Sky sonrió por la apasionada defensa de su amiga que
su sobrina hacía.
-“Sherry
tiene suerte de que seas su amiga”.
Copper frunció el ceño.
-“Al
contrario, yo soy quien tiene suerte de que ella sea mi amiga. A pesar de ser
tan hermosa y ser de dos generaciones arriba en mi escuela, ella siempre me
trató bien. Y es la única que no se burló cuando averiguo mi verdadero nombre”,
dijo Copper bajando la voz “… Coppelia.”
A pesar de la seriedad de la conversación, Sky rió.
-“No
se puede negar que tus padres tenían un gusto raro con los nombres”
Contra su voluntad, Copper sonrió.
-“Papá
era tu hermano, ¿heredaste tú el mismo gusto?”
Sky la vio dubitativo.
-“Será
mejor que no te diga el nombre que sugerí cuando naciste.”
Copper estaba a punto de continuar la discusión
demandando saberlo, pero de pronto su semblante se tornó sombrío.
-“Sherry
la ha pasado mal con sus dos padres muriendo en los últimos cinco años, ¿crees
que a eso se refería el fiscal cuando dijo que no tenía lazos con la
comunidad?”
Sky asintió, y Copper se cruzó de brazos y se puso
furiosa.
-“Eso
es horrible, ser castigada y humillada por tener mala suerte”.
Sky siguió asintiendo.
“Pero
también le da a la gente una razón para pensar que eso la llevó a actuar mal, y
a buscar hacerse de dinero fácil. Aquí en el oeste nos lo tomamos como algo muy
personal cuando alguien roba dinero del banco. Probablemente venga de los días
en que los robos de forajidos podían causar que empresas e incluso pueblos
enteros desaparecieran.”
Sy se dio cuenta de que su sobrina necesitaba
encontrar algo que le diera esperanza.
-“Tenemos
que ir a recoger a El Colibrí en un par de horas al taller del aeródromo. Eso
nos da suficiente tiempo para buscar algo de comer en la cafetería de Jeb, y
platicar con Winch para ver qué podemos hacer por Sherry, ¿qué te parece?”
Copper intentó mantenerse triste, pero no pudo evitar
sonreír y asintió.
-“Muy
bien tío Sky, se que podemos descubrir la verdad”.
Sin embargo, algo si había pasado con Sherry Johnson.
Los gritos de odio en la corte, y las miradas celosas de todas las “mujeres
decentes” de la corte, la habían convencido de que la ciudad estaba en guerra
con ella, y que incluso disfrutaba verla en problemas. Mientras la oficial Cole
la conducía por el corredor, un plan desesperado, que en nada parecía algo que
hubiese hecho antes, empezó a formarse en su cabeza. Sherry bajó la velocidad
de sus pasos y dejó que su cabeza se fuera hacia el frente.
-“¿está
usted bien, señorita Johsnon?”, preguntó la policía.
-“T…
tengo algo en mi estómago”, respondió Sherry mareada, “me duele”.
Una preocupación sincera se mostró en el rostro de
Amy.
-“Vamos,
la enfermería del condado está más adelante.”
Sherry asintió, respiraba con dificultad y tenía sus
ojos casi cerrados. Caminaron un poco más cuando se reclinó y soltó un quejido.
-“Aguanta,
sólo unos pasos más, puedes hacerlo.”
Sherry asintió, dio unos pocos pasos inseguros más,
pero acabó por desfallecer, dejándose caer sobre la oficial. Amy trató de
levantarla, a la vez que llamó a la enfermera.
Una linda mujer de cabello castaño y rostro alegre de
unos 28 años que vestía un blanco uniforme de enfermera apareció en la puerta.
Ruth Leeson era una antigua bailarina que se había dedicado a la medicina
cuando una lesión en la rodilla puso fin a su carrera artística.
-“¿Qué
pasa?”, le preguntó a la oficial.
-“No
lo sé”, respondió Amy, “de repente le dolió el estómago y se desvaneció”.
Sherry soltó otro quejido y se inclinó más, de modo
que estaba prácticamente arrodillada.
-“Vamos a llevarla adentro para examinarla” ordenó
Sherry, “será mejor que le quites las esposas para que podamos alzarla”.
La
oficial Cole asintió y se agachó liberando a su prisionera. Mientras ella y la
enfermera trataban de levantar a Sherry, Amy alcanzó a ver que el estuche donde
guardaba su arma estaba suelto. Antes de poder cerrarlo, Sherry se inclinó de
nuevo y cayó al suelo. Cuando ella y la enfermera trataron de levantarla de
nuevo, Sherry se alzó por si misma con un rápido salto. En su mano tenía el
revolver de Amy. Lo movió de lado a lado, apuntando a las dos sorprendidas
mujeres.
-“Muy bien enfermera”, dijo con la
respiración agitada, “cierre la puerta”.
Ruth
Leeson obedeció, mientras Amy Cole alzaba sus manos.
-“calmada, no hagas nada que vayas a
lamentar”, dijo la policía, “nadie ha sido lastimado, sólo dame la pistola y
podemos olvidar todo esto”.
-“No te voy a dar el arma, así que
olvídalo”, respondió Sherry, quien se veía agitada pero en control de si misma.
“Lo único que voy a lamentar sería quedarme en esta ciudad, que me acusó de
robar un dinero que nunca tomé, y la que pensé que me encontraría inocente en
un juicio justo. ¡No voy a ir a prisión por el crimen de otra persona!”
-“Pero esto no te va a servir de
nada”, dijo Ruth, quien había echado la llave a la puerta y ahora estaba de pie
junto a Amy, también con las manos alzadas. “no hay manera de que puedas dejar
este edificio”.
-“Tienes razón, yo no puedo salír…
Pero tú sí”.
Sherry
tragó saliva, como si estuviera juntando valor.
“¡Desvístanse!”, ordenó.
Amy
Cole empezó a desabotonar su camisa del uniforme, Ruth vio a la oficial de
reojo y siguió su ejemplo. Mientras las dos mujeres se quitaban la ropa, Sherry
jaló la silla del escritorio de Ruth al centro de la sala, y agarró el botiquín
de primeros auxilios de la pared.
-“¿Hay vendas aquí?”, preguntó.
-“Allá”, indicó la enfermera
señalando a un gabinete de metal.
Sherry
lo abrió y sacó varios rollos. También recogió las esposas que Amy había dejado
sobre la mesa de examinación. Sus dos prisioneras ahora estaban cubiertas sólo
con sus sostenes y sus calzones.
-“No se desvistan más”, indicó
Sherry, quien le dio las esposas a Ruth. “esposa las manos de la oficial a su
espalda”.
Amy se
volteó y presentó sus manos a Ruth, la enfermera la encadenó e, instruida por
Sherry, apretó las esposas un par de clicks más.
-“Lamento tener que hacerle esto
oficial, usted ha sido buena conmigo, y yo me aproveché para engañarla. Ahora
tengo que asegurarme que esas esposas están bien apretadas, tus manos quietas y
que no puedas irte a ningún lado”.
Le dio
un rollo de vendas a Ruth.
-“Métele eso en la boca, y luego cúbrelo con cinta”.
Ruth no
tuvo otra opción más que obedecer, cuando se vio que era iposible meter todo el
paquete en la boca de Amy, Sherry le permitió cortar un trozo para reducir el
tamaño. Luego Ruth cortó varias piezas de cinta adhesiva y selló con ellas la
boca de la policía. Dándole otro paquete de vendas, Sherry le ordenó que lo usara
para atar los brazos de Amy a su cuerpo, pasándolo arriba y debajo de su busto,
y sobre su cintura.
-“Ahora ayúdala a sentarse en la
mesa”.
Ruth
ayudó a la mujer atada a subirse a la mesa de examinación, y bajo órdenes de
Sherry le amarró las piernas con más vendas. Amy Cole se quedó sentada e
indefensa, observando en silencio mientras la fugitiva dedicaba su atención a
la enfermera.
-“Siéntate en la silla”, le dijo
señalando con su mano libre.
Ruth se
sentó.
-“No creas que vas a…” empezó a decir
-“Cállate”, la interrumpió Sherry,
“pon tus manos a la espalda”.
El
respaldo de la silla era lo suficientemente estrecho para que Ruth pudiera
rodearlo con sus brazos sin esfuerzo. Sherry cruzó las muñecas de la enfermera
y empezó a atarlas con cinta.
-“Si pensabas decirme que este plan
es una locura, no hace falta que lo hagas”, comentó Sherry mientras la
amarraba, “es la locura más grande que he hecho en mi vida, pero ya empecé y no
puedo arrepentirme. Sólo me da gusto que no haya tenido que lastimarlas”.
Una vez
que terminó de amarrar las manos de Ruth dejó la pistola en el escritorio, y le
amarró las piernas con más cinta. La joven enfermera la vio sin preocupación y
con un poco de solidaridad.
-“¿Qué planeas hacer?”
-“No estoy del todo segura. Como me
dijiste, puede que ni siquiera logre salir del edificio. Pero creo que sé quién
robó realmente la idea, y voy a intentar probarlo.”
Al
terminar con sus piernas, Sherry siguió trabajando para atar a Ruth a la silla,
e hizo un trabajo completo, sujetando su cuerpo en su cintura, debajo y arriba
de sus pechos y sobre su regazo. Finalmente tomó el sobrante de vendas que no
habían cabido en boca de Amy.
-“ Lo siento, pero voy a tener que
amordazarte también”
Ruth
asintió y abrió la boca para permitir que se la rellenara, no sin antes
desearle buena suerte.
Sherry
llenó bien su boca y luego completó la mordaza sellando sus labios con cinta.
Después, usó más de esta para taparle los ojos. Tras terminar con la enfermera,
volvió a atender a Amy, la recostó y usó más cinta para conectar sus tobillos a
sus manos esposadas, luego también le tapó los ojos.
-“Por favor, trara de mantenerte
sobre la mesa, no te caigas y lastimes tratando de hacer algo heroico”.
Sin
poder verla, Amy asintió.
Con sus
prisioneras bien inmovilizadas, Sherry se quitó su traje y se puso el uniforme
de Amy, pues la chica había notado su parecido físico a la oficial. Lo único
que no combinaba era el color y largo de su cabello, así que Sherry se recogió
el pelo en un chongo y lo tapo con el sombrero. Buscando en el bolso de la
enfermera, encontró un par de lentes de sol, que deberían ser suficientes para
hacerla pasar desapercibida frente a cualquier persona que no observara
demasiado.
Sherry
puso la pistola en el cartucho del cinturón que ahora llevaba, y se dirigió a
la puerta.
-“Realmente lo siento por dejarlas
así. No se preocupen, en la tarde haré una llamada telefónica a la corte para
asegurarme de que alguien las encuentre al rato”.
Se
asomó al pasillo, estaba vacío, así que salió, cerró la puerta y caminó hacia
la salida, empujando la puerta para encontrarse con la brillante luz del sol.